Una noche en 60.000 años

Juan Gómez-Aller A CORUÑA

SOCIEDAD

Cuatrocientos coruñeses se reunieron junto a la Casa de las Ciencias para echar un ojo a Marte a través del telescopio. «Es una naranja pequeña», juzgan los asistentes

28 ago 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

La última vez que Marte asomó por Galicia como lo hizo ayer de madrugada no había ni Galicia. Semejante carambola planetaria convirtió la explanada del monte de Santa Margarita, en pleno centro de A Coruña, en un planetario a reventar. Hasta la Casa de las Ciencias -que sí tiene un planetario de los de pantalla semiesférica, asientos y proyector- llegaron de toda la ciudad cuatrocientas personas que buscaban echarle un ojo al planeta que más fascina a la Tierra. Doce y cuarto de la noche, y los cuatrocientos de Marte miran hacia una nube como un solo hombre. «Sesenta mil años, y ahora esto», se queja Arturo, que tiene en su mano un ejemplar de Cosmos, el libro del astrónomo Carl Sagan. La nube se resiste, pero los ojos no se rinden. No hay muchos pestañeos. Caen tres gotas. Miradas de desespero. Al fin, veinte minutos después, una luz brillante -muy brillante- aparece al este de la torre de Hércules. El improvisado planetario aplaude a reventar. Telescopio Toca telescopio, pero los tres que hay apenas dan para todos. Marcos Pérez, director técnico del Planetario -el de la pantalla semiesférica-, tira de artillería pesada. Trae a hombros un telescopio electrónico y lo enchufa a un coche aparcado cerca. Se escuchan vítores. Luego, como el jurado de un concurso gastronómico, cada uno da su veredicto. «Es pequeño, se parece a una naranja», dice Pilar Rodríguez, una de los cuatrocientos seguidores de la martemanía. Allí arriba, mientras los satélites de la NASA giran alrededor de Marte, el planeta brilla como nunca. Los telescopios son relativamente potentes, pero no satisfacen a uno de los más pequeños que se acercaron hasta el lugar. «Buscaba al Principito, pero no está», dice Pablo, uno de los pocos niños a los que sus madres permitieron violar la norma de acostarse y lavarse los dientes antes de las nueve. Marte se veía pequeño, pero como decía precisamente el zorro al que domesticó el Principito, «lo esencial es invisible a los ojos». Y eso que no se podía ver por el telescopio era la fascinación magnética por el planeta rojo. Pathfinder «Allí, en algún lugar, está tirada el Pathfinder», recuerda Carlos Sánchez refiriéndose al robot enviado por Estados Unidos a Marte hace varios años. Y llega la pregunta. ¿Alguna vez hubo vida allí? Carlos se ríe cuando la hace otro de los cuatrocientos, y pone voz de marciano de la película de Mars attacks! invadiendo la Tierra: «Yak, Yak, no corráis, somos vuestros amigos». El otro responde con otra cita de cine, una frase de Jodie Foster en Contact : «Y si solo estamos nosotros (en el Universo), qué increíble cantidad de espacio mal aprovechado». La concentración, organizada por la Casa de las Ciencias y la Agrupación Astronómica Ío, concluye poco a poco. Hacia las dos y media allí sólo queda un invitado, el único que no falta nunca a la cita nocturna en el monte de Santa Margarita: el planeta rojo.