El periplo de los universitarios de Santiago cuando van a casa el fin de semana: «Nuestros buses son como los pimientos de Padrón, unos vienen y otros non»

VIVIR SANTIAGO

Andrés Vázquez

Las frecuencias escasean y el tren, muchas veces, ni está ni se le espera. Lejos del Eje Atlántico la comunicación únicamente se puede hacer en coche particular, si la carretera es lo suficientemente buena

29 abr 2023 . Actualizado a las 12:19 h.

Un Ford Fiesta azul aparca ante la inoperativa facultad de Farmacia de la Universidade de Santiago un viernes cualquiera a eso de las dos de la tarde. Se baja un chico, que entabla conversación con tres muchachas con pinta de estudiantes que esperan en la acera, preparadas para subirse al vehículo e ir de camino a A Estrada, de donde son originarios todos los interlocutores. La forma más sencilla de llegar hasta allí para ellas, como en tantos otros casos, es justo esta: teniendo un coche o un conocido que lo tenga y cuadrar en horarios con él.

Este es el pan de cada fin de semana para muchos jóvenes que gastan sus horas de lunes a viernes estudiando en Compostela y que regresan a casa el sábado y el domingo, antes de que la rueda comience otra vez. Les pasa a los de la comarca do Deza, donde ya hubo protestas más de una vez por la pobre comunicación en autobús, pero también al alumnado de A Mariña, de Valdeorras, de O Condado o de Paradanta. Y no solo a estos, pues también tienen problemas estudiantes cien por cien urbanitas, como aquellos de Lugo que nunca han catado un tren para viajar entre sus residencias, el pisito universitario de la semana y la casa de sus padres del finde.

Apuntar con el dedo a ciegas sobre un mapa de Galicia sirve para encontrarse con problemas y testimonios de ellos. Son miles los estudiantes de la USC y miles son también los que se mueven cada viernes y cada domingo, muchos de ellos descontentos con una red de transporte público que hace aguas nada más salir del Eje Atlántico, si es que esta funciona bien y no se le paran los trenes a medio camino entre Santiago y A Coruña, por ejemplo.

Desde A Estrada

Antes de subirse al Ford Fiesta, Valeria Gomes, Carla Barreiro y Nadia Nogueira charlan con La Voz. «No tenemos prisa, que total, teniendo el coche, todavía vamos a ir a comer algo antes de irnos», comentan, desenfadadas. Se toman con humor lo que es su cruz de cada fin de semana, y porque este amigo suyo tiene coche, que si no su periplo sería mucho peor.

Nadia, estudiante de Educación Infantil, es una de las que más lo vive, pues ella reside toda la semana en su villa de origen. Se libra de tener que encontrar piso en Compostela, otro trabajo de riesgo, pero cada mañana es una lucha: «Cuando tengo clase a las ocho y media me tengo que despertar tres horas antes, de lo lento que va el autobús y porque sale a las 6.40. Llego a Santiago una hora antes de que empiece la ponencia, a las 7.30, de modo que ya me hice amiga del personal de mi facultad, que a veces, cuando voy para la puerta a esperar, ya me la abre para que al menos no pase frío».

A mediodía, cuando toca el regreso a casa, la cosa no mejora, aunque por otros motivos. Tanto el autobús de las dos menos cuarto como el de las 15.20 se llenan al momento, quedando gente en tierra ya en la propia estación intermodal compostelana. «Y los que esperen viajar desde las paradas posteriores, que se olviden de ello, pobres».

Se suma la estudiante de Derecho Valeria Gomes a la conversación: «Te tienes que saber la vida de los demás, sus horarios de idas y venidas, si quieres tener un transporte correcto. Es justo lo que vamos a hacer en este caso, que nos vamos con él». Interviene ahora Carla Barreiro, de Enfermería: «Y como nosotras, mucha más gente, pues conozco el caso de unos amigos de Negreira a los que unas veces les llega el bus y otras no…». «Nuestros buses son como los pimientos de Padrón, unos vienen y otros non», la interrumpe Valeria, ya entre risas, vista la situación.

Pasajeros se agolpan en la intermodal compostelana antes de emprender su viaje en autobús o tren.
Pasajeros se agolpan en la intermodal compostelana antes de emprender su viaje en autobús o tren. PACO RODRÍGUEZ

Desde A Mariña

Lo mismo les pasa a quienes se mueven entre Viveiro y la capital de Galicia. Viendo las opciones de transporte público, la mayoría de estos estudiantes eligen o bien sacarse el carné o llenar coches de amigos con maletas los vienes y domingos por la tarde. Es justo lo que hace Claudia Rodríguez, de Química, que se sube al automóvil de sus amigos cuando no opta por que la pasee su familia, «pues la otra posibilidad es ir con un pariente hasta A Coruña y allí cogerme un tren». Salir por medio de la vía férrea desde la capital mariñana no tiene sentido, pues la única manera es yendo a Ferrol en el obsoleto Feve y allí cogerse un autobús, cuadrando horarios de la mejor manera posible.

El autocar es la otra manera, pero cada vez se hace más impracticable. Son tres horas de sinuoso trayecto que en coche se hacen en menos de dos, pero aun así hay valientes que lo utilizan. Es el caso de Odelyn Batista Pérez, alumno del grado en Biotecnología. Su queja no se dirige a la ruta entre Santiago y Viveiro, «que tenemos línea de lunes a viernes a las siete, y aunque sea escasa la frecuencia, puede servir». La reclamación que él hace se centra en los domingos, cuando marcha de Viveiro rumbo a Compostela.

«No es la primera vez que me veo yendo a la estación igualmente a ver si hay bus aunque en internet no figure, pues la aplicación de Arriva, que es quien tiene la concesión, funciona como puede. Eso aún no es todo, pues los festivos no hay transporte como había en años anteriores», por lo que recuerda este joven viveirense que presta testimonio a La Voz.

Cuando hay incidencias y el bus no aparece, que ya pasó más de una vez, «da igual que llames cinco veces a atención al cliente, que no te lo van a coger… Y no soy el único, que veo Twitter llenito de quejas iguales que la mía». Bajo su punto de vista, nada de esto está justificado, pues «los buses se llenan cada fin de semana, que no somos cuatro gatos, así que no entiendo por qué no dan un servicio a la altura».

Viajeros entrando a un tren, en la estación de Santiago.
Viajeros entrando a un tren, en la estación de Santiago. XOAN A. SOLER

Pese a los lamentos, Odelyn mantiene que en Viveiro o Burela, que sufre de los mismos males, tienen una postura conformista. «Comparada nuestra situación con la de amigos míos que viven en el Eje Atlántico, esto es una aberración. Ellos tienen un tren cada media hora larga y yo, si pierdo el bus de las siete del viernes por lo que sea, ya no puedo ir a casa porque los sábados no hay frecuencia».

Desde Valdeorras

Hace poco que Alba Prada terminó sus estudios y todavía recuerda las penurias que tenía que atravesar para llegar desde Santiago hasta O Barco de Valdeorras, de donde es originaria. «Había que partir de una base ya de por sí complicada, pues si necesitaras ir y volver en el mismo día no podías. Aun así, lo peor con mucha diferencia para una estudiante como era yo se producía los fines de semana, pues tan solo había una frecuencia de tren en dirección a Compostela a las 8.30 el sábado». Inviable, vaya,

La situación actual parece haber mejorado algo, aunque tan solo sobre el papel. Los viernes hay un tren por la tarde en dirección a O Barco que se llena con semanas de antelación y los domingos ocurre algo similar, de modo que ir y venir un fin de semana es muy difícil. Ambos trayectos se pueden comenzar pasadas las siete de la tarde y son de tres horas de duración. Sobre su precio, no se baja de los 20 euros por billete.

El autobús, por su parte, era tan inexistente en la época de Alba como lo es hoy mismo, pues no existe ninguna línea que contenga tanto Santiago como O Barco entre sus paradas. «Yo lo que tenía que hacer cuando iba a casa en bus era coger la línea que llegaba a Ponferrada o Villafranca del Bierzo, y ahí esperar a que me viniesen a recoger en coche», indica la joven, que a día de hoy trabaja y vive en Pontevedra. Recuerda, eso sí, que durante una época había un autocar que pasaba por Sarria y sí acababa en Valdeorras, «pero que no duró nada».

La parada de Villafranca es justo la que emplea Carla Mendes, que usa ese autobús cuando se desplaza desde A Coruña, donde trabaja, hasta su casa en O Barco, previa parada en la capital de Galicia. «De las tres horas no bajo, y me sale mejor depender de un familiar que del tren… Así que es fácil imaginarse lo mal que está la situación del transporte público en Valdeorras, que no ha mejorado nada desde que dejé la universidad hace un par de años».

Desde el sur de la provincia de Pontevedra

David Bóveda estudia Derecho en la USC y es de A Cañiza. Aprendió, como tantas otras voces de este artículo, que para poder moverse por Galicia con relativa libertad hay que tener un coche propio. Es por ello que, a la que pudo, se sacó el carné ya comenzando la carrera y se hizo con uno vehículo, pues hasta ese momento tenía que forzar a familiares o amigos suyos a que lo llevasen hasta Ourense a coger un tren que lo depositase en Santiago los domingos. Y lo mismo los viernes, solo que para ir a recogerlo.

«Dende Vigo era algo similar, pouco solucionabas, pero conexión directa non hai de ningún tipo. O beneficio que ten ir por Ourense, iso si, é que tes autobuses á Cañiza, aínda que entre o da unha da tarde e o das sete e cuarto ben poderían poñer algunha frecuencia máis», reivindica David, que sabe bien que entre unas cosas y otras compensa el coche por encima de cualquier otra opción.

Desde Lugo

La queja es recurrente, de sobra conocida y llena de lógica: Lugo es la única capital provincial gallega que no tiene enlace ferroviario con Santiago y que tampoco se espera que lo tenga. Miguel Carreira, alumno del máster de Abogacía en la USC, lleva años suficientes en Compostela como para atestiguar la situación del transporte lucense, pero en ninguno de ellos ha pisado el tren.

Lo que sí ha visto ha sido un leve empeoramiento desde que la concesión por carretera la posee Monbus, esa que antes efectuaba el legendario Freire. «Ahora perdimos frecuencias y no mejoramos en absolutamente nada. Las rutas siguen teniendo tropecientas paradas en las que ni baja ni sube nadie, alargando el trayecto hasta las dos horas, a pesar de que las de Lugo ciudad a veces hasta se las saltan». Miguel señala que la detención de la avenida das Américas, que sería la suya, muchas veces la pasan por alto los chóferes, de modo que tiene que caminar casi media hora desde la estación hasta su casa, «cosa que no me molesta, pero si hay una parada marcada y las demás las hacemos, ¿por qué esa no? Me parece de cajón».