Espartaco y Ponce triunfan ante su público pontevedrés

M. Escauriaza / M. Conde

SOCIEDAD

03 ago 2009 . Actualizado a las 02:02 h.

Tres orejas para cada uno y por la puerta grande. Espartaco y Enrique Ponce vivieron ayer otra jornada de comunión con el público pontevedrés. El primero, después de muchos años, regresaba para celebrar el 30.º aniversario de su alternativa, y se fue agarrando un puñado de tierra del coso en el corazón. Y el segundo dio muestra de su arte, como suele ser costumbre en la ciudad del Lérez, y de su amistad con el veterano matador. Morante de la Puebla, que completaba la terna, defraudó al público que, si bien valoró que los astados de Alcurrucén que le tocaron en el lote fueron todo menos ejemplos de bravura, el diestro sevillano pareció dejarse arrastrar por la apatía hasta extremos irritantes.

Para Espartaco, la de ayer fue una jornada especialmente emocionante, ya desde la mañana, cuando descubrió la placa en su honor que los Lozano le han brindado en el patio de cuadrillas del coso pontevedrés. Acudió con su hija Alejandra, a quien por la tarde brindó su primer astado, Clarinete, y a quien emotivamente se abrazó cuando logró la primera oreja de la tarde por su faena. El de Espartinas demostró que a pesar de su retiro conserva la forma y los detalles de su toreo. Consiguió bonitos lances con series de derechazos que culminó con pases de pecho. Su estocada, certera. En su segundo, Amable, perfeccionó aún más la fórmula, consiguiendo dos apéndices.

Ponce, que brindó al matador su segundo toro -el primero al ex Mecano José María Cano- brilló con su habitual elegancia, su ritmo pausado y llevó a sus dos astados a donde quiso. En el primero, el presidente le dio las dos orejas al momento, aunque en el segundo falló en parte con la estocada. Las peñas se rindieron a su técnica.