Javier Cámara: «A veces da la sensación de que detrás de los políticos está Juan Carrasco»

iker cortés MADRID / COLPISA

PLATA O PLOMO

Virginia Martin Chico

El intérprete vuelve a dirigir un capítulo en la tercera temporada de «Venga Juan», de HBO Max

12 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Ha regresado Juan Carrasco, el político más bochornoso de España, con una tercera y última temporada de Venga Juan (HBO Max), brillante, repleta de humor y tan realista que da pudor. Detrás del personaje, un Javier Cámara (Albelda de Iregua, La Rioja, 1967) tan a favor de obra que vuelve a dirigir, por segunda vez, uno de los capítulos.

—¿Cómo es volver a dar vida a Juan Carrasco en una tercera temporada? ¿Es lo más parecido que tiene un actor a volver a la oficina?

—No, no, no. No hemos querido nunca eso. Queríamos darle un giro a Juan Carrasco y acabar con él. La idea era que la gente se sintiera satisfecha con esta tercera temporada. Si no hubiera más, yo me sentiría muy orgulloso. Si HBO tiene un súper éxito con la serie en el extranjero, hacemos otra. Un Welcome Carrasco, pero estamos muy contentos. Era una temporada muy deseada y redondea un poco todo y sí, es verdad que estábamos deseando que tuviera una caída a los infiernos, que Juan se encontrara de frente con su pasado, que le volviera desde Logroño, y sobre todo a mí me gustaba mucho el hecho de saber que Juan había sido culpable, que se había pringado las manos.

—Exministro de Agricultura, ya ha cruzado puerta giratoria, con pelazo y en una empresa de energía, hasta que una investigación sacude su tranquilo mundo. La secuencia de los hechos es tan real y plausible que asusta, ¿no?

—Sí, sí, hay un político ahora, en concreto, que tiene pelazo también. Pero bueno nosotros lo pensamos antes de que él tomara esa decisión. Yo creo que varias personas de este país se van a sentir muy identificadas porque hay unos papeles en los que aparece un tal J. Carrasco, pero no soy yo [ríe].

—Se juega también con la idea de que detrás de la corrupción no hay grandes cabezas.

—A veces da la sensación, como decía Hannah Arendt del nazismo, de que detrás no había nada, no había ninguna teoría, había absoluta ignorancia, que eso es lo más aterrador. A veces te da la sensación de que detrás de los políticos está Juan Carrasco, que es nada, un señor con una ambición desmedida pero en el fondo muy pequeña, que lo que quiere es tener un chófer que le vaya a por las pizzas y tener a una señora con la que acostarse de vez en cuando mientras su mujer está en Logroño con su hija. Es una ambición como rastrera. La corrupción española tiene una tipología muy concreta, hay algo como de chabacano en todo esto, está todo como perpetrado de una forma muy torpe. Escuchas las conversaciones de la gente haciendo tratos por teléfono y te pones colorado.

—¿Cree que el hecho de que en España nos riamos tanto de nuestras miserias, de los problemas de corrupción tan ligados a nuestra sociedad, hace que nos acostumbremos a ello, y se le reste fuerza a la denuncia que implica toda sátira?

—No, yo creo que no. Ojalá que no. Considero que sí que es verdad que los ciudadanos deberíamos salir mucho más a la calle. Ahora mismo, con lo de las eléctricas, deberíamos estar en la calle pero ya. No podemos estar parados con muchas cosas y es verdad que a mí me da envidia Francia, que salen a la calle en masa porque igual son más conscientes de que su democracia se basa en lo que ha hecho la sociedad y la ciudadanía. Aquí parece que lo que ha hecho la sociedad y la ciudadanía lo han hecho los políticos, el rey, los despachos, como que somos meros títeres.

—¿Cómo se lleva con la política? ¿Está tan crispado y polarizado como buena parte de la sociedad o se la toma con resignación, pesimismo y hartazgo?

—No lo sé, no sé qué relación tengo con la política y fíjate que es una pregunta lógica teniendo en cuenta que es una serie sobre política, pero no lo sé. Sí hay algo depresivo en todo esto. Y ya el tema de la política mezclada con las redes sociales me parece espantosa, el insulto se ha generalizado. Trump abrió la puerta a una caja de Pandora llena de mierda y la ha extendido por el mundo y hay algo que te asusta y después hay gente que se confronta contra eso y también te da esperanza. No soy de hacer juicios de valor generalistas, como hablar de la juventud descreída o del político ladrón, pero sí es cierto que espero que salgamos más a las calles, que nos unamos más, la ciudadanía tiene que dar un golpe en la mesa.

—¿Nota que al mundo de la cultura se le exige cada vez más que se posicione?

—Es que tenemos un micrófono y nos preguntáis, pero yo no soy el mundo de la cultura, yo soy Javier Cámara opinando. Y luego sale Javier Cámara opinando y unos dicen: «Ya están los actores». Y prefieres callarte. Cuando dan por hecho que si un actor piensa de tal manera, es que todos pensamos igual, pues me parece igual de frágil el pensamiento del periodista. ¿Sabes lo que pasa? Si me preguntan de política, siempre voy a estar dando vueltas alrededor porque lo que diga ahora, seguramente te diré mañana que es lo contrario. Ahora, cuando saques el titular, diré: «¿He dicho eso?». Sí, soy muy ambivalente. Yo no tengo un partido político que piense como pienso yo, yo voto al que me deja más cerca de la estación de metro de mi casa. Hay partidos que me cubren cinco estaciones y otros que me cubren siete, pues voto al que me cubre las siete. Ninguno va a cumplir todo lo que yo quiero, por mucho que te prometan. La cultura siempre ha sido denostada, por la izquierda y por la derecha. Espero que le den el valor que tiene, pero espero también una ley de educación en la que todos se pongan de acuerdo. Me parece nefasto que no hayan conseguido ponerse de acuerdo en lo más básico. No pido por mí, sino por los que van a ser educados. Ves otras leyes de educación en otros países y te da envidia. Me gustaría que mi opinión no contará porque soy muy iletrado en muchas cosas y se me pone un micrófono delante y muchas veces no tengo ni idea de lo que estoy hablando.

—Hay momentos realmente incómodos en la serie para el espectador, como de vergüenza ajena, ¿se sufre tanto rodándolos como viéndolos?

—Qué va, qué va, yo defiendo a Juan Carrasco a muerte. Es lo que un político español y berlanguiano y mediterráneo están deseando hacer, le sacamos chispa.

—Siendo una crítica tan ácida, ¿les ha llegado en estos años «feedback» por parte de la clase política?

—Mira, en la primera temporada, que era la más satírica y la que más buscaba la comedia, un tipo de no recuerdo qué partido nos dijo que habíamos hecho un documental en vez de una serie. Y a mí me dio mucho miedo, porque eso significa que estamos comandados por nadie, me noqueó. A mí, de todas maneras, me siguen dejando entrar en Logroño y hay gente allí que ha visto la serie y se mea, la gente tiene mucha retranca también.

—Vuelve a ponerse detrás de las cámaras en un cuarto capítulo sensacional y muy teatral: un escenario y dos personajes.

—Eduardo Blanco tuvo dos días para preparárselo porque el otro actor que iba a hacer el capítulo se puso enfermo de covid dos días antes de rodarlo y no podíamos esperar. Pero Eduardo le da una ternura y una historia muy patética y muy bonita; ese cansancio, ese peso. Ese capítulo llevábamos mucho tiempo preparándolo, la verdad. También es que está escrito por Pablo Remón, que es el Premio Nacional de Dramaturgia de este año, como el que dirigí el año pasado. Diego San José se rodea de gente muy linda para escribir.

—Es el segundo capítulo que dirige. ¿Qué debilidades y qué fortalezas se ha visto esta vez?

—Esta vez estaba un poco asustado porque era el último capítulo que rodábamos. La temporada ha sido muy corta de tiempo. Todo lo de la covid lo rodamos en plena covid, había mucha tensión, pruebas y vigilancia. Si HBO hizo algo fue protegernos mucho con el coronavirus y hacer mucho aislamiento y eso fue duro para todos. Lo que sí me ha gustado mucho de dirigir este episodio, que para mí fue como empezar de cero, es que lo hemos preparado mucho más, hablamos muchísimo. La primera vez me lo tomé más, no a chirigota, pero sí como que bueno, que eso no lo iba a ver nadie, pero esta vez sí, era un capítulo como muy bonito, entrañaba más riesgos, eran dos personajes hablando todo el tiempo y me lo he pasado muy bien. Es que además es un capítulo burbuja porque la temporada es muy de thriller, va a un ritmo muy fuerte y de pronto se para en ese capítulo, para pasar una noche íntima con esos dos personajes. Ya el guion te daba un estilo y una forma de cómo contar la historia.

—¿Qué le ha aportado dirigir?

—Yo he recomendado a muchos actores y actrices: «No os perdáis esto. No os perdáis dirigir si tenéis la confianza». Es verdad que ahora cualquier director puede decir: «Oye cabrón, métete en tu curro y déjanos en paz». Pero me refiero a la experiencia de sentarte con un montador en una sala de montaje. Yo me he sentado con ellos y no he aprendido más del oficio de actor que en ese máster que me han dado. ¡Qué necesario es saber lo que es válido y lo que no es válido para un trabajo! Todo eso de la continuidad, todos los esfuerzos de la script, ves que no son en balde, son muy necesarios y eso es pura técnica y es algo que hay que controlar.

—¿Se plantea dirigir más cosas?

—Con Diego, al fin del mundo. Hemos tenido mucha confianza juntos, ha sido un proceso muy bonito y él hizo que yo dirigiera estos dos episodios. Si tu estás en un entorno donde estás rodando, hablas con todos y tus cagadas las aceptan y cuando has fallado el texto pues se ríen, si tienes ese colchón de seguridad con el equipo, pues te lanzas a la aventura de no tener ni puta idea y de cagarla y de que la directora de fotografía te diga: «No, no, Javier, que ahí no puedes poner la cámara». Al final es un trabajo de equipo, pero yo quiero seguir siendo actor fundamentalmente.