EE.UU. quiere poner freno a falsos «estudios científicos fantasmas» atribuidos a prestigiosas universidades

Tatiana López

SOCIEDAD

En todos los artículos los autores desdramatizaban los posibles efectos secundarios, como el incremento de cáncer de mama, los ataques cardíacos o la demencia.

24 ago 2009 . Actualizado a las 10:32 h.

Durante años fue uno de los secretos mejor guardados de la industria farmacéutica estadounidense. Los llamados «estudios científicos fantasmas», obras de investigación escritas en realidad por trabajadores de grandes corporaciones pero que más tarde eran atribuidas a prestigiosas universidades, han conseguido colarse en la última década en algunas de las revistas científicas más importantes del mundo. Esta práctica fraudulenta, y cuyo único objetivo es promocionar los nuevos medicamentos en el mercado, podría tener los días contados. Así lo desean varios senadores republicanos, quienes esta semana llevaban hasta el Capitolio un proyecto de ley cuya base es poner fin a lo que muchos consideran como un claro caso de conflicto de intereses.

«Básicamente, el problema reside en que muchas veces los doctores que firman el artículo casi ni se lo han leído, ni mucho menos han trabajado en él. Durante años hemos pedido que alguien pare este mercado de estudios falsos, pero hasta ahora nadie nos había hecho caso», aseguró al periódico The New York Times el doctor Carl Elliott, profesor de Bioéticas en la Universidad de Minnesota y un fiel entusiasta de la propuesta republicana. El principal problema de estos informes reside en que, al contrario que las investigaciones normales, los falsos estudios tienden a resaltar las cualidades de un producto y a minimizar sus efectos secundarios.

El origen de todo

Para entender el verdadero alcance de esta práctica fraudulenta habría que remontarse hasta el año 1997, fecha en la que saltó a la luz el primer escándalo de un producto dietético que los estudios aseguraban que no tenía efectos secundarios, y que más tarde tuvo que ser retirado del mercado al causar la muerte de varios pacientes por hipertensión pulmonar. Algo parecido ocurrió también recientemente con relación a una hormona utilizada en casos de menopausia y fabricada por la farmacéutica Wyeth. Este medicamento fue recomendado en estudios firmados por varias universidades. En todos los artículos los autores desdramatizaban los posibles efectos secundarios, como el incremento de cáncer de mama, los ataques cardíacos o la demencia. Entre los facultativos implicados se encontraban al menos tres doctores de la prestigiosa Universidad de Columbia, quienes nunca explicaron por qué firmaron un texto en el que no habían colaborado.