«La pareja perfecta»: Buscando al culpable de un misterioso crimen

Borja Crespo MADRID / COLPISA

PLATA O PLOMO

ALLISON DINNER | EFE

En una mansión lujosa aparece el cadáver de una de las personas invitadas a una boda millonaria. La búsqueda del culpable del crimen deriva en un baile de máscaras

24 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Cualquiera que se ponga chanclas fuera de casa «debe ir a la cárcel», así reza una de las frases promocionales de La pareja perfecta, nueva miniserie apadrinada por Netflix con la inefable Nicole Kidman a la cabeza del nutrido reparto. Es un diálogo extraído de la misma que sintetiza el espíritu de una propuesta que habla, sobre todo, de cómo las apariencias engañan, todo un clásico, atendiendo a una exitosa fórmula: un reparto coral se enfrenta a las acusaciones de un extraño asesinato.

A partir de la novela de Elin Hilderbrand, con la actriz y guionista Jenna Lamia como showrunner, a lo largo de seis capítulos se alternan flashbacks y escenas de interrogatorio en busca del culpable de la muerte de una de las invitadas a una boda grandilocuente. Todos son sospechosos desde el momento en el cual aparece un cadáver flotando en el mar. Por supuesto, el accidentado matrimonio tiene lugar en un sitio idílico. Una chica de familia modesta se une en primeras nupcias con un niño rico cuyos progenitores nadan en la abundancia, pero no solo de dinero, también de secretos y mentiras.

Al principio, superficialmente, La pareja perfecta puede recordar a la magnífica The White Lotus, debido al escenario en el que sucede la intriga y los diálogos, pretendidamente ingeniosos, entre los diferentes personajes, con menos chicha que la serie de HBO. Además, comparten una actriz de su segunda temporada, Meghann Fahy.

Sin embargo, el argumento resulta más basto y tira de una remesa de giros de guion, alguno descabellado, a la hora de desarrollar la premisa de partida, sin desviarse del rompecabezas. Las fichas se van colocando sobre el tablero, se van desvelando misterios, a medida que vamos conociendo la verdad a través de las confesiones de los diferentes jugadores en escena. Este esquema resulta infalible en el terreno de la ficción televisiva. Una reunión de varias personas con motivo de algún acontecimiento importante, por la causa que sea, deriva en una partida del Cluedo cuando aparece en escena la víctima de un homicidio sin móvil aparente.

Todos los presentes en el magno acontecimiento tienen algo que ocultar y un motivo para limpiarle el forro al muerto en torno al cual se va construyendo el puzzle.

La pareja perfecta, mimada formalmente, cuenta con un casting potente. De entrada, Nicole Kidman se muestra encantada en su papel de mujer de éxito, bella y adinerada, que esconde, bajo su imagen de matriarca millonaria, una inseguridad pasmosa y algún enigma inesperado. Su marido, interpretado por Liev Schreiber (Ray Donovan), también oculta algunos hábitos impredecibles, como el resto de los presentes en el proyecto de matrimonio fallido. Secretos de familia pudiente y de aspirantes a serlo. Burgueses en celo, con demonios internos y demasiadas miserias que enterrar a la vista de los demás. Con imágenes de postal que pueden recordar, salvando las distancias, a los cuadros de Edward Hopper, la serie recién estrenada, entre lo más visto estos días en streaming, tarda en enganchar y despista a ratos en su desarrollo pero ofrece algunos momentos realmente divertidos y tan solo dura seis episodios. No remata del todo la faena, especialmente en el desenlace, pero cumple con su objetivo principal de entretener.

Crimen en el paraíso Ambientada en la isla de Nantucket, situada en el estado de Massachusetts, La pareja perfecta se rodó principalmente en un pueblo costero llamado Chatham, en la Península de Cabo Cod. El escenario es un personaje más de la trama. La mansión de la pareja perfecta, que quizás no lo sea tanto, el matrimonio con pobres niños ricos ya crecidos, funciona como marco idílico de la hoguera de las vanidades, chocando fondo y forma. Adivinar, como espectador, quién es el asesino, vertebra la historia, aunque resulta ser lo de menos. Es la excusa vital para adentrarnos en la psique de los diferentes roles que también encarnan Dakota Fanning, Eve Hewson, Billy Howle y Jack Reynor, entre otros rostros sospechosos que también incluyen a la mítica Isabelle Adjani, aquí algo despistada.

Una muerte empaña el fiestón, enturbia la atmósfera de opulencia y el castillo de naipes se viene abajo. Kidman, madre de tres hijos malcriados, y Schreiber, su media naranja, el padre enrollado, ojo con él, se mueven entre la fastuosidad y el ridículo con gracejo. Son lo mejor de un conjunto que remite, inevitablemente, a la literatura de Agatha Christie, convenientemente destilada para el uso y disfrute del público generalista. Le falta la acidez y el ingenio de la recomendable The White Lotus, pero se defiende gracias a lo evidente.