Abordaje pasado por agua

Xurxo Fernández Fernández
Xurxo Fernández A CORUÑA

SOCIEDAD

«En la fiesta de la Cutty Sark ligas seguro», me dijeron. «De un barco es más difícil que se te escapen». Ya. Hubo una que hasta prefirió lanzarse al mar

28 jul 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

Vikingas noruegas, marineritas francesas e, incluso, grumetillas italianas. Todas cansadas de la soledad del mar y dispuestas a establecer contacto amistoso con la gente del puerto que las acoge. Eso creía yo. Y eso debieron pensar los cien coruñeses que comparten, a duras penas, la cubierta del velero Juan de Lángara con una alemana de 16 años y cuatro chicas que, su acento no engaña a nadie, son tan extranjeras como la tortilla de patatas. Siguiendo la ley de Murphy -lo único foráneo asequible de momento- no hay vino de cartón para todos y la estrechez del barco hace pensar en un motín a bordo. En el resto de los veleros reina el silencio, salvo en un par de embarcaciones italianas, donde son los reyes del espagueti quienes triunfan con unas entregadas oficiales de enlace. Ante la limitada oferta de importación, se impone una apuesta por el producto nacional. Hay una españolita de pelo rubio que llama poderosamente la atención. Comete el error de bajar del bote a excesiva distancia de sus amigas. Y claro, uno se siente pirata por un instante y se lanza al abordaje: «Hola cara linda, ¿cómo te llamas?». Se llama María y ¡sonríe! Es el momento de darlo todo, de pedirle que deje de buscar al hombre de su vida. Acaba de encontrarlo. Y justo ahí, aparecen dos muchachotes de la armada rusa que se hacen con mi codiciado botín. Cuando me doy la vuelta para protestar oigo un chof y la rubia, ¡mi rubia!, la futura madre de esos hijos que ya nunca tendré, aparece dando brazadas en medio del agua. Dudo en lanzarme tras ella pero, al fin y al cabo, sólo sé su nombre y su cara no es tan linda y quizá sea rubia de bote y bueno, que se me pasó la vena pirata. Naufragado por segundo día consecutivo, me dispongo a abandonar la fiesta. «Oye, ¿para bajar a los barcos?». Ocho, ¡ocho chicas!. Y de carne y hueso. Yo que nunca había logrado reunir tantas en un solo sueño. Por supuesto, las acompaño de vuelta. Antía, pañuelito en la cabeza, resucita en mí olvidados instintos corsarios. Morena, pelo largo, estudiante, simpática. Apunta maneras. Pongo cuidado de que esta no escape nadando. Pero, ni siquiera le hace falta saltar por la borda. Ya están sus amigas, versión femenina del séptimo de caballería, para rescatarla. Hundido, de vuelta al hogar, encuentro a dos colegas del curro: «Ni lo intentes, eh, que con nosotras no vale». Ssstupendo , ya ni en casa.