Míster Bean regresa 30 años después (ahora a Netflix)

Oskar Belategui MADRID / COLPISA

PLATA O PLOMO

ANDY RAIN | EFE

Rowan Atkinson ensaya una variación de su personaje en «El hombre contra la abeja», una serie con nueve episodios de 11 minutos

11 jul 2022 . Actualizado a las 09:45 h.

Una anónima chaqueta de tweed le basta a Rowan Atkinson (Consett, Reino Unido, 1955) para convertirse en Míster Bean. Tal como ha reconocido el propio actor, los orígenes del personaje beben de dos fuentes: el humor visual de los Monty Python y Monsieur Hulot, el inocente personaje de Jacques Tati desencadenante del caos a su alrededor. El último episodio de la serie que hizo multimillonario a Atkinson se rodó en 1995, hace la friolera de casi treinta años. Después ha habido dos largometrajes en cine (en 1997 y el 2007) y una aparición en los Juegos Olímpicos de Londres en el 2012. Se anuncia en preproducción una serie en la que el señor Alubia aparecerá envejecido.

El hombre contra la abeja, ya disponible en Netflix, supone el regreso a la pequeña pantalla de un cómico marcado por su criatura hasta tal punto que la ha explotado en dibujos animados o en breves sketches donde aparece cocinando o ejecutando trucos de magia. Atkinson es el protagonista absoluto de estos nueve episodios de unos once minutos de duración que la mayoría de los espectadores devoran de una tacada. No hace de Mr. Bean, pero parece su primo hermano. Peter Sellers en El guateque y, de nuevo, Jacques Tati, son los espejos en los que se mira. Del primero toma la comicidad que surge al destruir la propiedad y generar el caos; del segundo calca la incapacidad de emplear correctamente las nuevas tecnologías.

Divorciado y con una hija a la que quiere llevar de vacaciones, el protagonista de El hombre contra la abeja es un pobre diablo, un perdedor de manual, que se estrena en su trabajo como cuidador de casas de lujo. La mansión high tech repleta de obras de arte que queda en sus manos cuando sus dueños se van de vacaciones será el escenario del crimen. Una abeja indestructible le sacará de quicio y propiciará un desastre tras otro. Solo es cuestión de tiempo que se cargue aquello a lo que le han advertido que no se acerque.

A diferencia de Míster Bean, Trevor Bingley habla, aunque la mayor parte del tiempo no hay diálogos y prima el gag físico, el slapstick basado en los estragos. Rowan Atkinson hizo mudo a su personaje más célebre porque, de niño, el actor tuvo problemas a la hora de comunicarse. Además, así no había que traducirle a distintos idiomas. El hombre contra la abeja no aporta nada nuevo a la filmografía del creador de Johnny English. La estrategia de trocear la peripecia en nueve capítulos que transcurren en un suspiro sirve para disimular lo predecible de la comedia, que como largometraje hubiera resultado reiterativo hasta la extenuación. No todos son capaces de hilar un tropezón tras otro con la elegancia y el sentido de ritmo de Blake Edwards en El guateque.

El malvado capitán Edmund Blackadder de La Víbora Negra, que atraviesa la historia de Gran Bretaña desde el Medievo hasta la I Guerra Mundial, el cura desbordado de Cuatro bodas y un funeral y la voz del búcaro Zazu en El rey León son hitos en la carrera de este exalumno de Oxford que atesora un máster en Ingeniería Electrónica.

Coches de lujo

Divorciado de su mujer y madre de sus dos hijos, la maquilladora Sumetra Sastry, para vivir con Louise Ford, una actriz cómica treinta años más joven que él, Rowan Atkinson posee una colección de coches de lujo (escribe artículos en la revista especializada Car) que le ha jugado malas pasadas, como cuando sufrió dos espectaculares accidentes al volante de un McLaren y un Aston Martin.

Su humor blanco para toda la familia, imperecedero e internacional, no le impide hablar con claridad sobre los límites del humor y la llamada cultura de la cancelación en una reciente entrevista para promocionar El hombre contra la abeja. «Me parece que el propósito de la comedia es ofender, o tener el potencial de ofender, y no se le puede vaciar de ese potencial», defiende en el diario Irish Times. «Todo chiste tiene una víctima. Esa es la definición de una broma. Se hace que alguien, algo o una idea parezca ridículo». Para el creador del mezquino, tacaño, egoísta, inculto, torpe e infantil Mr. Bean, no solo hay que reírse de los ricos y poderosos. «Hay muchas personas extremadamente engreídas y satisfechas en lo que se consideraría lo más bajo en la sociedad, que también merecen ser objeto de sátira. En una sociedad libre de verdad se debería permitir hacer bromas sobre absolutamente cualquier cosa».