Adiós a Leonard Nimoy, Míster Spock en Star Trek

PLATA O PLOMO

FRED PROUSER | REUTERS

El actor que encarnó al popular personaje de la saga «Star Trek» murió ayer a los 83 años en su casa de Los Ángeles por una enfermedad pulmonar

28 feb 2015 . Actualizado a las 08:21 h.

El actor Leonard Nimoy falleció ayer a los 83 años en su casa de Bel Air, en Los Ángeles. Había pasado unos días hospitalizado por una enfermedad pulmonar crónica -que hizo pública recientemente y que atribuyó a sus muchos años de empedernido fumador, vicio que había abandonado hace varias décadas-. Su esposa, la actriz Susan Bay, confirmó la muerte a The New York Times.

Nadie lo recuerda hoy como el director de un telefilme sobre Vincent van Gogh (1981) en que además interpretó a Theo, el hermano del pintor; tampoco por sus más o menos esporádicos papeles en series míticas de los años 60 y 70 como El virginiano, Bonanza, Colombo o incluso la muy reciente Fringe. Hijo de emigrantes judíos ucranianos, Nimoy (Boston, Massachusetts, 1931) es antes que nada Míster Spock, primer oficial de la nave espacial Enterprise y gran icono de la saga televisiva Star Trek, cuyo absoluto éxito la catapultó después a la gran pantalla, en donde alcanzó hasta trece entregas, desde la inicial de 1979 debida al gran cineasta Robert Wise (West Side Story o Marcado por el odio), pasando por un par de ellas que dirigió el mismo Nimoy en la década de los 80, a dos de las últimas que retomó J.J. Abrams -discípulo de Spielberg-, quien por cierto también está metido en la escritura, la dirección y la producción de Star Wars Episodio VII.

Con sus puntiagudas y grandes orejas, su corte de pelo con flequillo a la taza, sus oblicuas cejas, su pensamiento racional y sus vistosos trajes de oficial -en color azul o en color rojo- de la Enterprise, Spock era una mezcla de humano y vulcaniano (del planeta Vulcano) que mantenía una estrecha relación con el capitán Kirk y tenía una frase recurrente que expresaba su civilizada cordialidad: «Larga vida y prosperidad». Su elección -a mediados de la década de los sesenta del pasado siglo- en el casting de la NBC cambió su vida y su rostro pasó de los papeles irrelevantes a los primeros planos. No ocurrió enseguida; el éxito de Star Trek, pionera aventura estelar, fue un fenómeno paulatino. Pero alcanzó tal grado, que hasta el padre de Leonard, Max, ofrecía en su barbería de Boston el corte Spock.

Leonard Nimoy, que ya a los ocho años actuaba en el teatro del barrio, repartió periódicos, trabajó como acomodador o incluso de taxista mientras se formaba como actor. En los setenta también estudió fotografía en la Universidad de California, afición a la que se dedicó con pasión hasta conseguir un notable prestigio que lo llevó a exponer su obra en diversas ocasiones.

Icono de un universo galáctico de culto masivo 

Por X. Fraga

Las creaciones de culto suelen forjarse a base de iconos. En Star Trek el personaje de Spock era uno de los más representativos, tan reconocible o más que la emblemática nave Enterprise, y él mismo acuñó otros símbolos inequívocos de la serie, como el célebre saludo de cuatro dedos en forma de V. A punto de cumplir medio siglo, desde su arranque en 1966 el universo galáctico de la saga ha sumado incontables seguidores, los conocidos como trekkies, pero también ha ejercido una notable influencia en la cultura popular: la serie alimenta videojuegos y convenciones propios de su género, pero está en la base de toda una estética pop como la de, entre muchos, Alaska, que versionó, titulada como Doctor Spock, la canción Where?s Captain Kirk? de Spizzenergi.

Star Trek comenzó como una serie televisiva en plena fascinación por la carrera espacial para pasar luego al cine. Como producto propio de la ciencia ficción, sus planteamientos eran impecables y, en cierto modo, responsables de que su atractivo sobrepasase un culto iniciático y conquistase un público masivo. Las historias giran en torno a la tripulación de la Enterprise y su exploración de nuevos mundos y civilizaciones en un futuro razonablemente próximo. Ahí radica el primer acierto: los alienígenas se presentan «humanizados» y no como los horribles monstruos de hasta entonces, lo que lleva al segundo éxito, el de plantear con sus argumentos dilemas morales que el espectador puede entender como una proyección de su propio tiempo y espacio. El tercer pilar de su aceptación radica en un planteamiento visionario pero verosímil de la tecnología: anticipó en sus capítulos nada más y nada menos que el tac, las pantallas táctiles y los intercomunicadores, predecesores del móvil. Algo que permite abrigar la esperanza de que algún día no muy lejano la teletransportación pueda ser una realidad cotidiana.