Los expertos dicen que la felicidad es un estado íntimamente relacionado con las expectativas. Si estas se cumplen, uno puede ser feliz en condiciones difíciles -«yo no me quejo de mi vida, eran los míos y me necesitaban, y por eso los atendí», reflexiona Alicia- pero lo peor es cuando la realidad dista mucho de lo que se espera: «Cuando salió la ley pensaba que era maravilloso que alguien se acordase de mí, pero llevo año y medio peleando para nada. Las enfermedades no me hundieron, pero la Xunta sí que me va a hundir».