Luis Blanco permaneció ayer todo el día en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa de Madrid, sin el móvil a mano, y ajeno a la expectación que su investigación había generado. Una de las primeras llamadas que recibe por la tarde en su despacho es la de La Voz. «Me alegra mucho que me llame un periódico gallego -dice sin apenas dar lugar a las presentaciones-, me alegra más que si me hubieran llamado desde Londres o Nueva York». No en vano, su investigación, en la que ha trabajado con el equipo de Aidan Doherty, de la Universidad de Sussex (Reino Unido), ha traspasado fronteras.
Hecha la primera presentación, Blanco vuelve a la carga en un afán de remarcar sus raíces: «Llevo 25 años años en Madrid, pero soy muy coruñés, no te puedes ni imaginar hasta dónde», precisa sin mediar pregunta. Luis Blanco empezó a trabajar en el centro Severo Ochoa, donde hizo la tesis, en 1982. Desde el principio colaboró con la prestigiosa científica Margarita Salas en una prolífica relación profesional de 16 años.