Liu Xiaobo dice no tener «enemigos» ni sentir odio frente al régimen chino

EFE

SOCIEDAD

El sillón destinado a Liu en la ceremonia, que comenzó a las 14.00, permaneció vacío ante la negativa de las autoridades chinas a que viajara a Oslo él o algún familiar cercano para recoger el premio.

10 dic 2010 . Actualizado a las 17:36 h.

El encarcelado activista chino Liu Xiaobo afirmó hoy no tener «enemigos» ni sentir «odio» hacia el régimen chino en el discurso de aceptación del Nobel de la Paz 2010, leído por la actriz noruega Liv Ullmann en el Ayuntamiento de Oslo.

El sillón destinado a Liu, cuya foto presidió el escenario principal, permaneció vacío ante la negativa de las autoridades chinas a dejarlo viajar a él o a algún familiar suyo a Oslo para recoger el premio.

El progreso político en este país asiático «no parará» y llegará «una futura China libre», señaló Liu en el discurso elegido para la ceremonia, el mismo que pronunció el 23 de diciembre de 2009 durante el juicio en el que fue condenado a once años de prisión por incitar a la subversión como coautor del manifiesto «Carta 08».

En «No tengo enemigos, mi declaración final», título del discurso, Liu señaló que su vida sufrió un «punto de inflexión» en junio de 1989 con las protestas de Tiananmen, cuyas «cadenas psicológicas» y sus «fantasmas» han marcado su compromiso político desde entonces y a cuyas víctimas ha dedicado el galardón.

Su participación en el movimiento de protesta surgido entonces fue el comienzo de una «tragedia», plasmada en restricciones a su libertad de movimientos y de actuación por parte del régimen chino, guiado por lo que Liu denomina «mentalidad del enemigo».

El disidente chino se posicionó en contra de esa forma de pensar, como ya hizo veinte años atrás, porque «envenenará el espíritu de la nación, incitará a luchas mortales y crueles, destruirá la tolerancia y humanidad de una sociedad y dificultará los progresos de una nación hacia la libertad y la democracia».

Liu admitió no obstante progresos y resaltó que la reforma y la apertura impulsadas en China tras el fin de la era de Mao Tse-Tung fueron un «proceso de debilitamiento gradual de la mentalidad del enemigo y de la psicología del odio».

Ese proceso favoreció, a juicio de Liu, el desarrollo de la economía de mercado, los avances hacia el estado de derecho, la diversificación de la cultura y también una mayor tolerancia hacia el pluralismo social por parte del régimen.

Como ejemplo mencionó la aceptación de la universalidad de los derechos humanos, que fueron incluidos en la Constitución china, de ahí que considere su condena «inconstitucional», porque entiende que sólo ejerció su derecho a la libertad de expresión.

Ese cambio, reflejado también en un trato más digno y humano en las prisiones, es el que le hace confiar en el progreso político, «porque no hay fuerza que pueda limitar la búsqueda humana de la libertad, y China al final será una nación regida por la ley, donde los derechos humanos reinen de forma suprema».

«Espero ser la última víctima de las literalmente inquisiciones infinitas de China y que, de ahora en adelante, nadie sea incriminado por expresarse», dijo Liu, quien calificó de «experiencia más afortunada» en los últimos 20 años el «amor entregado» de su esposa, la poetisa Liu Xia.

Liu Xiaobo, quien sucedió en el palmarés del Nobel de la Paz al presidente de EE.UU. Barack Obama, fue galardonado «por su lucha larga y no violenta por Derechos Humanos fundamentales en China», según el fallo del jurado difundido en octubre pasado.

Es la quinta vez que un galardonado con el premio no acude a la ceremonia, pero la segunda que nadie lo recoge en su lugar: el único precedente data de 1935, cuando el régimen nazi no dejó viajar al activista alemán Carl von Ossietzky.

La ceremonia, en la que finalmente no estuvieron representados 17 países, estuvo presidida por los reyes Harald y Sonia de Noruega, y a ella acudieron unos 40 opositores chinos.