26 mar 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

EL buen tiempo es un concepto relativo. Para unos, siempre sol; para otros, nubes y claros. El buen tiempo, ayer, fueron cinco minutos, poco después de las siete de la tarde, en que el viento huracanado se calmó un rato, salió el sol entre las nubes que iban atropellándose por el cielo y pudimos ver la primavera. El viento loco, que en la ciudad se ha empleado contra uralitas, vallas, contenedores y carteles, en el campo ha hecho una criba entre los árboles viejos, sobre todo contra estos que crecen en los taludes y que no tienen tierra a la que agarrarse más que por un lado, que son como árboles-península. Las lluvias fuertes de los últimos días hicieron su labor de desgaste y el viento vino a rematar la tarea. Cayeron castaños de esos que crecen en candelabro en torno a un solo tocón original y eucaliptos plantados en prados húmedos que deberían estar criando hierba y que no dan soporte firme a fustes tan altos. Los caminos se llenan de palos. En la aldea, estos son días de motosierra. El paisano hoy ya no va en su carro con un tronzador, esa sierra de tamaño familiar que funciona con un currante en cada extremo; el paisano hoy llega al derribo en su utilitario o en su Mercedes, abre el maletero y, como un Mad Max cualquiera, desenfunda la motosierra y en un plis plas está otra vez el camino rural totalmente despejado. Y es que las cosas se modernizan y ya sabemos que no todo nos lo va a arreglar el Gobierno.