La fórmula de cuatro directores para renovar «Historias para no dormir»

iker cortés MADRID / COLPISA

PLATA O PLOMO

Miki Esparbé y Paco Plaza en la grabación de «Freddy», tercer capítulo de la serie «Historias para no dormir»
Miki Esparbé y Paco Plaza en la grabación de «Freddy», tercer capítulo de la serie «Historias para no dormir» RTVE

Rodrigo Cortés, Paula Ortiz, Paco Plaza y Rodrigo Sorogoyen recrean cuatro episodios de la mítica serie de terror de Chicho Ibáñez Serrador que llegarán a Amazon el 5 de noviembre

17 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Marcó a toda una generación de espectadores. Historias para no dormir, del gran Narciso Ibáñez Serrador, fue el Alfred Hitchcock presenta de nuestra televisión. Con aquellas tramas de bajo presupuesto, a menudo inspiradas en relatos cortos de maestros de la ciencia ficción y el terror, Chicho asustó y divirtió a los millones de incautos que se dejaban seducir por la entonces pequeña pantalla. La serie antológica vuelve ahora de la mano de su hijo Alejandro como productor y con cuatro destacados directores detrás de las cámaras: Rodrigo Cortés, Paula Ortiz, Paco Plaza y Rodrigo Sorogoyen.

La ficción llegará a Amazon Prime Video el 5 de noviembre y, en un futuro, se podrá ver en abierto en TVE. No hay, eso sí, nuevos argumentos.

Cada cineasta ha escogido una de las historias que ya dirigió el realizador de origen uruguayo y la ha rehecho a su gusto. «Lo que nos interesó es que cada uno tenía el permiso de hacer una historia radical y rabiosamente personal -cuenta Rodrigo Cortés, responsable de La broma-. Y que, al contrario que Chicho, nosotros íbamos a disponer de los medios y los recursos necesarios para desarrollarlas a nuestra manera». Su episodio, un entretenido relato de suspense en torno a un triángulo amoroso, sigue los pasos de un adinerado bromista (Eduard Fernández), su esposa (Nathalie Poza) y la mano derecha de aquel (Raúl Arévalo). Exquisitamente rodado e interpretado, pierde fuelle hacia el final, con una resolución menos ingeniosa que la del propio Chicho.

Lo cierto es que para estos cineastas Chicho siempre fue «el del Un, dos, tres... y no tanto las Historias para no dormir que veíamos entre las rendijas, de forma furtiva». Redescubierta su obra, Cortés asegura que la que le ha marcado más «es la cinematográfica, porque las Historias las hizo con los medios que pudo, muchas veces en un par de días de rodajes, con decorados reciclados y con actores capaces de sostener veinte minutos de diálogos, mientras que en sus películas muestra un cineasta plenamente formado y superdotado». A su juicio, La residencia «es una película magnífica en términos de angulación, uso de la luz, atmósfera, interpretación y montaje». Y ¿Quién puede matar a un niño? «es un salto cuántico de modernidad». 

Coincide con Cortés, Paula Ortiz, la directora del largometraje La novia. «Es cierto que no pertenecemos a esa generación, pero a nada que te guste el cine de género acabas cayendo en su figura. Solo hizo dos películas y fíjate el calado que tuvo. Chicho tenía esa pasta del pionero, la valentía de abrir nuevos caminos en el cine y en una televisión gris y artesanal», afirma.

Ortiz ha firmado uno de los episodios más mitificados de la ficción: El asfalto. En este caso, la víctima de tan temible trampa es un rider (Dani Rovira) que está haciendo su último reparto antes de acudir al ginecólogo con su esposa (Inma Cuesta). Lo más sorprendente es que pese a lo alegórico del planteamiento, el episodio, escrito entre Manuel Jabois y Rodrigo Cortés, funciona a las mil maravillas.

«Devolverlo a la vida»

Más sorprendente es la decisión que ha tomado Paco Plaza a la hora de llevar a cabo Freddy, una de las historias que Chicho abordó en los ochenta, cuando RTVE dio luz verde a una nueva tanda de episodios de Historias para no dormir, esta vez grabados en vídeo -hay alguna que otra chanza al respecto en la pieza de Plaza-. El cineasta no ha hecho un remake al uso, sino que ha escrito una historia que transcurre en los ochenta, en un universo en el que Chicho es un personaje de ficción (Carlos Santos), que regala a un ventrílocuo fracasado (Miki Esparbé) un muñeco para tratar de cambiar su suerte. «Para mí era especialmente ilusionante porque era devolverlo a la vida», afirma el director. Santos está espectacular, sin caer en la caricatura, y el capítulo resulta redondo. 

No ha habido, dice Plaza, mayor presión por adaptar estas historias del maestro. «Más que respeto, lo vives con ilusión porque es como poder revolcarte en el legado de alguien a quien admiras. Es muy bonito porque es casi como reescribrir algo que te ha parecido interesante, en lugar de partir de cero», asegura.

Cabe preguntarles si en estos proyectos surge una especie de pique o de competencia sana. «Sana no», responde entre risas Plaza. «Somos amigos», contesta Paula. «La verdad es que somos una generación de cineastas un poco extraña, porque yo creo que nos hemos ayudado siempre», dice Cortés.

«Y siempre hemos tenido la sensación de que hay tortilla para todos y que el éxito de unos no propicia el fracaso de otros, en absoluto, sino sinergias y desde el primer momento hemos hecho un grupo para hablar entre nosotros y sentirnos protegidos», concluye Cortés.