¿Saldrá de la pantalla el nuevo gobierno?

Antía Díaz

PLATA O PLOMO

Una escena de la serie «Borgen».
Una escena de la serie «Borgen».

Series sobre política hay muchas. Quiza la ficción pueda orientarnos ante la nueva realidad que han dejado las últimas elecciones

16 ene 2016 . Actualizado a las 16:35 h.

Si Pablo Iglesias se hubiese encontrado con el rey Felipe VI esta semana, tal vez no le habría regalado el pack de Juego de Tronos. Tal vez le habría parecido más adecuada la primera temporada de Borgen. Porque la política española es hoy una trama de pactos más que una sangrienta carrera por el trono de Hierro, y de eso sabe (y mucho) la primera ministra favorita de los seriéfilos. La misma que nos ha descubierto que la cara B de la política (la de la vida familiar que sigue) puede ser tan dura como las cuchilladas por la espalda de los enemigos políticos. No hay otra como Birgitte Nyborg, esa líder sin aspecto de serlo, todo lo contrario a Frank Underwood, que de salvaje es hasta irreal, la madre del cordero político.

Nada sabíamos de la política danesa hasta que apareció ella, Birgitte Nyborg, con nombre y apellidos (esa deliciosa manera de llamar a los entrevistados que tiene la prensa danesa, tan importante en esta serie). Sidse Babett Knudsen presta su imagen de mujer normal a una política moderada que se pasa los primeros e intensísimos capítulos de la primera temporada como Rajoy, Pedro Sánchez, Iglesias y Rivera estos días: de reunión en reunión, en busca de un pacto que dé estabilidad a un nuevo gobierno. E intentando que los horarios imposibles de un jefe del Ejecutivo no le impidan dar las buenas noches a sus dos hijos ni acostarse al mismo tiempo que un marido que ha aparcado su carrera para dejar espacio a su mujer. Porque si la trama política y periodística se lleva la palma en Borgen, es la parte personal la que le da a la serie el toque de realidad que no tienen, en general, las series estadounidenses. Véase la relación del matrimonio Underwood en House of Cards. Una pareja que vive para el poder, y en la que cada altibajo tiene más que ver con sus objetivos políticos que con sus sentimientos. Si es que los tienen, claro. En el caso del matrimonio político más shakesperiano de la televisión actual, todo es peor de lo que parece. Siempre. Y a pesar de mostrar las peores cloacas del poder (o tal vez por eso mismo) hasta Obama está enganchado. El próximo día 4 se estrena la cuarta temporada de la serie protagonizada por Kevin Spacey y Robin Wright. Fiel a su espíritu, y en medio de la campaña en la que los partidos norteamericanos eligen a sus candidatos, Netflix ha estrenado un tráiler que es toda una declaración de intenciones. «Dicen que tenemos los líderes que merecemos. Creo que Estados Unidos merece a Frank Underwood», dice Spacey aferrado a la mesa presidencial. A Beau Willimon, creador de la serie, la política le debe parecer de todo menos una reunión de líderes altruistas (es coguionista, también, de Los idus de marzo, de George Clooney), o tal vez le parecía demasiado bueno para ser real el presidente Bartlet de El ala oeste de la Casa Blanca, todo un máster en política y comunicación made in USA que podrían recuperar algunos de nuestros políticos... ¿quién no pactaría con Martin Sheen?

Aunque mejor no olvidemos que House of Cards tiene su origen en el Reino Unido, y en una miniserie de la BBC que entronca con la mejor tradición británica. Y que en lo que a política se refiere, no solo se lo toma en serio sino que, gracias a Dios, se ríe hasta de su sombra. Mientras esperamos a que alguien coja el timón, podemos hacernos una sesión continua de The thick of it, una maravilla que despelleja a un ministro, a sus asesores, y a quien se tercie. Con el mismo espíritu -y la mitad de gracia- su creador Armando Ianucci montó después Veep en Estados Unidos.