Las universidades anglosajonas, y en especial las americanas, siguen siendo los centros de referencia en materia de investigación y enseñanza superior a nivel mundial. Pese a la irrupción de centros asiáticos y a la mejora sensible de Europa en esta materia, su hegemonía es incontestable. A continuación se ofrecen algunas de las claves del éxito de este modelo.
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Funcionan como empresas privadas. Mientras que en Europa lo lógico es que la formación superior corra a cargo del Estado, en Estados Unidos es la iniciativa privada la que se encarga de formar al personal cualificado del país. Las universidades funcionan como empresas que premian por encima de todo la eficiencia y la competencia. Este espíritu se aplica a todo el personal de investigación, a los estudiantes e incluso a los empleados de mantenimiento y administración, acelerando los procesos y maximizando la consecución de objetivos.
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Carecen de burocracia. El magnífico aparato funcionarial que, tanto la Administración como la universidad pública tienen en Europa, simplemente desaparece en este modelo de gestión privada.
La universidad americana sigue parámetros puramente neoliberales y de libre competencia. Si uno no hace bien su trabajo, se le despide y se contrata a alguien más eficiente o mejor preparado. Nadie tiene asegurado su trabajo allí, ni los investigadores más prestigiosos tienen sitio fijo en los laboratorios del MIT o de Harvard. Han de demostrar diariamente su valía con resultados.
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Mejor y mayor equipamiento tecnológico. Suele suceder que, en España, una facultad de comunicación carezca de cámaras, o una de informática de ordenadores. Compartir material o carecer de él es algo asimilado en un modelo donde el Estado es el único proveedor. En el modelo anglosajón el abastecimiento técnico está más que asegurado con el dinero procedente de las altas cuotas de las matrículas y del mecenazgo o patrocinio que ejercen sobre las universidades tanto empresas como personalidades.
No es descabellado ver, en el Reino Unido o Estados Unidos, como multimillonarios, políticos y famosos en general hacen donaciones supuestamente desinteresadas a los centros de enseñanza superior. A cambio obtienen reconocimiento social y prestigio. Las llamadas hermandades, sirven para vincular de por vida a los estudiantes más brillantes con la universidad con el fin de obtener beneficios de sus posiciones influyentes en el futuro.
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Admitir solo a quién quiere estudiar. Esta premisa parece obvia, pero, si en España contásemos a toda la gente que estudia una carrera de rebote o porque no tiene claro lo que quiere hacer, los datos serían espeluznantes. La Administración se afana en cubrir el gasto que genera el elevado número de estudiantes universitarios que no repercutirán finalmente en el sistema productivo por varias razones: prolongación de la vida universitaria, abandono de los estudios, falta de iniciativa, etcétera.
En el modelo privado el estudiante es seleccionado mediante pruebas específicas y previa criba por expediente académico. No estudiarás medicina solo si sacas un nueve, ni derecho si sacas un aprobado raspado en selectividad, las pruebas son específicas y a los mejores se les beca con la gratuidad de la matrícula, el resto deberán pagar sus elevadas tasas. Además, a cada estudiante se le exige un proyecto al inicio de sus estudios, que deberá concluir con estos.