Irene Ruiz Sanz: «Tengo 17 años y me gusta leer a Kant y Nietzsche»

SELECTIVIDAD

MARCOS MÍGUEZ

Impulsiva, maniática y aficionada a la música barroca, la Meiga de las Hogueras de A Coruña se enfrenta en las próximas semanas al final del bachillerato, los actos del San Juan y un viaje por Europa con el Interrail

15 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Le esperan unas semanas de aúpa. La parte final de 2.º de bachillerato, la selectividad, y un centenar de actos como Meiga de las Hogueras de San Xoán. «Lo que más le preocupaba a mi madre era que pudiese compatibilizar las dos cosas. Creo que no me quitará mucho tiempo y, además, la EBAU será los días 7, 8 y 9 de junio y después ya tengo disponibilidad total», comenta Irene Ruiz Sanz, alumna de Dominicos. «Saco buenas notas, pero no todo dieces. Quiero hacer el doble grado de Historia e Historia del Arte en León. Leo libros de filosofía. Tengo 17 años, pero me gusta leer a Kant y Nietzsche. También me encanta la música clásica, en particular el barroco, como Bach o Haendel. Pero escucho de todo y todo el día. Sigo el pop nacional e internacional e iría a un concierto de Melendi o Morat», comenta esta joven que habla con una seguridad que sorprende. Me parece que en selectividad va a sacar un 10 en Filosofía. «Siempre me han dicho que soy muy madura. Pero cuando puedo salir, salgo», confiesa Irene, que cumplirá los 18 el 9 de julio. «Va a ser algo especial porque ese día juraré bandera en el Juán Sebastián Elcano», avanza. 

Cuestión de manías

Charlamos en la terraza de la cafetería Central Park de la plaza de Vigo. Pide un café con leche frío, con tres azucarillos. «Soy supermaniática. Tengo todo ordenado por colores. Las hojas de las libretas Oxford las voy utilizando y no empiezo con otro color hasta que acabe con el primero. Me gustan mucho los tés, por ejemplo, y si tengo una caja roja y otra rosa, primero tomo la roja y después la otra. El volumen siempre lo fijo en número par. Y estudio con una vela encendida», incluye en su lista de manías. Un buen día, al salir de clase, fue a una panadería cercana y una persona le dijo que daba el perfil para meiga. «Me informé de qué iba el tema, hablé con Conchita Astray y me animé. Lo que no esperaba es que me eligiesen. Me encantan las sardinas, lavarme la cara con el agua con las hierbas de San Xoán... Y me gusta mucho el olor a quemado. Me apetece participar en el aquelarre poético y en el homenaje a la Bandera», destaca. En ningún momento hace uso del móvil, algo que hoy en día resulta extraño. «No soy la típica que está todo el día con él. Tengo perfil en Instagram, pero no lo uso mucho. Mi vida es mía. Estoy en el grupo de WhatsApp de clase y poco más», confiesa. 

Un recuerdo doloroso

Irene nació en Madrid y vivió en varias ciudades antes de asentarse en la ciudad natal de su padre. Por fin lo habían destinado a Ikea en A Coruña y reformaron un piso para establecerse aquí de manera definitiva. Pero un buen día el plan se truncó. «Yo tenía 5 años y mi hermano pequeño, 2, y estábamos en Ribadeo. Mi padre pasó mala noche, pero tenía que ir a Gijón a una reunión importante. Llovía mucho y mi madre le insistió para que aplazase el viaje», relata con entereza. Tuvo un accidente de tráfico fatal cuando acababa de cumplir 40 años. Seguro que desde el cielo está siguiendo los firmes pasos de su hija-meiga. Se declara cabezota, dice que cambia de humor con frecuencia y es de las que guardan rencor. «Si me hacen algo lo devuelvo. Soy impulsiva y digo las cosas sin pensar. Después, si veo que me he equivocado, no me cuesta pedir perdón», reconoce. También afirma que es bastante selectiva con la gente que deja que se acerque a ella y, de novios... «No, ni quiero». Sobre los que consideran que este asunto de las meigas es algo rancio tiene claro que «si eliminas las tradiciones le quitas la personalidad a las ciudades. Lo que las hace diferentes». Cuando pasen estas semanas tan intensas le espera el viaje de Interrail. «Vamos a París, Ámsterdam, Berlín, Praga, Viena, Budapest... Me encanta viajar». Nos despedimos. «No me dejo llevar. No hago algo porque lo haga todo el mundo», sentencia.