El coleccionista de expos universales

SOCIEDAD

Dos libros recuperan la figura del gallego Serrano de Casanova, promotor de la gran muestra de Barcelona en 1888 y comisario regio en Fráncfort, Viena, Amberes o París

04 mar 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Fue promotor y organizador de la Exposición Universal de Barcelona 1888 hasta que los políticos de la urbe le dieron un puntapié y se quedaron con su proyecto cuando ya estaba en marcha. El espectacular resultado: seis millones de visitantes en el despegue del modernismo catalán.

Eugenio Serrano de Casanova (Neda, 1841-Barcelona, 1920) es una de las personalidades más inquietas y emprendedoras del siglo XIX gallego. Y también de las más desconocidas, tal vez porque este ciudadano del mundo dejó su tierra con 18 años para enrolarse en una aventura que lo llevó a las primeras metrópolis del continente como comisario regio por España de exposiciones universales o internacionales, que eran entonces el escaparate en que las grandes potencias mostraban sus avances y su poderío.

Viena, Fráncfort, París, Liverpool o Amberes formaron parte de su singular colección. Ahora, dos libros que preparan los escritores Juan Prados Tizón (Mugardos) y Jaume Rodón Lluís (Barcelona) recuperarán la figura de este gallego ilustre. «En mayo saldrá un opúsculo que publicará el Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona, y en octubre o noviembre, la biografía completa, que publicará el Ayuntamiento de Neda», explica Prados.

Viena, en 1873, fue su primer destino. Allí coincidió con otra alma inquieta, Emilia Pardo Bazán. «La Expo de Fráncfort la montó prácticamente entera, porque estaba dedicada al termalismo y una de las especialidades de Serrano era la hidrología médica», apunta Prados.

Con la experiencia acumulada regresó a Barcelona en 1885 con la idea de crear una expo excepcional. «Allí había un caldo de cultivo propicio en torno a las asociaciones culturales, que en solo dos meses le habían concedido 200.000 metros cuadrados en el parque de la Ciudadela. Pero cuando los políticos de la urbe vieron que el asunto iba viento en popa -prosigue el biógrafo gallego- le buscaron las cosquillas y aumentaron el presupuesto hasta un punto que Serrano ya no podía responder con su dinero. Lo sacaron del medio y se hizo cargo de todo el municipio, cuando el gestor gallego ya había montado toda la infraestructura y contactado con las embajadas».

Sin embargo, los autores del libro han hallado constancia escrita del remordimiento del alcalde, Francesc Rius i Taulet, que ordenó una pensión vitalicia del Ayuntamiento de Barcelona para Serrano de Casanova, aunque jamás llegó a concretarse. «Ahora, Cataluña quiere recuperar su figura, porque la considera fundamental en el último tramo del XIX», añade.

Serrano organizó para la Expo de 1888 una serie de juntas. Al frente de la técnica colocó a su amigo el general Andrés Comerma y Batalla, el ingeniero militar responsable de la obra hidráulica más importante de España en el siglo XIX: el ferrolano dique de la Campana.

Tras la frustración que supuso para él el revés de su gran proyecto catalán, Eugenio Serrano se involucró un año más tarde en la Expo de París, en el centenario de la Revolución Francesa. Allí se inauguró la torre Eiffel, un proyecto que el célebre ingeniero había ofrecido a la muestra de Barcelona y que los políticos catalanes rechazaron por «raro y costoso».

Durante su estancia en la ciudad del Sena, Serrano abrió el periódico Gazette des touristes , que dio voz a poderosos empresarios europeos.