¿Una 'little' Caracas en Santiago? Explosión de negocios venezolanos en cuatro años: «Hasta los gallegos que vivieron allí se alegran al ver un tequeño»
VIVIR SANTIAGO
Muchos venezolanos llegaron en el 2019, convirtiéndose en la principal colonia de extranjeros en Compostela e impulsando desde floristerías a supermercados típicos o cafeterías que enganchan con arepas o cachapas a los universitarios. Combaten su morriña con grupos de wasap, donde convocan parrilladas
28 abr 2023 . Actualizado a las 10:48 h.Restaurantes, supermercados, floristerías o tiendas. Son solo una muestra de los distintos negocios de gerencia venezolana abiertos en los últimos años en Santiago coincidiendo con la notable llegada a Compostela de ciudadanos originarios de ese país. «Muchos tenemos padres gallegos. La mayoría vinimos desde el 2019, por la dura situación que se vive en Venezuela; si no, seguiríamos allí. La echamos mucho de menos», confirma con morriña Margarita Verdeal, la actual dueña de El Faro Café y el El Faro Market, un bar con tienda situado en Área Central donde se pueden degustar y adquirir los productos más típicos venezolanos. «Hasta aquí se acerca tanto gente que llegó en los últimos años a Compostela como ciudadanos que ya previeron lo que iba a suceder y se trasladaron aquí con el cambio de siglo. En uno de los grupos de wasap que tenemos los venezolanos de Santiago ya somos más de 300», añade sobre una amplia colonia que el INE confirmó con cifras. A finales del 2022, de los 98.179 habitantes de la capital gallega, 6.447 nacieron en otros países. De entre ellos, es Venezuela, con 872 ciudadanos, el que más aporta. «Somos emprendedores. Muchos luchamos por abrir acá negocios», afirma sobre un auge que no pasa desapercibido en la ciudad.
De tequeños a pastelinos andinos en un café con tienda
Margarita Verdeal aclara que fue en el 2019 cuando tomó las riendas de un negocio que ya llevaba años abierto en Área Central. «Antes se llamaba Guasacaca, que es una salsa típica de Venezuela. Nosotros llegamos a Galicia hace cinco años y medio. Cuando lo cogí —un año antes de la pandemia—, le cambié el nombre por El Faro Café y Market, por una isla del Parque Nacional Mochima. Yo nací en Caracas. Mis padres, originarios de Ortigueira, habían emigrado años antes a Venezuela. Cuando vine, elegí Santiago porque una familiar tenía varios pisos para estudiantes y nos alojamos en uno», encadena siempre con añoranza, aludiendo también a la unión que hay entre la comunidad de ese país asentada en la ciudad. «Por un grupo de wasap la gente se intercambia desde ofertas de trabajo hasta información relevante, pero también lo utilizamos para hacer quedadas. Nos solemos reunir una vez al año. Necesitamos juntarnos en una parrillada», remarca, incidiendo también en cómo la buena acogida de su negocio —un café y tienda con productos típicos de Venezuela— confirma que muchos venezolanos necesitan tener a su país más cerca.
«Aquí pueden comer o comprar desde tequeños a empanadas de carne mechada o queso. Algo que también sale mucho son los pastelinos andinos —masa de harina de trigo rellena de queso, carne o pollo— o los golfeados, un postre típico de panecillos dulces rellenos de canela o queso», añade. «Una cosa que piden mucho los venezolanos es el tequeñón, un tequeño mucho más grande. Es lo que se tomaba en las cantinas de los colegios», evoca. «Durante la pandemia lo pasamos mal, pero nos levantamos, también ayudados porque cada vez en la ciudad hay más venezolanos», confirma.
La franquicia de productos venezolanos que crece por Galicia
Fue en abril del 2021 cuando dos jóvenes, uno venezolano y otro colombiano se pusieron al frente en la compostelana rúa San Pedro de Budare Market, una marca que desde el 2018 ya funcionaba muy bien en Ourense ofreciendo productos que los venezolanos estaban acostumbrados a tener sobre su mesa. El negocio creció también luego por otras ciudades gallegas como A Coruña o Vigo.
En el caso santiagués —donde se ofrecen productos exclusivos tanto de Venezuela como de otros países latinos, como Colombia— la iniciativa cumplió rápido las previsiones, atrayendo a gente incluso de Noia o Padrón. Sin embargo, en el verano del 2022 sus gerentes se decidieron a trasladar la tienda al Ensanche, a la rúa Nova de Abaixo, al vivir en esta zona —y no en una calle más turística como San Pedro— muchos de los venezolanos residentes en Santiago. «Así nos acercábamos a quienes demandan arepas o quesos de nuestro país, que es lo que más se compra en este ultramarinos. Hay días que vendemos hasta seis kilos de queso», explica Katiuska Martínez, una de sus actuales dependientas, también originaria de Venezuela. «Allí todo se acompaña de queso», remarca risueña y con morriña.
«Mi padre, que es originario de Cuntis, emigró a Venezuela hace muchos años. Yo me volví de allí en el 2019 por la situación en mi país. Tengo dos niños», aclara Katiuska, de 35 años, razonando el éxito de todos estos negocios que devuelven a muchos de sus compatriotas sabores de la infancia. «Les traen recuerdos de su país, de otros tiempos. Muchos clientes nos dicen que les hacía falta llenar ese huequito en las comidas», subraya, mencionando productos como las galletas Cocosette, rellenas de crema de coco, o los diablitos de «jamón endiablado», utilizados para untar en arepas o canapés.
«Los venezolanos ya instalados en la ciudad dan a conocer la tienda a los que siguen llegando», continúa la dependienta. «También hay muchos vecinos de Santiago que entran por curiosidad y luego repiten, sobre todo por los tequeños», confirma divertida. «A nosotros nos hace falta tener estos productos para no añorar tanto Venezuela», concluye.
El matrimonio que quiere llevar sus tequeños por toda Europa
Gerardo Enrique Santiago y Heidy Escalante, tras dejar su Venezuela natal hace tres años, llegaron a Santiago en noviembre del 2021 junto a su hija, sin un duro en el bolsillo y con la esperanza de remontar el vuelo. Tras cuatro meses duros como repartidores de Glovo, y con los ahorros logrados, se decidieron a abrir, en marzo del 2022, en la rúa de A Estrada, en O Castiñeiriño, su propio negocio, Craft Food Take Away, un restaurante de comida venezolana —también con reparto a domicilio— con algunos de los platos más típicos de su país (cachapas, arepas, empanadas venezolanas, patacón o tequeños), y en el que aclaran que hasta las masas son de elaboración casera.
«Muchos venezolanos que llevan años sin tomar una cachapa, al poder tomarla de nuevo nos dicen que ‘viajaron' a su país. También notamos que hay muchos gallegos que vivieron y trabajaron durante 20 o 30 años en Venezuela y que, al conocer el negocio, se acercan para volver a tomar arepas o se alegran al ver un tequeño. Les recuerda a esos años», afirma con empuje.
Hace poco logró el certificado sanitario para poder distribuir por toda Europa, a cualquier negocio que quiera venderlos, sus tequeños. El pasado mes también puso en marcha una nueva iniciativa, la de llevar una food truck con sus productos, como esos tequeños o arepas, por distintas ferias. «Me queda mucho trabajo por delante, como lograr contactos para introducirme en eventos más grandes, pero estamos en el camino. Arrancamos y ya no frenamos», avanza con entusiasmo.
La cafetería que engancha a los universitarios a productos de Venezuela
En la avenida de Vilagarcía, junto a la plaza de Vigo, y cerca de la entrada al campus sur, se afianza desde el 2019 el café bar Cuyagua, un local puesto en marcha por Ana María Calvo, una valenciana que emigró hace muchos años junto a sus padres, también españoles, a Venezuela. «Allí conocí a mucha gente de Galicia, de donde procedían muchos emigrantes. Me acuerdo que iba con mis padres a la hermandad gallega», remarca al aclarar por qué a su retorno eligieron instalarse en Santiago. «Nos fuimos de Venezuela en el 2019 por la complicada situación del país. Me vine con mis dos hijos», señala sin titubeos, evocando unos duros inicios de los que rápidamente se resarció.
«Aposté por introducir aquí la comida de Venezuela. Al principio ofrecía empanadillas o arepitas como tapa gratis. A la gente le gustó. En nuestro caso la pandemia, a pesar de su dureza, nos ayudó. Trabajamos mucho a domicilio y la gente quiso probar más», recuerda agradecida. «Nos centramos desde el principio mucho en los universitarios, ofreciéndoles alternativas a los bocadillos, como las arepas, las propias empanadillas o las cachapas», destaca, aludiendo en este último caso a un plato típico a base de maíz de Venezuela. «Poco a poco se corrió la voz y el boca a boca nos trajo a más gente. Aquí vienen tanto venezolanos que añoran sabores de su país como gallegos que quieren conocer la gastronomía de ese país. Para nosotros son una muy buena clientela», destaca, aclarando que a todos les sorprende la carne mechada y que entre las arepas es la Reina Pepiada, con pollo, mayonesa y aguacate —«una especie de ensaladilla»— la que más se demanda.
«Estamos muy contentos con la acogida», constata feliz.
El local del casco histórico que recuerda con su nombre a los puntos de reunión venezolanos
A principios de febrero reabrió en A Calderería uno de sus locales más emblemáticos, el antiguo Babel o Besbello. Al frente está un matrimonio venezolano —ella del gremio aeronáutico y él, licenciado en Aduanas y Comercio Exterior— que llegó a Galicia hace ya seis años, momento en el que él ya se inició en la hostelería. Tras enamorarse en Santiago de ese local del casco histórico con terraza exterior —«al entrar hay un mundo fantástico que, lamentablemente, no se adivina desde la calle»— se decidieron a dar un nuevo salto e impulsar un local de copas con opción de desayunos y tapeo.
Su nombre, El Point, ya remite a sus orígenes. «En Venezuela le llamaban el point a ese lugar que, de manera inexplicable, se convertía en punto de reunión, ya fuera una plaza, un restaurante, un bar, una discoteca... era ese sitio donde se pasaba bien y que, sin tener un nombre específico ni una ubicación, ya todo el mundo sabía de qué se trataba», aclaran.
El matrimonio venezolano que despuntó con una floristería en el centro y ahora con la de Boisaca
Estefanía Lozano confirma que se siente muy a gusto en Santiago, pero también aclara lo mucho que echa de menos su país, Venezuela. «Por la floristería pasan muchos gallegos que vivieron en Caracas y que me confiesan que allí pasaron muy buenos años», apunta con morriña esta venezolana que junto a su marido, Elio de Abreu, emigraron desde su país en el 2018. «Nosotros no teníamos antepasados en Galicia, aunque sí familia en Santiago. La razón fundamental para venir fue por nuestro niño. No queríamos que tuviera que vivir en un ambiente inseguro y de escasez de servicios públicos», explica.
«Somos un pueblo emprendedor. Creo que no dudamos en trabajar mucho para salir adelante», sostiene, repasando su propia trayectoria. En los primeros meses tras su llegada, Elio trabajó en una panadería y Estefanía en la cocina de un restaurante. «No aguantamos mucho, porque queríamos nuestro propio negocio, y surgió una oportunidad», al jubilarse la propietaria de una floristería en el Ensanche, en la calle Frei Rosendo Salvado. No se detuvieron ahí y hace tres años, y junto a primos de su marido, abrieron en la Carreira do Conde la Florería Xardín A Alameda, en la Carreira do Conde. «Desde el principio fue bien. Creo que a la gente le gusta; es una floristería que embellece la zona», destaca con empuje, aclarando que trabajan sobre todo con producto local.
Esa buena acogida les animó a seguir emprendiendo y hace solo unos meses también asumieron con ilusión la conocida floristería Carmiña en Boisaca, que regentó Carmiña Castro Pérez durante casi 30 años. «Ella tenía muchos clientes de toda la vida. Aún se sigue pasando por el local. Creo que la gente, aunque la echa de menos, está contenta también con el cambio», subraya agradecida. «El nuevo nombre es Florería Xardín San Antonio Boisaca, en honor al padre de un primo de mi esposo, es decir, a un tío suyo, que falleció hace poco. Él fue florista toda su vida», concluye con cariño.
El matrimonio que dejó Venezuela y se afianza con los gofres
Giancarlo Bolledi es un venezolano de origen italiano que, también en el 2019, quiso dejar atrás la difícil situación que se vivía en su país. «Una de las principales razones para venirnos fue por mi hijo. Queríamos que estudiase aquí. Entró en Medicina en Santiago y aquí nos quedamos», apunta Giancarlo, aclarando que en Venezuela él se dedicaba a la contabilidad y su mujer era abogada.
«Al llegar vimos que se traspasaba un negocio de gofres que había en As Cancelas, que pertenecía a una marca global, a Waffle Bubble. No dudamos y lo cogimos», remarca, rememorando un duro revés inicial. «Abrimos y al mes llegó la pandemia. La franquicia tuvo que cerrar, pero nosotros, al no tener más empleados, resistimos y nos independizamos. Ahora somos O recuncho do gofre», señala, explicando que remontaron el vuelo. «Creo que somos los únicos que en Santiago ofrecemos los gofres con burbuja», destaca ilusionado, afirmando que es el público joven su gran clientela. «Depende mucho del tiempo que haga, pero si hace malo, el centro comercial se llena y hasta nuestro puesto se acerca mucha gente», destaca. «En Santiago nos sentimos a gusto y a mi hijo lo vemos feliz», confirma.