Canteros gallegos para carreteras norteamericanas

Xesús Fraga
Xesús Fraga REDACCIÓN/LA VOZ.

SOCIEDAD

Una firma de emigrantes restaura el trabajo de sus antepasados en un histórico vial

07 dic 2010 . Actualizado a las 11:53 h.

El automóvil, las autopistas interminables y los moteles forman parte de la simbología de Estados Unidos, un país en el que las grandes distancias convirtieron en mitos los autobuses Greyhound, los Cadillacs descapotables y la célebre Ruta 66. Menos conocidas son las llamadas parkways, carreteras que fueron diseñadas para atravesar parajes de especial belleza y permitir al conductor y sus pasajeros disfrutarlos desde la ventanilla. Muchas fueron impulsadas en la década de los treinta como parte del New Deal de Roosevelt: es el caso de la Blue Ridge Parkway, que se extiende a lo largo de más de 700 kilómetros entre los estados de Virginia y Carolina del Norte, ofreciendo hermosas vistas de la cordillera de la que toma su nombre y que forma parte de los Apalaches.

Esta carretera, cuyas obras comenzaron en 1935 y se prolongaron durante más de tres décadas, se construyó con el esfuerzo de un buen número de emigrantes gallegos, que horadaron túneles, tendieron puentes y los que provenían de zonas de cantería levantaron los muretes de piedra que bordean el asfalto. Ahora, coincidiendo con el 75.º aniversario del inicio de la ruta, se han destinado ocho millones de dólares a su restauración, en la que participa una nueva generación de gallegos, descendientes de los constructores originales.

Es el caso de José Cerdeira, al frente de la empresa de trabajos en piedra Espina Stone, radicada en Fairfax (Virginia), cuyo abuelo fue encargado en las obras de Blue Ridge y Skyline Drive, en la misma cordillera. Cerdeira, que conoció a más de ochenta gallegos que trabajaron en estas carreteras desde sus inicios, recuerda que su abuelo emigró de la mano del propietario de una compañía de piedra, José Troitiño. «Eran del mismo pueblo, Pousada, del ayuntamiento de Forcarei. Ese señor trajo a varios vecinos a Estados Unidos para trabajar con él», explica Cerdeira desde su país de adopción. Él siguió los pasos de su abuelo y su padre, que había emigrado también en 1963, y en 1971 dejó su pueblo de Sixto, parroquia de Pardesoa, Forcarei, como enumera no sin nostalgia. «Desde que llegué aquí, no he perdido ni un día sin trabajar: este es un país de muchas oportunidades para que el que quiera trabajar», relata.

Muros deteriorados

Estos días, los operarios de Espina Stone -quince gallegos en plantilla- retiran las piedras de los muros deteriorados por los años y las fuertes heladas del invierno, y las numeran para reconstruir la tapia con el material original, aunque le darán algo más de altura por razones de seguridad. Hace unos cinco años, la temporada de huracanes también afectó a la infraestructura y se reforzaron los trabajos de restauración.

Cerdeira es consciente de que a este trabajo le une algo más que el deber profesional: «Uno sigue esta tradición de los antepasados y es un orgullo poder seguir los pasos de nuestros padres, abuelos y amigos que trabajaron muy duro». En la emigración mantiene viva la tradición de la cantería, oficio por el que los gallegos son reconocidos en EE.UU., además de por su enorme capacidad de trabajo. «Nuestra empresa se dedica a los trabajos en piedra y la restauración. Hemos trabajado en muchos edificios del Gobierno, incluida la Casa Blanca, universidades y parques. Llevo muchos años restaurando trabajos que nuestros gallegos han hecho».

La carretera que cruza Blue Ridge permite al conductor disfrutar de cascadas, puertos de montaña, praderas y bosques, y cruzarse, con suerte, con un zorro o un pavo salvaje. Es, como se ha definido, «un museo al aire libre de la Norteamérica rural». Su construcción creó puestos de trabajo que ayudaron a salir de las simas de la Gran Depresión, una crisis cuyo fantasma sobrevuela la actual coyuntura. También dio empleo a numerosos gallegos en tiempos muy difíciles en su país de origen, un vínculo con Galicia que no se ha roto.