Sangre y nieve en «Redrum», una colección inspirada en «El resplandor», de Kubrick

A. A.

SOCIEDAD

07 mar 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Una pasión desmedida por el cine y un pasado lúgubre marcado por su vinculación a la funeraria familiar se integran en la peculiar imaginería de José Castro, muy atraído por lo morboso y lo oculto.

Sangre y nieve, rojo y blanco forman el binomio sobre el que se sustenta Redrum , su última y exitosa colección. Redrum era en El resplandor, de Kubrick, el cuarto rojo (red room en inglés) en el que Jack Nicholson coqueteaba con la muerte, pero además significaba asesinato (murder) , al leerlo al revés. Las modelos de Castro impactaron en la pasarela madrileña por la calidad de las prendas, pero también por manchar sus vestidos níveos con las manos ensangrentadas al desfilar. Una imagen poderosa.

«El silencio del paisaje nevado y el color de la sangre causan la locura de Jack Nicholson, y esos son los elementos básicos de mi colección. Kubrick es la elegancia por encima de todo -precisa-, pero también hay oscuridad y decadencia en El resplandor», lo que el diseñador simboliza envolviendo en mallas el rostro de algunas modelos.

La conexión de José Castro con el cine llega a ser obsesiva. Ahora está prendado de la estética de Nosferatu , de Murnau, y hasta duerme con la música creada para la versión en deuvedé. Para escenificar Redrum sus ayudantes tuvieron que zambullirse en el mundo de Kubrick. «Todos vieron El resplandor muchas veces, pero es mucho más que eso. Cuando caminábamos por la calle íbamos pendientes de buscar referencias a la película en prendas de vestir y otros objetos», aclara.

El lema de su colección, Todo hombre mata lo que ama , es una frase de Oscar Wilde que entronca a la perfección con su percepción tenebrosa y misteriosa de la vida: «os corvos», como le gusta decir a Castro. O también: «la Galicia brutal y tribal», que es la de su infancia. «Es la Galicia de la matanza del cerdo, o la de aquellos chavales que íbamos al cementerio de A Cañiza para matar ratas con la escopeta de balines, o la del niño que guardaba sus fotos en un ataúd de bebé para asombro de las visitas».

Pero también es la de la niebla o la escarcha, que el autor lleva igualmente a su última colección. «Hay mucho de Galicia en Redrum , como la xiada sobre los abrigos [se ve en la fotografía que ilustra la influencia de Ridley Scott] o los pantalones de chapapote».

Era su padre el que lo llevaba de pequeño al cine en Ribadavia para ver películas fantásticas o de terror. «Una de las imágenes que se me quedaron grabadas fue la de unos gusanos que salían de los ojos de un maniquí, pero no recuerdo el título», admite.

Con el tiempo, cine y moda se fundieron para formar un universo propio truculento, pero único. Blade runner, de Ridley Scott, es otra de sus influencias. «Es imposible ser más sofisticada que Rachael (Sean Young), la protagonista. Sus abrigos enormes tienen mucho que ver con esta colección». Y Castro se pierde entonces en su veneración por el filme: «Es futurista, y además tiene una moda muy de los cuarenta... No puede haber un futuro sin un pasado, y todo ese juego de contrarios me fascina. Es esa búsqueda del contraste la que me llevó a pintar los labios de amarillo limón».

Chaplin, y en concreto El chico , irrumpió en su universo desde las primeras colecciones. En esta, con los pantalones amplios y las levitas.