Charlene Wittstock se alza discreta como sucesora de la mítica Grace Kelly

EFE

SOCIEDAD

Se enfrenta a su nuevo papel con humildad, pero con la intención de que no se la considere una simple copia de su predecesora, la mítica Grace Kelly.

01 jul 2011 . Actualizado a las 12:17 h.

La sudafricana Charlene Wittstock, que tras su boda a principios de julio con el príncipe Alberto II de Mónaco acaparará todos los focos dirigidos al Principado, se enfrenta a su nuevo papel con humildad, pero con la intención de que no se la considere una simple copia de su predecesora, la mítica Grace Kelly.

«No se puede comparar a dos personas», ha afirmado en las múltiples entrevistas que desde el anuncio del compromiso en junio de 2010 la pareja ha ofrecido para presentar su proyecto de futuro y acercar a los monegascos y al resto del mundo a quien hasta entonces era conocida por su trayectoria como nadadora olímpica.

Nacida en Zimbabue el 25 de enero de 1978, Wittstock, que a los doce años se trasladó a Sudáfrica junto a su familia, dice entrar en esta fase de su vida «consciente de las responsabilidades» que su nuevo estatus le impone, pero con la voluntad de seguir aprendiendo para estar a la altura de las expectativas.

Para ese papel lleva preparándose más de cuatro años, con la disciplina y la determinación inculcada en su etapa dedicada a la natación de alto nivel, en la que en 2002 llegó a ganar tres medallas de oro en la Copa del Mundo, y una medalla de plata durante los Juegos de la Commonwealth celebrados en Manchester.

Se inició en ese deporte en la piscina familiar, a los tres años dominaba ya la braza, a los ocho tenía claro que haría de él su principal actividad y a los 22, gracias al mismo, conoció tras ganar el oro en los 200 metros espalda en el circuito Marenostrum de Mónaco a quien acabaría cambiando su destino.

La joven, de 33 años, reconoce que el deporte les ha unido, pero asegura que no es la única pasión que comparte con su prometido, con el que dice tener en común también el deseo de ayudar a los demás y el interés por entender lo que sucede en el mundo.

La labor humanitaria, a la que en su faceta anónima también le dedicaba su tiempo dando clases de natación a niños desfavorecidos, va a ocupar tras el enlace gran parte de su agenda como princesa.

La biografía oficial de la que a partir del 1 de julio podrá firmar como Charlene de Mónaco indica que desde 2009 es presidenta de honor del «Ladies Lunch» de Monte Carlo, y que entre sus otros cargos ha sido nombrada madrina de la Fundación Nelson Mandela y de las «Born Free» y «Special Olympics Charity Foundation».

De Wittstock, la mayor de tres hermanos, se destaca igualmente que el surf es otro de sus deportes preferidos, y que entre sus aficiones se encuentran también el arte contemporáneo y la lectura de poesía sudafricana.

A Alberto II de Mónaco, no obstante, le conquistó al parecer no solo por su personalidad, sino también por su habilidad en la cocina, según se desprende de una entrevista concedida al periódico belga «Le Soir», en el que, bromeando, el Príncipe alababa, entre otras cosas, su «excelente curry».

El ahora soberano, tras su primer encuentro en el Principado, no se atrevió a dar el paso hasta un año más tarde, cuando en una nueva edición de esa competición la invitó a salir y desplegó todas sus bazas en una velada en la que según los medios incluyó un paseo en Rolls Royce y las impresionantes vistas de Mónaco... desde la terraza de su apartamento.

Tras una relación que se fue fraguando mientras coincidían en competiciones internacionales, la sudafricana no decidió mudarse al Principado hasta 2007, el mismo año en el que una lesión en la espalda, cuando se preparaba para competir en los Juegos Olímpicos de Pekín, le hizo abandonar su carrera deportiva.

Estos últimos años a la sombra del Príncipe, en los que se ha tenido que convertir al catolicismo, le han hecho interiorizar su futuro rol y dar paso a una transformación que se ha reflejado también en su estilo a la hora de vestir.

«Antes se pasaba todo el tiempo en chándal. Ahora le ha cogido gusto a la moda», ha afirmado a la revista «Paris Match» su padre, Michael Wittstock, director comercial en una multinacional de equipos de impresión.

En ese semanal se destaca a modo de ejemplo cómo la futura princesa recuerda con cierto rubor haber asistido a su primer baile de la Cruz Roja «como un árbol de Navidad», con un vestido verde y las uñas de rojo, y cómo desde entonces apenas ha dado pasos en falso en sus apariciones públicas.

Ella, que antes de incorporarse a la familia Grimaldi asociaba Mónaco al «glamour», a la princesa Gracia y a sus hijas, Carolina y Estefanía, no domina todavía el francés, pero dice haber logrado sentirse en el Principado «como en casa».

Y no esconde su deseo de ser madre pronto y de fundar su propio hogar en el Palacio, al que pretende someter a alguna modificación, porque según ha adelantado, en ese edificio «se nota que hace mucho tiempo que no vive una mujer».