Whitney, cuando parecía que nada podía haber sido peor, lo fue

PLATA O PLOMO

Dos documentales sobre la vida de Whitney Houston reflotan a la superficie detalles de los que poco o nada se sabía sobre la diva

02 mar 2019 . Actualizado a las 23:14 h.

Que el dinero no da la felicidad nos lo enseñan todos esos pobres niños ricos con los que hemos crecido, envidiados figurantes de nuestras vidas que desde las listas de grandes éxitos radifónicos y realities shows de turno sonríen gastando Profident ajenos a cualquier tristeza. Ja. La guita, golosina para los problemas, lejos de resultar analgésico es depresor como pocos, ya se nazca con ella, se gane exudando y con muchísimo ahínco, o se tope uno con ella por el camino. Nacer entre algodones no es garantía de dicha -que alguien se lo hubiese discutido, si no, a Whitney Houston-, menos todavía de tranquilidad.

Hace siete años que la diva fue encontrada sin vida en la bañera de una habitación del hotel Beverly Hilton de Los Ángeles. Fue el colofón a una vida de excesos enjuagada en licor, muchos cuartos, narcóticamente anestesiada y almibarada de tan alucinada -drogas hubo a montones: en una ocasión, Houston le explicó a Oprah Winfrey cómo liarse un nevadito; en otra, le confesó a Diane Sawyer que ocasionalmente consumía marihuana, cocaína y pastillas-. No fue buena escogiendo amistades ni compañeros de sábanas; y además era propensa al embaucamiento y muy imprudente, pero calamidad no respondió únicamente a malas elecciones. ¿Qué la hizo así? Hubo mucho más de lo que supimos.

El documental Whitney. La historia nunca antes contada, dirigido por el ganador de un Óscar por Un día en septiembre Kevin Macdonald (El último rey de Escocia, Marley) y que desde principios de febrero se puede ver bajo demanda en Movistar+, reflota a la superficie toda una serie de circustancias que hicieron pupa, mucha, en la coraza de ese huracán café con leche de la que se enamoró Kevin Costner en la piel de un guardaespaldas. Fueron detalles gordos de los que escasamente se habló, de los que quizá nadie o pocos sabían. Como los que trata Can I Be Me?, la película de Nick Broomfield de la que la propia familia ni siquiera quiso saber nada.

Lo mucho que la quiso una madre severa que podía haberla querido menos, pero mejor. Y el daño que muy temprano le hizo alguien que podía haberla querido mejor, pero también mucho menos. A ella y a su hermano. Y no era su padre.

Hasta dos fuentes distintas -los 120 minutos de película recogen las declaraciones de unas 40 personas- confirman en la cinta de Macdonald que Whitney Houston les confesó que su tía lejana Dee Dee, 18 años mayor, había abusado sexualmente tanto de ella como de su hermano cuando ambos eran niños. Después de aquellos episodios, la artista -desliza el documental- no fue capaz de aceptar su verdadera orientación sexual y, durante años, obligó a su hija a acompañarla en todas sus giras para que nadie pudiese tocarla. En las entrevistas que hizo Broomfield para su trabajo, que se puede ver en Netflix, la cuñada de Whitney Tina Brown le desveló que quien abusó o había promovido los abusos contra su hija había sido la propia Cissy Houston. «Tina me dijo que siendo una niña, Whitney volvió un día pronto de la escuela y se encontró a su madre en la cama con el pastor de la iglesia. Entonces, Cissy habría obligado a Whitney a participar de esas relaciones». Devastador.