«Preferimos pasarnos en las medidas de custodia de los exámenes»

Tamara Montero
tamara montero SANTIAGO / LA VOZ

SELECTIVIDAD

RAMON LEIRO

La CIUG trasladó ayer en furgones de seguridad los ejercicios de selectividad que hoy hacen 11.500 estudiantes

15 may 2019 . Actualizado a las 17:58 h.

No es en el momento en el que uno oye su nombre y se acerca a la puerta del aula con el carné en las manos. Ni cuando nota el tacto de las pegatinas entre sus dedos. Ni al sentarse por primera vez en un aula universitaria. El instante en el que casi 11.500 estudiantes gallegos sabrán hoy que es verdad, que ha llegado el momento, que ya no hay marcha atrás, que por fin arranca la prueba de acceso a la universidad será al escuchar cómo se rasga el precinto de las cajas en las que se guardan los exámenes. Folios que han estado custodiados durante semanas. Todas las medidas de seguridad parecen pocas para evitar pesadillas como la que están viviendo los estudiantes de Extremadura, obligados a repetir las pruebas por una posible filtración.

«Preferimos pasarnos en las medidas». Lo reconoce Pedro Armas, delegado de la Universidade da Coruña en la Comisión Interuniversitaria de Galicia, la que se encarga de organizar cada año el acceso a la universidad de los gallegos y que tiene como una de sus principales razones de ser garantizar que las pruebas son secretas hasta el instante mismo en el que tienen que dejar de serlo. Ponen todas las medidas necesarias para garantizar que solo dos personas saben de antemano cuáles son los enunciados exactos que contienen las cajas que se abren delante de los estudiantes pocos minutos antes de las 10 horas. En Galicia, además, es imposible que ocurra lo que ocurrió en Extremadura. Los exámenes están impresos. No se puede acceder a ellos por medios informáticos. A veces, la vieja escuela es la más segura.

Los exámenes llevan impresos y almacenados desde ayer en un lugar seguro de las facultades y centros en los que se realizarán las pruebas. Durante las últimas 24 horas, los responsables de su custodia han sido los presidentes de cada una de las comisiones delegadas. A los centros llegaron ayer en furgones de seguridad. «Para nosotros es fundamental la seguridad», explica Armas. La seguridad también de las familias de los casi 11.500 estudiantes llamados a examinarse.

En realidad, hasta el momento en el que se rasga el precinto, solo hay dos personas que conocen los enunciados exactos de las pruebas: el presidente y el secretario del tribunal único. Aunque es cierto que cuatro ojos ven más que dos, también es verdad que a más ojos, más posibilidades de filtración. Así que la CIUG prefiere restringir al máximo el número de manos por las que pasan esas pruebas.

Ante ese tribunal único presentaron los directores de los grupos de trabajo hace un mes media docena de propuestas de examen por materia. Por sorteo, se escogen dos. Ya ni siquiera los miembros de ese grupo de trabajo saben qué es lo que va a caer en selectividad

Un titular y un suplente

En ese momento, han quedado elegidos un examen que será el titular y otro que funcionará como suplente, que solo saldrá del banquillo si se produce alguna incidencia. Las copias de esos exámenes se hacen en la propia CIUG y se quedan en una cámara acorazada. ¿Por qué papel? Porque evita filtraciones como la que ha acontecido en Extremadura y porque al realizar ya las copias se puede ver cómo quedan, especialmente para aquellos exámenes en los que hay reproducciones en color, como por ejemplo los de Historia del Arte.

Allí, en esa cámara acorazada, están almacenados hasta el día anterior al gran día. Hasta ayer, cuando se trasladaron en furgones de seguridad a cada uno de los centros en los que hoy se sientan miles de alumnos y se escuchan las predicciones de si será Machado, el reinado de Isabel II o los novísimos de la poesía gallega.

Más de 97.000 pruebas que nunca se corrigieron por filtraciones en 1992

Se sabía desde hacía días. Había fotocopias de varios exámenes circulando entre algunos grupos de alumnos. El 17 de junio de 1992, solo horas después de que más de 10.700 gallegos hubiesen dado carpetazo al examen más difícil de sus vidas, la Universidade de Santiago lo convirtió en papel mojado. La USC había constatado las filtraciones y obligaba a repetir las pruebas, a excepción del bachillerato experimental.

Es exactamente la misma pesadilla que estos días están viviendo los alumnos extremeños, que tienen que repetir uno o dos exámenes porque alguien los descargó de la web de la propia institución. En Galicia, fue el por aquel entonces alcalde de Corcubión, Rafael Mouzo Lago, el que destapó el escándalo. Lo hizo presentando en el Rectorado una denuncia en la que hacía constar que en el examen de Filosofía iban a preguntar por Descartes y Kant y que el comentario de texto sería sobre violaciones. También dijo cuáles eran algunas de las preguntas de inglés.

Unos 97.000 ejercicios quedaron amontonados. Nunca llegarían a ser corregidos. Durante días, los estudiantes se manifestaron en diversas ciudades. Se enfrentaron al rector, rodearon San Xerome. La asociación de padres Confapa pidió que ese año se accediese a la universidad con la media de BUP y COU. Todo fue en vano. Con un bombo de jugar al bingo, el 27 de junio se sortearon los temas de los que debían examinarse de nuevo los alumnos implicados. Un notario supervisó el proceso de impresión de los exámenes.

En febrero de 1993, la Universidade de Santiago dejó de ser la única responsable de la organización de la admisión de los estudiantes gallegos a la universidad. Se había creado la comisión de la que después nacería la CIUG, la conocida como Ciesug - Comisión de Coordinación de Incorporación de Estudiantes ó Sistema Universitario de Galicia-, que asumió la organización ese mismo curso de la selectividad.