En Xinzo se vistieron de romanos para atravesar el río Limia bajo las órdenes de Décimo Junio Bruto
SOCIEDAD
En Xinzo de Limia, allá por el año 137 antes de Cristo, no vivían ni Astérix ni Obélix. Por eso, ante la falta de una poción mágica, los habitantes de aquellas tierras decidieron enfrentarse a las tropas romanas a golpe de leyenda. O de trola, que viene a ser lo mismo. Así, se propagó una superstición según la que todo aquel que osase atravesar el río Lethes (o Limia) perdería la memoria. El miedo al olvido, al «esquecemento», paralizó las filas romanas hasta que su general, Décimo Junio Bruto, arrebatando el estandarte a uno de sus hombres, cruzó en solitario el cauce del río. Consiguió dos cosas: cubrirse de gloria y que las tropas se echasen al agua con sus recuerdos a salvo. Los limianos recrearon en la segunda edición de la Festa do Esquecemento este hecho histórico. Ataviados con corazas y capas y estandarte en mano, escenificaron la escena y no dudaron en adentrarse en las cenagosas aguas del río Lethes que ayer coqueteó con el mes de agosto y bajó con poca agua. Apenas una decena de elegantes soldados (la legión de Cartagena, con los trajes más elaborados, se limitó a desfilar y pasó de mojarse los pies) así como un par de jinetes locales protagonizaron el acto central del día, junto a la batalla entre castrexos y romanos que costó lo suyo, con la pesada losa del sábado noche. Después de la larga espera -el acto se retrasó más de una hora- el remojo ajeno supo a poco. Los minutos a orillas del Limia sirvieron para que una se convenciera de que todos sus esfuerzos por confeccionar un fondo armario decente (ya se sabe, arreglada pero informal) no sirven de nada. Ni sandalias de tiras, ni diadema, ni túnica... Sin ajuar histórico no se va a ninguna parte. Y menos viajar en el tiempo. Pero a veces querer es poder. Que se lo digan a los romanos con chancletas de plástico, gafas de sol y móvil. ¿Quién dijo que la historia estaba reñida con el progreso?