Música de primavera

SOCIEDAD

08 feb 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

LOS PERIÓDICOS, a veces, vienen horribles. El resumen semanal de la televisión aparece plagado de imágenes de muerte y masacre. El pollo industrial se venga del género humano. La batalla preelectoral aviva las tensiones y endurece las críticas. La justificación de la guerra de Irak se debate entre sospechas. Y mientras tanto, en la vida libre, en las silveiras y en los parques públicos, se casan los pajaritos. Amanece y estalla el concierto de los enamorados, en allegro con brío o aun más. Es un chorro de trinos del xirín, el malvís, el mirlo y la papuxa pisándose las frases, con los papos a punto de reventar. Se nos echa encima la estación del amor, y nosotros metidos en terrores. Así que hay que hablar del amor, el pobre, insultado y ninguneado desde los tiempos de Alceo («Amor, el más terrible de los dioses...»), que no figura en la Constitución ni sale en la prensa seria. Y sin embargo, si nos fijamos, resulta que sí, que sale. Ahí están los obispos, defendiendo el amor a condición de que pase por la sacristía. Y la medicina, descubriendo que si disfrutas de un amor con buena definición (que se diría en el fútbol), la próstata te lo ha de agradecer. Siendo optimistas veremos que el amor domina, incluso, los discursos de la precampaña electoral, que nos parecían tan agrios. El amor de José Luis por todos nosotros se expresa, por ejemplo, en una oferta masiva de buenos pisos de alquiler. Y el de Mariano, para empezar, con una nueva rebaja de impuestos. La estación alcanza a Rajoy y a Zapatero: suenan como los mismos ruiseñores.