El conflicto de Melilla lleva la actualidad al examen de lengua de la selectividad gallega

La Voz

SELECTIVIDAD

Jorge Noya

Las pruebas de la ABAU han arrancado este martes con normalidad en las diez localidades en las que hay centros de examen. En Ourense, el detector de frecuencias descubrió a una alumna que intentaba copiar, y que fue expulsada de la selectividad

09 jun 2023 . Actualizado a las 13:08 h.

La inmigración a través del conflicto de la frontera de Melilla fue el asunto sobre el que han tenido que opinar en el examen de Lingua Castelá e Literatura en la selectividad gallega. Un asunto complicado, según muchos de los alumnos. En literatura se preguntó por Gloria Fuertes y la poesía de posguerra o por Alfonso Sastre y el teatro del franquismo, ambos al final del temario (pocas veces cae). Y de los libros, salieron Romancero gitano (Federico García Lorca) y Crónica de una muerte anunciada (Gabriel García Márquez), y ni rastro de El lector de Julio Verne, obra obligatoria de Almudena Grandes.

Más fácil resultó la prueba prueba: la Segunda República y la Revolución Gloriosa de 1868, que destronó a la reina Isabel II,fueron los temas de los textos que han caído en el examen de Historia de España, y que han abierto la selectividad 2023 en Galicia, denominada oficialmente Avaliación do Bacharelato para o Acceso á Universidade (ABAU).

Este primer examen, en el que también ha habido preguntas sobre los pueblos prerromanos de la Península y sobre los Reyes Católicos, se ha desarrollado «con normalidad» en toda la Comunidad, más allá de alguna incidencia puntual, como es habitual, según confirman a Europa Press fuentes de la Comisión Interuniversitaria de Galicia (CiUG). Además, los atascos para acceder a algunos de los puntos de examen, como el campus de A Coruña, se han repetido a primera hora.

Los aspirantes a la ABAU 2023 debían presentarse a las 9.00 de la mañana en los centros de examen correspondientes. En su mayoría son facultades universitarias, aunque además de en las siete ciudades hay sedes de examen en Viveiro, A Rúa y Cee. En total, hay 35 sedes repartidas por la comunidad. Una vez allí han recibido las primeras explicaciones sobre cómo se desarrollaría la jornada, antes de arrancar con el primer examen, el de Historia, a las 10.00. 

En esta primera jornada, con solo dos exámenes comunes para todos los alumnos —una medida adoptada en la pandemia y que se ha quedado, a la espera de la nueva selectividad, hoy en el aire— pasaron por los campus gallegos unos 11.000 estudiantes repartidos por los siete campus: 2.560 en A Coruña y 709 en Ferrol; 2.050 en Santiago y 1.193 en Lugo; y en las sedes de la Universidade de Vigo, 5.520 (2.437 en Vigo, 2.050 en Pontevedra y 1.033 en Ourense).

Alumna expulsada en Ourense

Este último campus fue protagonista indeseado de la primera jornada, ya que al activar el detector de frecuencias se descubrió a una alumna intentando copiar. La estudiante, cazada durante el primer examen, el de Historia de España, fue expulsada de toda la prueba.

Por la tarde llegó el turno a dos troncales, Matemáticas II (para los alumnos de ciencias) y Latín (humanidades); y dos optativas, Economía da Empresa (sociales) y Diseño (artes).

La primera jornada de la Avaliación de Bacharelato e Acceso á Universidade (ABAU, su nombre oficial en gallego) se desarrolló con bastante normalidad, y se mantiene el esquema del segundo año de pandemia, con muchas sedes —35 finalmente— pero todas en los campus, además de las periféricas de Viveiro, Cee y A Rúa.

La Comisión Interuniversitaria de Galicia (CIUG), que se encarga de la realización y corrección de la prueba, no detectó grandes problemas, más allá de los habituales atascos de primera hora en el entorno de los diferentes campus.

El miércoles es el turno de las otras dos asignaturas comunes: Lingua Galega e Literatura, a las nueve de la mañana y Primeira Lingua Estranxeira, mayoritariamente Inglés, a partir de las 11. Por la tarde llegan las troncales de sociales (las Matemáticas Aplicadas ás Ciencias Sociais) y de arte (Fundamentos da Arte), junto con Química y Debuxo Técnico.

El jueves se realizarán los últimos exámenes (Bioloxía, Física e Historia da Filosofía) y queda la tarde en reserva por si hubiese que desviar algún examen, como ya ocurrió en el 2018, precisamente con Historia da Filosofía.

Las notas, por su parte, se conocerán el jueves 15 a partir de las ocho de la tarde, aunque es posible que algo antes, a través del a aplicación Nerta.

La selectividad de este 2023 mantiene el modelo de preguntas establecido desde la pandemia del covid, es decir, con una mayor optatividad a la hora de responder. 

Hay inscritos casi 12.800 alumnos, entre los de matrícula ordinaria y anticipada.

¿A que huele la selectividad?

La selectividad tiene un olor singular. Una mezcla de calor de junio, sudor adolescente y frescura de la juventud. Sobre todo sudor adolescente. Las aulas universitarias, acostumbradas a otro ritmo y otros personajes, son un marco descolocado para cientos de jóvenes inquietos, que revolotean como abejas en grupos casi compactos, con algunos muchachos apartados aquí y allá, concentrados, distantes. Pero lo que se lleva son los corrillos: la necesidad imperiosa de los adolescentes de estar juntos convierte en misántropo a cualquier adulto.

Hay un componente más que llega a oler en selectividad: los nervios. Tal vez porque cargan con un malestar, una incomodidad, un reconcome que hace que ellos y ellas se muevan como a espasmos y se rían en exceso. Los nervios del día de la selectividad son muchos. Pero menos, infinitamente menos, que la víspera. El lunes por la tarde los hogares gallegos con bachilleres en capilla de la ABAU están solo un escalón por arriba del infierno. Un sube-baja emocional, una montaña rusa que viven en primera persona los hijos y transmiten hasta al portero automático. «Lloré mucho ayer y esta mañana», «me tomé una tila para dormir», «me desperté a las dos de la mañana», «tengo el colacao en la garganta», «ayer en todo el día solo pude comer tres macarrones», «la tarde fue dura, pero la noche fue peor»... las frases escuchadas este martes en los campus coruñeses de Elviña y A Zapateira son verdaderas declaraciones sobre la angustia de una prueba que no es tan grave como suponen pero sí es la primera a la que se enfrentan solos. No hay apoyo del profesor redondeando la nota por el buen comportamiento y trayectoria del estudiante; no hay visita de mamá al docente para suplicar que le pongan mejor media al retoño; no hay dónde esconderse si las cosas se tuercen. Es saber que están ante su primera gran batalla adulta, una auténtica prueba de madurez antes incluso de que el Gobierno le cambie oficialmente el nombre.

Por eso es un alivio que llegue el examen. Que pase todo y uno pueda medirse en el campo en el que lleva meses entrenando. ¿Los prerromanos? Vale. ¿La Gloriosa? Perfecto. ¿La segunda república? El paraíso. Eso fue lo que cayó en el primer y casi más difícil examen, el de Historia de España. «Más fácil de lo que esperaba», «me salió de maravilla», «yo contaba con aprobar pero igual rasco un siete», «fue como nos explicaron los profesores». Los comentarios, de nuevo, dieron en la diana: con el primer examen los nervios se superan y llega la verdad, la capacidad de concentración, de elegir bien las palabras, de no precipitarse al escoger las preguntas (ahora hay mucho donde elegir), de ser cuidadoso en la presentación.

No es el momento todavía de pensar en la nota, ni en la media de la carrera deseada. Claro que está ahí, siempre está ahí. «Fisioterapia, Enfermería y Psicología», así describía una alumna del IES de Monelos (A Coruña) las previsiones de su grupo de amigas. Otro corrillo, esta vez del IES Alfredo Brañas, de Carballo, optaba por las ciencias sociales: ADE y Relaciones Públicas; más asequibles de nota. Y un estudiante del CPR Rías Altas (Culleredo) reconocía que parte de su tranquilidad se debía a que pensaba hacer Arquitectura, que todavía no rechaza aspirantes. «La media que busco está entre 8 y 9, pero con las específicas, ¡eh!», comentaba una estudiante de Calasancias, mientras que su compañera reconocía que tampoco quiere nota: «Voy a hacer Derecho, y estoy pensando en Cádiz, que tiene un 5».