Notable alto para el festival Xacobeo 10 en Santiago

Nacho Mirás SANTIAGO/LA VOZ.

SOCIEDAD

Pet Shop Boys olvidaron la puntualidad británica y arrancaron media hora tarde

29 ago 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Cada una de las 25.000 personas que presenciaron el festival Xacobeo 10 en Santiago se marchó a casa con un tema distinto en la cabeza; los de Muse seguramente conducían de vuelta con Starlight entre los dientes, quizás con New Born... Los del islandés Jónsi -que después del concierto ha vendido sin duda más discos en Galicia-, puede que con el tremendo Lilikoi Boy, percutido desde el Monte do Gozo como un canto de libertad; y los de Pet Shop Boys, que no eran pocos, se fueron a lo mejor a dormir con Always On My Mind o con ese extraño himno que es Go West, resultado de mezclar los coros de It's Raining Men con las gargantas del Ejército ruso desfilando en el día del orgullo. Pero casi todos se fueron contentos, que era de lo que se trataba.

Muse dejaron claro que venían a desbrozar el Monte do Gozo y lo hicieron a conciencia. Y los Pet Shop Boys olvidaron que a un británico la puntualidad y el bombín se les presupone, así que subieron al escenario con 35 minutos de retraso y sendas cajas en la cabeza. Por muy pet, shop o boy que uno sea, 25.000 personas no tienen por qué esperar más de media hora a que monten en el escenario una especie de Tetris gigante y un teclado Korg Triton, porque no había mucho más. No hay que olvidarse de que las puertas del recinto se abrieron a las 18.00 y todos los artistas fueron escrupulosos con los horarios. Todos, menos Neil Francis Tennant y Christopher Sean Lowe, que se ve que en su tienda de mascotas funcionan con horario de verano. Y menos mal que musicalmente dieron la talla, porque, a las horas que eran, el público los habría corrido a gorrazos.

Otra cosa es la puesta en escena de los chicos -ya señores-de la tienda de mascotas; igual el sastre de los Pet Shop Boys cree que no es cierto que haya una edad para cada pinta.

¿Cómo aguantó el público más de diez horas al pie del cañón? Con hidratación más o menos alcohólica. Los que venían dispuestos a montar el botellón en la grada se estrellaron contra los controles de seguridad, que impedían pasar cualquier envase de más de medio litro, así fuera agua bendita. Pero dentro operaban los increíbles mochilamen, auténticos superhéroes del repostaje.

Un mochilaman utiliza el tradicional sistema de la máquina de sulfatar de toda la vida: un depósito a su espalda y un grifo o dispensador por el que vierte, en este caso, cerveza. Previo pago. Había una auténtica legión de mochileros en el Monte do Gozo, y todos identificados con una luz roja, como taxis ocupados. No es cierto que solo hubiera 24 aseos para destilar lo que los mochilamen servían. Los 24 eran portátiles, pero en el Monte do Gozo hay váteres de obra con más capacidad, otra cosa es que la tropa se dedicara a arrimarse a los paredones como si los fueran a fusilar al amanecer; sacar y listo. La Cruz Roja estuvo rápida cuando fue necesario llevarse a alguno que, incluso antes de la medianoche, ya se había convertido en calabaza. Hubo quejas sobre los precios de las bebidas en los bares del recinto: no puedes cobrar diez euros por un vaso grande de Fanta de naranja lleno hasta arriba de hielo cuando la entrada costaba lo que dos vasos de Fanta. Salía más barato pedirse un cubata. Con este avituallamiento y con el que los más precavidos se trajeron de casa, la tropa aguantó su jornada laboral con horas extras. Es cierto que, al terminar Muse, hubo desbandada, pero no tanta como para dejar solos ni a Caradeniño DJ ni a Tennant y a Lowe, ni tampoco a DJ Vitalic.

Hay quien se queja del sonido, aunque eso depende de la zona del auditorio en la que se encontrase el oyente y, sobre todo, de hacia dónde soplase el viento.

El Monte do Gozo, en todo caso, es una toxeira reconvertida en recinto de espectáculos que está muy lejos, por ejemplo, de las bondades de Castrelos. Pero fue un concierto, si no de diez, sí de notable alto.