«Jim Henson: La audacia de las ideas», nadie manejaba al padre de «Barrio Sésamo» y los Teleñecos
PLATA O PLOMO
Un documental en Disney Plus dirigido por Ron Howard retrata a Jim Henson como un genio visionario, obsesionado por unas marionetas que han marcado a varias generaciones
22 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.No hay ningún niño de la generación EGB que no sepa quiénes son Epi y Blas (Ernie y Bert en el mundo anglosajón). Que no haya aprendido a contar con el conde Draco (Count von Count en la versión original). Que no se haya reído con la cerdita Peggy persiguiendo a la rana Gustavo (Kermit the Frog en EE UU, la Rana René en Latinoamérica). Barrio Sésamo y Los Teleñecos (The Muppets) permanecen grabados a fuego en la memoria sentimental de los chavales amamantados por las dos cadenas de Televisión Española. Y todos saben que, en la sombra, el padre de aquellas criaturas de felpa era un fulano larguirucho con barba y pinta de hippy llamado Jim Henson (1936-1990).
Quizá solo George Lucas pueda medirse a su lado si hablamos en términos de influencia en la cultura popular. Henson inventó el programa educativo más revolucionario de todos los tiempos, Sesame Street, que sigue en antena 55 años después de que se emitiera su primer episodio el 10 de noviembre de 1969 (se puede ver en Max). Elevó el arte de las marionetas a una nueva dimensión, dirigió dos largometrajes que fracasaron en taquilla pero hoy son piezas de culto —Cristal oscuro (1982) y Dentro del laberinto (1986)—, y levantó un imperio del entretenimiento que acabó vendiendo a Disney tras 15 años de negociaciones.
Su temprana muerte a los 53 años impidió que fructificaran muchas de sus ambiciones empresariales y artísticas, que pasaban por clubes nocturnos, espectáculos de Broadway, cine de animación y parques de atracciones. Ron Howard, el director de Cocoon y El Código da Vinci, acaba de estrenar en Disney Plus el documental definitivo sobre Jim Henson, subtitulado La audacia de las ideas. Un retrato alejado de la hagiografía, que desvela a través de entrevistas con familiares y colaboradores y un material de archivo apabullante el retrato de un genio adicto al trabajo, que solo parecía ser feliz imaginando mil proyectos y llevándolos a cabo.
«Cuando mi padre trabajaba era como una criatura. Nada que ver con cómo estaba en casa, en el plató era libre», reconoce su hijo Brian Henson, también titiritero y cineasta. El creador de Coco y El Monstruo de las Galletas no dejó de trabajar ni cuando tuvo dificultades para respirar y tosía sangre, fruto de una infección bacteriana. Educado en la Iglesia de la Ciencia Cristiana, que antepone la oración al tratamiento médico, cuando Henson acudió al hospital ya no pudieron hacer nada para curar su neumonía. Dejó escrito cómo sería su multitudinario funeral, a ritmo de música de jazz, en la catedral de San Juan el Divino en Nueva York.
Devastado por el acné
El hombre que parió a la rana Gustavo con un viejo abrigo verde de su madre y una pelota de ping pong cortada en dos a la manera de ojos fue un niño del Misisipi rural que descubrió las marionetas en la Universidad de Maryland. Vio en ellas una manera de entrar en televisión. Allí conoció asimismo a su futura mujer y socia creativa, Jane Nebel, con la que diseñó los muñecos que brillaron en programas de los años 50. James Maury Henson era un chaval tímido con un rostro devastado por el acné que pronto ocultó bajo la barba y marcado por la muerte de su hermano a los 24 años en un accidente de tráfico.
De ahí el impulso vital que le llevó a embarcarse en mil aventuras creativas, cada vez más caras y arriesgadas. Como reflexiona una de sus hijas en el documental: «Como él quería hacer más de lo humanamente posible, nunca había tiempo suficiente». Su mujer supo alentar su creatividad y encarrilar el fabuloso éxito comercial de su arte. Cuando Barrio Sésamo era ya un fenómeno social, Henson prefirió que Jane Nebel se quedara en casa para cuidar de sus cinco hijos. Se separaron en 1986, aunque ella nunca se desvinculó de la marca Jim Henson.
El documental de Ron Howard permite entender qué pasaba por la cabeza de ese artesano multimillonario al que vemos agazapado y con el brazo levantado cada vez que daba vida a Kermit, su alter ego. Autor de piezas experimentales que hoy sorprenden por su audacia, realizó El Show de los Teleñecos en Londres tras no encontrar financiación en su país porque el productor Lord Lew Grade le daba libertad absoluta.
Contagiado del espíritu de la contracultura, del humor drogota y psicodélico de los 60 y 70, aunque él no tomara nada, el autor de Fraggle Rock —la primera serie de HBO— se adelantó a Pixar a la hora de entretener a niños y adultos. «Hay una honestidad e integridad en lo que estaba creando: lo hacía porque necesitaba crearlo», se escucha en este filme sobre un excéntrico y visionario titiritero, cuyo mensaje de tolerancia, convivencia entre razas y apología de la diferencia se hace hoy más necesario que nunca.