Seny Kébé: «Estaba en tercero de Derecho, pero no sabía usar el papel higiénico»

SELECTIVIDAD

Seny Kébé nació en Guinea Conakry, pero muy pequeño se fue a vivir a Senegal. Aprendió español viendo Netflix, habla ocho idiomas y siempre sobresalió en clase. «A los 11 años me enfrenté a un juicio público para poder estudiar», dice. Ahora cursa en la UDC

14 ene 2023 . Actualizado a las 13:37 h.

La vida de Seny Kébé no cabe en dos páginas, pero él la resume con tanta precisión e intensidad que el relato fluye solo. Nació en una aldea de Guinea Conakry en la frontera con Senegal. Y a pesar de que su destino era la agricultura o la ganadería, Seny siempre tuvo dentro de sí el ansia de estudiar. «Quería aprender a leer y a escribir, quería saber más», me cuenta con la misma lucidez y determinación que a los 5 años le demostraba a sus padres.

 Seny no quería ser uno más. Así que se empeñó en ir a la escuela. La que tenía en su aldea era una especie de «chocita» en la que había cuatro cosas que la asemejaban a un aula, pero él la disfrutaba cuando el profesor, que además era su tío, venía a enseñarles los números y poco más a los niños. «No había constancia ni rutina, no era una escuela al uso, era una pequeña cabaña, y si había que cultivar o llovía, ya no había niños que fueran a aprender», señala Seny. «Allí pocos tienen formación, así que mi tío, aunque no tenía la selectividad, ejercía de maestro por un plato de comida cuando podía», insiste para que entendamos las carencias de su realidad. Seny por no tener no ha tenido ni fecha de nacimiento. «La supe hace poco, supe que tengo 25 años. Siempre que le preguntaba a mi madre cuándo había nacido me decía: ‘Cuando estábamos cultivando este campo', así que en esa incertidumbre crecí hasta que empecé a preguntar y a preguntar a familiares. Mi madre solo recordaba que había nacido un lunes de 1997», apunta. Rastreando y rastreando Seny supo a través de un primo que su fecha de nacimiento era el 3 de febrero de ese año. «Él lo tenía claro, fui a comprobar al calendario de 1997 y efectivamente fue lunes y coincidía con el cultivo que decía mi madre, así que ya puedo quedarme tranquilo, tengo 25 años, ja, ja».

Seny fue siempre un niño más maduro para su edad, por eso siempre creyó que era mayor. «Hay que entender todo en su contexto, porque con la perspectiva de aquí nadie puede imaginar que una madre no sepa cuándo nació su hijo, pero en Guinea las cosas no son como en España, como en el primer mundo. Mi padre tiene 17 hijos de tres mujeres distintas. Mi madre fue su última esposa, y tuvo ocho partos de los que nacieron nueve hijos, porque dos son gemelos», indica.

«Mi madre tiene ahora 50 y pocos años y mi padre, por supuesto, muchos más», se ríe Seny, que con solo 5 años intentó todo para poder estudiar. «Yo tenía una tía en Senegal y cada vez que venía a visitarnos a mi aldea le insistía a mi padre en que me quería ir con ella a aprender, a mejorar, pero él no me dejaba. No quería que tan pequeño me fuese de allí, así que en el 2004 cuando él viajó a Senegal para ir a la boda de mi primo, yo me apunté al viaje y al llegar a casa de mi tía le dije: ‘Yo quiero estudiar, no quiero volver'. Y así me quedé en Dindefelo donde hice mi vida hasta hace poco», resume.

Con solo 7 años, Seny ya destacaba en clase y enseguida sus profesores vieron que tenía una capacidad superior para estudiar. Sobresalía siempre y con muy buenas notas terminó la primaria, aunque cada fin de curso se volvía a Guinea para ayudar en el cultivo de los campos. «Económicamente no me iba tan bien, porque mi tía no tenía mucho, por eso yo me iba en verano a casa de mis padres para intentar ayudar un poco», señala.

 DELANTE DEL JUEZ

Cuando tenía que dar el salto al instituto a Seny la vida se le complicó en Senegal, porque tenía que presentarse a un examen de acceso y sin un acta de nacimiento era imposible. «No podía contar con mis padres, que estaban en Guinea, y además pasaban de todo eso, y tampoco con mi tía que no tenía manera de pagar para conseguir ayuda, así que solo, y con el ánimo de todos los profesores, tuve que ir a un juicio público», relata Seny, que con apenas 11 años se vio indefenso enfrentándose al sistema para poder estudiar. «El juez me preguntó de todo, dónde estaba mi madre, mi padre, quién era mi tutor legal, y tuve que mentir, porque si le decía que tenía a mis padres, me quedaba sin estudiar. El juez insistía en si no tenía ningún testigo que avalase mi persona, de manera que me armé de valor y le contesté: ‘Si mi tamaño y mi edad no le sirven de testigo, no voy a tener el acta para estudiar, que es un derecho fundamental'. ¡Mira la madurez!», se defiende Seny, que por supuesto consiguió acceder al instituto e hizo después la selectividad.

Y aunque tenía dentro el cosquilleo del periodismo, su experiencia en el juicio lo marcó de tal manera que se matriculó en Derecho en Bamey, al lado de la capital de Senegal, Dakar. «Pero allí la vida de los estudiantes es muy distinta —insiste—, me nombraron delegado de clase en primero, porque ya destacaba, pero me tenía que levantar a las 4.30 de la mañana para coger sitio donde sentarme a las 8. Porque a esa hora la sala ya estaba llena, el primer año éramos 1.800 estudiantes, y algunos traían hasta ladrillos para sentarse delante del profe. Además, si no vas a clase, en Senegal es imposible sacarse el curso, no hay la digitalización de aquí».

Seny arrancó bien la carrera, pero la pandemia acabó con todo y como el resto de los estudiantes se tuvo que ir para casa. «Fue una sensación de impotencia, después de todo lo que había luchado, el covid me impedía seguir», concluye para avanzar un dato vital en su currículo: «Yo en Dindefelo trabajé, a través de la organización de Jane Goodall, en la protección del medio ambiente». ¿Conociste a Jane Goodall?, le pregunto. «Sí, sí, es que en Dindefelo es donde ayudan a los chimpancés, y ellos querían un educador de medio ambiente, que les transmitiera a la gente nativa de allí la importancia de respetar determinadas especies, que no cortaran determinados árboles, etcétera», aclara. «A través de obras de teatro les enseñábamos a los niños algunas cuestiones sociales también, luchábamos así contra los matrimonios forzados o la ablación», explica. Así que en ese ambiente, Seny encontró su destino: «Como voluntario hice muchos amigos españoles: andaluces, gallegos... Conocí a mucha gente, y bueno, me enamoré de una ‘galleguiña'...». Así, por amor, Seny giró su rumbo y decidió que una magnífica opción era venirse a estudiar Derecho a A Coruña. «Hice muchísimo papeleo», destaca, pero si había podido con un juicio público a los 11 años en Senegal, esto le pareció poco. Se puso a ello y el año pasado ya pudo tomar sus clases en el campus de Elviña en la USC.

DEL INGLÉS AL ESPAÑOL

¿Y el español? ¿Cómo te manejabas con el idioma?, le inquiero esperando que me sorprenda. «Yo aprendí todo el castellano con Netflix. Imagínate el esfuerzo. ¡Del inglés al castellano ir traduciendo!», responde Seny, que asegura que el primer libro que cayó en sus manos en español fue El libro de la selva: «Me encanta». «Mi afición por los idiomas es enorme, siempre quiero aprender por curiosidad, aunque Dindefelo es muy turístico, y allí hasta los niños de 2 años chapurrean un poco español, lo mínimo que te dicen es : ‘Hola, hombre'». Seny presume de saber ocho lenguas, «las tres internacionales: francés, inglés y español». Pero además habla peol, propia del oeste africano; wolof, el idioma de Senegal; mandinká, «el que hablaba Kunta Kinte», me dice para situarme; el susu, de Guinea Conakry; y yakanké. ¡Te queda por aprender galego!, le digo entusiasmada y enseguida contesta: «Falo un pouquiño, vou pouco a pouco».

Con esa actitud, Seny tiene el horizonte ganado porque cualquier meta se le hace corta. Llegó a Galicia el año pasado y se matriculó en tercero de Derecho con alguna asignatura de segundo, y el resultado de su esfuerzo es para destacar en cualquier foro académico. «Me matriculé en diez asignaturas y saqué ocho, entre ellas Derecho Romano con buena nota», aclara por si los que no están puestos en el tema no conocen el hueso de sus estudios.

En su tiempo libre, Seny ayuda donde puede, pero tiene claro que la educación es el derecho fundamental más importante. Por eso cuando ve a niños desmotivados en el primer mundo o se encuentra con alguna persona de nuestro entorno que no ha acabado la ESO le produce mucha desazón. «No entiendo cómo no aprovechan esta oportunidad, para mí es alucinante», se lleva las manos a la cabeza.

En la asociación Ecodesarrollo Gaia conoció a la profesora Alicia Tojeiro, del CEIP Isidro Parga Pondal, de Oleiros, que lo invitó a su colegio para que compartiera con sus alumnos su experiencia. «Conseguimos que los alumnos de Senegal les escribieran a los niños de aquí —especifica Seny— y los niños gallegos a los senegaleses, así todos se podían hacer una idea de cómo era su día a día, sus dificultades, lo que comían, me pareció una oportunidad estupenda para dar a conocer realidades muy distintas». «Yo, sobre todo, les insistí en que tenían que aprovechar esta oportunidad, y me abrí para contarles todo. Hasta mi primer día en un baño de aquí», relata Seny. «Cuando llegué a la facultad, con el cambio de comidas, la tripa se me alteró y de pronto me vi en una situación que no había vivido nunca. Yo nunca había usado papel higiénico, no sabía cómo se utilizaba, hasta que llegué a la universidad en A Coruña. Flipé y, claro, tuve que preguntar, porque en Senegal usamos agua, y luego tienes agua y jabón para lavarte las manos. Así que mira, había ido a un juicio, ya estudiaba Derecho, ¡pero no sabía usar el papel higiénico!», se ríe. Eso sí, Seny no deja de asombrarse con la manera de educarnos aquí, también en lo que para él es más descorazonador. «Yo no tuve a mis padres siempre al lado y eso me hizo estar atento, me dio otra educación y un esfuerzo muy grande. Si no me hubiera caído una vez, no me hubiera levantado nunca», expresa para llamar la atención sobre la hiperprotección a los niños.

Su próximo destino será Francia, donde sueña con hacer un máster para ayudar en lo que pueda a que en África la educación sea un derecho fundamental. «No necesitamos paternalismo, solo educación; con formación África saldrá adelante», refiere para confesar que su «galleguiña» sigue llenando su corazón. Y el de Seny, ya lo ven, es grande como un mundo.