Nacionalcatolicismo

SOCIEDAD

16 dic 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Lo mismo que en tiempos de la oprobiosa el régimen trataba de controlar a la Iglesia católica, en Euskadi ha sido costumbre e instrumento social de uso político controlar a la Iglesia vasca, de ahí las diatribas que organizaba Setién, o las que organizó Arzalluz, entre Azpeitia y Azcoitia, cuando sin tenerlo en cuenta, nombraron obispo de Bilbao a Blázquez, que venía desde la románica Zamora. Ahora, el clero guipuzcoano no tolera que la Conferencia Episcopal haya logrado que el Papa les haya nombrado a un obispo, vasco, guipuzcoano, pero con el que «no comulgan». Y es que para ser pastor de almas y curas, en Guipúzcoa es preciso contar con los beneplácitos del nacionalismo vasco, que es mucho más que ser vasco de nacimiento, haber sido el obispo más joven de España y tener un historial religioso digno del cargo; razón por la que a través de un manifiesto de los párrocos de la provincia más nacionalista y radical de la comunidad, hablan de «desautorización de la vida eclesial de la Diócesis y sus organismos pastorales», acusando a José Ignacio Munilla de profunda desafección y falta de comunión con las líneas diocesanas, lo que visto desde la perspectiva histórica de las intervenciones de la Iglesia guipuzcoana, a mí y a cualquiera que haya vivido las «intervenciones» de sus prelados, es un auténtico alivio y una corriente de aire fresco que nos trae la esperanza de un cambio en la Iglesia vasca, cuya participación en el conflicto ha sido siempre del mismo lado. Espero que practiquen la obediencia debida.