Cuidado con los «merdeiros»

nacho mirás ENVIADO ESPECIAL

SOCIEDAD

Un personaje recuperado en el 2004 gana fuerza en el carnaval vigués

05 mar 2011 . Actualizado a las 21:15 h.

Si vas a Vigo y te sacuden con un manojo de nabizas, te aguantas. Y, si protestas, te caerá doble ración. El Casco Vello vigués está tomado estos días por los merdeiros, que son unos personajes resucitados de la tradición popular que tienen licencia para enharinar al personal, nabizarlo y, si se tercia, fustigarlo con el tallo de una cebolla.

A los merdeiros los rescataron del ostracismo los muchachos del Centro Social Revolta. Eso ocurrió en el 2004 y, desde entonces, han recuperado el protagonismo perdido. El personaje se basa en los marineros del Berbés que, cuando llegaba el carnaval, se dedicaban a ridiculizar a los labradores y se vestían con motivos campestres para reírse de ellos. Utilizaban ropas que recordaban a las de los escabicheiros, tipos rurales que se acercaban al puerto a recoger los restos del pescado que se descargaba y a vaciar pozos negros de la ciudad para abonar sus campos; vamos, lo que se dice merdeiros.

«¡Merdeiro, merdeiro!», gritaban los niños de Vigo disfrazados desafiando a los de las nabizas. Eso ocurría ayer, a las siete y pico de la tarde, en la céntrica plaza de la Constitución, que se iba llenando según se escondía el sol para arropar al pregonero del carnaval, el actor Avelino González. Uno no podía evitar fijarse en lo socorridas que son las bolsas de la basura para disfrazar a los niños. En las escuelas infantiles lo saben y te plastifican al chaval y lo mismo te lo convierten en indio que en mariposa o en fondo del mar.

Muy cerca de la plaza de la Constitución, en la rúa da Oliva, una tahona que se llama Retranca anunciaba en una pizarra una auténtica merienda de entroido a 1,50 por cabeza: café y filloa. Y en una librería situada justo en el edificio de al lado, especializada en temática de Tintín, una madre ponía orden en las pretensiones de sus dos hijos, vestidos de militares y armados hasta los dientes: «¡Nada de eso, o compramos un libro, o merendamos, pero todo no se puede hacer!». Ante semejante ultimátum de la generala, los pequeños guerrilleros se miraban planificando la estrategia. Mamá suele ser mal enemigo.

La plaza de la Constitución es un escenario ideal para hacer fiestas. Entre los merdeiros atacando a golpe de nabiza y la percusión de la comparsa decana de la ciudad, Os Tarteiras, el Casco Vello vigués, ese mismo que promociona Luís Tosar, hierve de humanidad. Hay un niño cocodrilo que se codea con la Hormiga Atómica -es lo que tiene que los padres sean cuarentones, que los visten de personajes casi extintos-; hay varias brujas, con y sin escoba; y hay una enfermera con gafitas que se está poniendo perdida de Nocilla. Por suerte, no se ve a nadie disfrazado ni de Dora la Exploradora ni de Bob Esponja o Calamardo; igual empiezan a aburrir.

Para después del pregón estaba previsto que arrancara un concurso de coplas. No es por nada, pero los de Vigo somos bastante buenos en el arte de mofarnos de los demás en verso: «Caballero e mais Corina, unha batalla por día; ela goberna o peirao; el é o amo da alcaldía». Y, así, hasta el infinito y más allá.

-Mamá, mira, un merdento.

-Se dice merdeiro.

-¿Y qué más da?

Eso, señora, qué más dará, deje al niño... Charangas, murgas, gigantes, cabezudos... En Vigo hay programa de carnaval para hartar, y sin nada que envidiar a otras plazas.

El pregonero, Avelino González, hiló fino cuando describió al vigués auténtico como una persona que nació en Ourense, hizo unos cuartos en Suiza y acabó montando un bar en Vigo.