La plaza de la Expo lleva el nombre de su joven inspirador

SOCIEDAD

La gallega Milagros Rodríguez consigue que Zaragoza recuerde a su hijo Lucas

06 dic 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

La gallega María Milagros Rodríguez estaba ayer emocionada hasta las lágrimas. La junta de portavoces del Ayuntamiento de Zaragoza determinó poco antes del mediodía que la plaza principal de la Expo de Zaragoza, que se enmarca entre el palacio de congresos y el espectacular puente de la arquitecta Zaha Hadid, tendrá el nombre de su hijo fallecido, Lucas Miret Rodríguez.

El nombre es ahora casi desconocido, pero dentro de unos años formará parte del vocabulario de los zaragozanos, de los aragoneses, y tal vez alguno se pregunte a quién se honra con tan importante espacio.

Lucas Miret es la razón de que Zaragoza celebrase una Expo. Este joven aragonés de ascendencia gallega murió en 1996 víctima del sida, enfermedad de la que se infectó tras una transfusión que trataba su hemofilia. La muerte de Lucas hundió a sus padres y hermanas en un abismo del que salieron gracias a un proyecto: pensar, crear y poner en pie la Expo.

La artífice de la idea fue la propia Milagros. Lo explicaba a La Voz hace unos meses: «Tras la muerte de mi hijo, mi marido [Carlos Miret, arquitecto y urbanista], se hundió. Soy psicoanalista y sé, porque lo oigo todos los días en la consulta, que si él se destruye se destruye todo a su alrededor. Así que le propuse que hiciera algo por su hijo».

Diez años de esfuerzos

La idea fue, enseguida, una exposición que colocase a Zaragoza en el mapa, la dotase de infraestructuras para el futuro y le diese prestigio al recién elegido alcalde, el por entonces ex ministro Juan Alberto Belloch.

Así, en 1998, surgió una idea que el pasado verano se convirtió en realidad. Tras diez años de esfuerzos, el matrimonio Miret Rodríguez cedió la propiedad intelectual de la Expo al Ayuntamiento de Zaragoza a cambio de un euro. «Yo dije -recordaba también desde La Voz Milagros- que me conformaba con que un lago del recinto se llamase Lucas». Y el ejecutivo local, sabedor de la importancia de esta obra para la ciudad y para el matrimonio, le ha concedido el nombre de la plaza principal del recinto.

Por eso Milagros no podía resistir el llanto -«porque mi hijo pasará a la historia»- y, aunque ella se sigue sintiendo profundamente gallega, en Zaragoza tiene su vida y, a partir de ahora, el mayor legado que una madre, que unos padres, le pueden dejar a su hijo fallecido: un proyecto ilusionante que ha dado la vuelta al mundo y un espacio público que sirve de encuentro y de vía de entrada al diálogo y el entendimiento.