Los cambios bruscos de tiempo se repiten en España desde el siglo XVI

SOCIEDAD

17 dic 2008 . Actualizado a las 19:25 h.

Cuatro meses sin lluvia en primavera, aguaceros torrenciales en verano, otoños llenos de hielo seguidos de inviernos cálidos... ¿la España del 2008? Sin duda, pero también el Toledo de 1610. Un estudio realizado por ?Juan Santisteban, del Grupo de Investigación sobre Paleoclimatología y Cambio Global de la Universidad Complutense de Madrid, demuestra que las locuras climáticas se suceden en España desde finales del siglo XVI.

Según Santisteban, en los siglos XIV y XV el clima era muy regular, pero una vez terminado el XVI, los episodios meteorológicos extremos se generalizaron. Empezaba la Pequeña Edad de Hielo, que, en una tierra sin glaciares como España, supone precisamente este desbarajuste, aunque sus consecuencias eran muy malas: «Con cada temporada de sequía muchos campesinos morían y otros emigraban, algo que se repitió hasta el siglo XX. Y como no había pantanos, las sequías y las lluvias torrenciales traían plagas, paludismo, fiebres... tanto que en el XVIII, en los gobiernos ilustrados, se decidió sanear los humedales porque los campesinos se morían y no quedaban brazos para trabajar en el campo». Era «una catástrofe social», así como «un castigo divino». Y ahí precisamente es donde entra el estudio de Juan Santisteban: él y su equipo analizaron los 112 volúmenes de las actas capitulares de la catedral de Toledo, que registran la vida diaria de 1466 a 1599; el libro que empezó Juan Bautista de Chaves Arcayos (quien incorporó sus propias noticias a los textos anteriores); y 331 libros capitulares que abarcan de 1464 a 1914 y que completan las actas.

Al final, contabilizaron 341 situaciones de sequía (habitualmente en la primavera, que era la época de la siembra), 94 acciones de gracias porque Dios había escuchado sus plegarias y la lluvia había regresado y hasta 36 peticiones de que dejase de llover (normalmente en verano, para poder recoger la cosecha). Juan Santisteban explica que, «como se ve, las lluvias a destiempo eran menos frecuentes».

El mapa de las sequías, según el trabajo que recoge los datos del Instituto Geológico y Minero de España y de la Universidad de Barcelona, coincide con una situación anticiclónica en las Azores.

El estudio concluye que la percepción de la sequía es psicológica, y que hoy nos molestan más los imprevistos: «Queremos que llueva, pero solo por la noche, para no mojarnos y porque ya hemos recogido la ropa del tendal», por no hablar de que no es lo mismo abastecer a 14 millones de personas (la población del siglo XVII) que a los 45 actuales.

Santisteban no rechaza con todo ello el fenómeno del cambio climático, ni mucho menos: «Creo que con nuestra forma de vida lo aceleramos y provocamos más consecuencias. Por ejemplo, construir una urbanización en Canarias en una ladera desierta es un peligro. Por eso allí jamás ha habido un pueblo».