
Con la calculadora en la mano, algunos agoreros se dedicaban a descalificar Friends por el incoherente nivel de vida de sus protagonistas. Expertos en economía doméstica se olvidaban de dejarse llevar por el humor y se dedicaban a puntualizar que aquellos seis veinteañeros con trabajos precarios nunca podrían permitirse vivir en aquellos pisos enfrentados en el corazón de Manhattan y pagar los recibos a tiempo.
Pasadas las décadas, aquellos seis amigos de juventud podrían haber desembocado en los seis protagonistas de Las cuatro estaciones (Netflix), tres parejas en la mediana edad que conservan su amistad desde la universidad. Ellos ya pueden pagar las facturas y tienen por costumbre regalarse cuatro espléndidos viajes en grupo al año para ponerse al día. En cada encuentro, algunas cosas se mantienen como siempre, y, en otras, la vida se va cobrando su peaje.
Las cuatro estaciones es una actualización comandada por Tina Fey a partir de la película del mismo título que dirigió y protagonizó en los ochenta Alan Alda, aquí, a sus casi 90 años, estrella de un emotivo cameo. De la mano de la actriz de Rockefeller Plaza, la serie evoluciona hacia una comedia agridulce sobre las huellas del tiempo y la insalvable monotonía cotidiana. Como sentencia su personaje, «incluso en un trío alguien tiene que limpiar la freidora de aire».