Vigo, bajos fondos y miradores

SOCIEDAD

20 ago 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

Y dicen que Vigo es feo. Y sólo sus avenidas ya merecen verse, esas anchuras de ciudad de veras, esos edificios soberbios, el claroscuro de los árboles del Castro, las vistas de Cíes, tumbadas al último sol de la tarde, la calle dos Perigos, la bodega del Diego, el punkie detenido, un balcón museo, una ventana mora, las miradas de los bajos fondos, los miradores altivos... Dicen del tráfico de Vigo y en el paseo de Alfonso XII un automovilista frena sin que lo ordene el semáforo para dejar pasar al peatón. Dicen que Vigo es feo y marchan en estampida a Samil o similares, playas atiborradas al fin y al cabo. Que vayan. La ciudad queda vacía. No en A Pedra, donde las ostras y los nikis de baratillo atraen mucho la atención. -¿Me pone media docena? -No. -¿Ya no le quedan? -Quedan. -¿Y luego? -Y luego tampoco. -Ya, pero ¿por qué no me vende media docena? -Están vendidas. La ostreira no andaba con paños calientes. El de al lado sí. Abre que te abre, dando conversación: 23 años en el puesto y aún arrastra acento argentino, este año encontró cinco perlas, son como las de los collares, pero pequeñitas. Como era tarde, se pusieron a recoger. Donde antes había ostras apareció una colección de cedés. Los basureros se llevaron las conchas y un rezagado barrió la calle con escoba y polvero (ferrolanismo por recogedor). Casi se lleva una sandalia turista. Había que irse, y yéndose, apareció el barrio antiguo, que desemboca en Portugal. Una pereira custodia la casa más antigua de la ciudad, rehabilitada por Alfonso Penela y cedida «gentilmente» por el Concello al Gobierno portugués. Es la sede del Instituto Camoes, la única que no está en la capital estatal, y aunque está cerrada (al público), Rita la enseña como si le fuera en el cargo (licenciada en Relaciones Internacionales). La biblioteca, el Cancioneiro Geral, los exámenes de portugués... Sigue la travesía. Una voz: «Algo pasó fijo». Hay mucha policía, un punkie detenido; «ese tío me dio un hachazo». Lo dice uno ileso de todo. También se lo llevan, él pide tiempo. Entra en el bar Sandokan y sale con una maleta. En la Rúa Alta con San Xulián, una casa con balcón, en el balcón un barco azul, una virgen en proa, un avión-ventilador, calas, geranios, cachivaches, quién vivirá ahí. ¿Un cliente de la bodega del Diego, que abre a las cinco para empezar con el vino, la brisca y el licor café? El licor lo ponen en vasos de agua, hasta arriba. Es un lugar duro, clientes duros, juego duro, vida dura, tatuajes viejos, caras de súplica, gritos, ¡cállate!, ¡cállate!, un señor con dos relojes, el de la mano izquierda al revés, con las seis en las doce. -¿De dónde vienes? -De Coruña -(todos) aggghhhhhhhh!!! -No, no, de Ferrol -Agggghhhhh!!! Era de broma. Hicieron un homenaje cantando como en Ferrol. Y se preocuparon mucho de que la señorita no se asustase con lo que veía. Gente buena. Se despidieron con este consejo: «Ve despacio».