San Simón, la isla del pensamiento pide acción

La Voz

SOCIEDAD

El famoso archipiélago al fondo de la ría de Vigo admite visitas no solo cuando celebran actos abiertos al público

22 jul 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

La isla de San Simón, rebautizada por el actual Gobierno autonómico como Illa do Pensamento, es única por muchos avatares que los más documentados conocen, pero también es peculiar por otras cosas. Te dejas llevar y brota la poesía. Para empezar, el barquero que nos transporta a San Simón se llama Ramón. Hace más de diez años que lleva gente de un lado al otro al fondo de la ría de Vigo, y se perdió aparecer en Erec y Enide, la novela de Vázquez Montalbán ambientada allí, porque aquel día libraba y otro llevó al escritor. «No importa, soy un tipo discreto», asegura. En este paraje parece que no pasa nada más que viento entre los árboles, jardineros y vigilantes. Pero no es así. Nos guía el director gerente, Francisco Javier Alonso González. Es el primer director de isla que conozco. En realidad es el director gerente de la Fundación Illa de San Simón, que fue la fórmula administrativa diseñada para preservar el rico legado histórico y botánico del archipiélago en el que destaca el Paseo del Boj, el puente que lo une con San Antón o la capilla que preside un santo sin brazos, que, según cuentan, desaparecieron en los noventa, cuando empezaron los trabajos de acondicionamiento.

Este año tienen ocupados 160 días con eventos y ya han superado las 3.500 visitas. En el 2010 llegaron a diez mil. Aun así, los que siempre han deseado ir se preguntan cómo. Javier tiene la respuesta. Hay tres formas. Una, apuntarse cuando se celebran actos abiertos al público. El último fue el Festival Sinsal y hubo quien llegó a nado. Dos espectadores perdieron el barco y optaron por mojarse. Otra opción es contactar con Viaxes Loa, en la cercana villa de Redondela, que en verano tiene permiso para organizar visitas guiadas los fines de semana. La otra forma de llegar es solicitarlo a la fundación a través de su web.

Javier, vigués y abogado, está encantado desde que en el 2009 cambió el despacho por el islote con el que ya soñaba de niño leyendo a Verne. Se siente orgulloso de poder gestionar estos 30.000 metros cuadrados de historia pisada por templarios, monjes, el pirata Drake, leprosos, republicanos o huérfanos. «El de orfanato fue su ultimo uso», apunta. Ahora hay cursos de vela, seminarios profesionales, visitas de colegios, conciertos, encuentros de artistas, magos y científicos...

Al director le preocupa que se vulgarice, pero también que se infrautilice. «Se podrían hacer muchas más cosas, nos las piden, algunas, absurdas, pero vamos bien», opina. La Ley de Costas, el Plan de Usos y el presupuesto limitan los movimientos. Tras el paseo, concluyo: la isla del pensamiento pide acción. Basta de pareados. Para eso ya están los versos de Mendinho.

«Se podrían hacer muchas más cosas. Nos las piden, algunas, absurdas, pero vamos bien», opina el gerente

B. R. sotelino