La «joven de la selva» está aún bajo atención psicológica por inadaptación

EFE

SOCIEDAD

La chica, de 27 años, huyó de su familia adoptiva hace unos meses para volver a la jungla.

11 nov 2008 . Actualizado a las 14:49 h.

La misteriosa «joven de la selva» camboyana que hace casi dos años conmovió al mundo con su aparición tras dos décadas en paradero desconocido, aún hoy tiene problemas para adaptarse a la sociedad, pese a la ayuda psicológica recibida.

De la mano de su padre, caminando tímidamente, Rocham Plieng se acercó y se sentó, tranquilamente, en un sencillo banco de madera para recibir a la nueva unidad móvil de atención psicosocial de Psicólogos sin Fronteras-ONGD (PSF), que empezará a dispensarle tratamiento continuo y sistemático con la finalidad de ayudarla a reintegrarse en sociedad.

En enero de 2006, unos leñadores sorprendieron a la joven desnuda y robando comida en la jungla de Ratanakiri, en el noreste de Camboya, donde, supuestamente, habría vivido sola durante casi dos décadas tras perderse siendo una niña de siete años mientras cuidaba unos búfalos.

Bautizada como la «joven de la selva» por un mundo asombrado por su historia, Plieng parece, a primera vista, una chica normal, algo ensimismada, que se deja ver por el patio de su modesta casa de madera en la remota aldea de Oyadaw.

Aceptar compañía o sonreír son algunas de las cosas que ha aprendido esta ya mujer de 28 años desde que vive con una familia, convencida de que ha recuperado a la niña que, según cree, les fue arrebatada un día por los espíritus del bosque.

Poco queda de aquella chica asilvestrada que cuando reapareció hurgaba en la tierra en busca de gusanos para comer y que huía ante la presencia de otras personas.

Incluso ha ganado peso, gracias a la regularidad de las comidas que le proporciona la familia.

«Hemos logrado que ya esté preparada para enseñarle habilidades sociales, a tener conductas adecuadas en su contexto», explicó a Efe Héctor Rifá, el psicólogo que la atiende y profesor de la Universidad de Oviedo (España).

Una deficiencia auditiva, secuela de la malaria o quizá de una infección, es la principal dificultad para romper el caparazón en el que la chica vive todavía recluida desde sus años en la selva.

A salir de la cáscara, a que se relacione y normalice su vida se va a dedicar el equipo de expertos, cuya labor financia la Agencia Española para la Cooperación Internacional al Desarrollo (AECID), y que desde hace tiempo trabaja en esta región camboyana habitada por las etnias Jarai, Tampuan y Phnom.

«Al principio reía sin sentido pero ahora ya empieza a contextualizar las sonrisas», indicó Rifá, experto en técnicas de observación aplicadas a las comunidades indígenas de Ratanakiri.

Según Rifá, para normalizar la vida de Pleing fue vital mantenerla en la casa familiar de Oyadaw, una pequeña aldea situada a unos 20 kilómetros de la frontera con Vietnam, y a la que sólo se llega recorriendo un interminable camino de barro y plagado de baches.

De aquel revuelo que desató la avalancha inicial de periodistas y curiosos que se volcaron alrededor de la casa para ver a la criatura salvaje ya no queda ni rastro.

De rechazar todo contacto, dar la espalda a otra gente y evitar la mirada, la chica ha pasado a saber estar en compañía, se sienta derecha, muestra emociones y responde a estímulos.

«El suyo no es un problema de deficiencia mental sino de adaptación en el medio en el que se encuentra», aseguró el psicólogo, quien también rechazó tacharla de salvaje apelando a algunas habilidades de la chica que revelaban restos de educación.

«Sabía pinzar con los dedos para coger una cuchara y era capaz de verbalizar algunas palabras, aunque no sabemos en qué lengua», dijo Rifá.

Pero el camino a recorrer todavía es largo. Enseñarle a lavar la ropa o a ser capaz de ir a comprar al mercado es el siguiente paso que se ha fijado el nuevo equipo de PSF.

Se trata de una terapia dirigida no sólo a la chica sino también a la familia y al resto de vecinos de la aldea, donde sigue siendo vista como la salvaje poseída por espíritus.

Lo que la terapia probablemente no conseguirá es esclarecer cómo sobrevivió en la selva, cómo era su vida o si estuvo acompañada.

¿Quién le enseñó a dibujar? ¿La marca en la muñeca es porque alguien la retuvo atada, o porque quedó atrapada en una trampa de algún cazador furtivo? ¿Es realmente la chica que sus padres reclamaron como la niña que se había perdido 18 años antes?

Y lo más enigmático. Cuando la capturaron, ¿le acompañaba un chico?, ¿quizás el primo que se perdió con ella, y que algunas versiones enriquecidas lo describen pintado como un tigre y armado con un machete? Y si es así, ¿dónde está su compañero?

Son preguntas que quedarán sin respuesta.

«De ella sólo sé que un día apareció en la selva», concluyó Rifá.