Santiago no es para patinetes eléctricos, al menos por ahora: «La carretera se hace difícil y somos incompatibles con el peatón»

Andrés Vázquez Martínez
Andrés Vázquez SANTIAGO

VIVIR SANTIAGO

Al llevar el casco e ir sobre el asfalto, este conductor de patinete eléctrico le da un uso adecuado y ajustado a las normas.
Al llevar el casco e ir sobre el asfalto, este conductor de patinete eléctrico le da un uso adecuado y ajustado a las normas. PACO RODRÍGUEZ

Los escasos usuarios de este vehículo en Compostela reclaman más zonas seguras donde poder circular, como carriles bici o carreteras en buen estado que les permitan popularizarse más

10 abr 2023 . Actualizado a las 20:58 h.

Cuesta encontrar en Santiago de Compostela conductores que empleen como medio de transporte el patinete eléctrico, al menos en comparación con otras ciudades y villas gallegas. Las calles peatonales no son accesibles para ellos y, por supuesto, de las aceras no hablemos, pues están reservadas solamente para peatones, a pesar de que haya mucho listo en patín que se empeñe en usarlas a su antojo. Lo mismo pasa con el empedrado piso de la zona vieja, que mojado es una trampa para los patinetes, al ser muy resbaladiza. No es la primera vez ni será la última que un usuario de patinete se cae al perder tracción en la rueda trasera.

Del mismo modo que existen áreas prohibidas para los vehículos de movilidad personal (VMP), también hay otras que en teoría les corresponden pero a efectos prácticos se les hacen difíciles. Es el caso de las propias calzadas, las carreteras urbanas para las que están pensados pero que en Santiago dejan que desear con sus baches y roturas solamente imperceptibles para los coches.

Mario Vidal, compostelano residente en el barrio de Vista Alegre, se compró su patinete hace ya unos años para ir más cómodamente de su casa a la estación de tren, «desde donde partía con él en el vagón hacia A Coruña y allí lo usaba de nuevo» para llegar hasta su lugar de trabajo. Al final de la jornada, desplegaba su pequeño patinete y, desde su oficina en una asesoría jurídica, se iba a la estación coruñesa con rumbo a Santiago, donde lo empleaba de nuevo para llegar a casa. «No me imagino la vida sin él, es comodísimo», dice.

A día de hoy lo utiliza también para ir hasta la facultad de Derecho desde su vivienda, pues está terminando de cursar allí el máster de Abogacía. «Mi zona está un poco desconectada, por lo que siempre que me acerco al centro lo hago con mi patín. Lo que echo de menos allí son zonas para aparcarlo, como sí hay en el centro comercial de As Cancelas, ya que muchas veces tengo que acabar metiendo el vehículo dentro de un bar, si es que voy a tomar algo, o hasta en el interior de la facultad».

Del mismo modo, se apunta a la queja generalizada y critica la escasez de lugares por los que circular de manera segura. «En Compostela pocos carriles bici tenemos en comparación, por ejemplo, con A Coruña, y el piso de las carreteras sigue dejando que desear desde hace años, algo que echa para atrás a posibles usuarios, bajo mi punto de vista», señala el joven.

Un usuario de patinete eléctrico cruzando la carretera por un paso de peatones, espacio por el cual no puede circular.
Un usuario de patinete eléctrico cruzando la carretera por un paso de peatones, espacio por el cual no puede circular. XOAN A. SOLER

Así como es cierto que queda trabajo por hacer, algunos de esos inconvenientes más flagrantes del día a día en patinete se han ido subsanando. Nota grandes cambios en el trato que le dan los conductores de coches o autobuses, por ejemplo, «ya que antes no se respetaba para nada al patinete al pensarse prácticamente que era un habitante de la acera y no del asfalto». Los cambios legales han ido acotando los espacios de los VMP, cosa que Mario celebra, «pues así afianzamos una convivencia sana». Él es quien primero declara que peatones y patinetes son incompatibles, por lo que le parece más que bien la prohibición del vehículo en las aceras y las calles peatonales, que por desgracia todavía se ven tan a menudo.

Lo que sí critica, en lo relativo a las zonas de circulación autorizadas, es que al VMP se le prohíba transitar por las vías interurbanas, «pues tanto bicicletas como peatones, pasando hasta por personas que marchan sobre patines en línea, pueden usarlas». Reclama a este respecto una equiparación de los vehículos de movilidad personal con las bicis en todos los aspectos.

Santiago va a pedales

Con solamente salir a la calle se aprecia la falta de impulso que tiene todavía el patinete eléctrico en Compostela, algo positivo para peatones que quieran una acera segura, ya que muchos de sus pocos conductores la invaden en vez de usar la calzada. El cúmulo de defectos que presenta la capital gallega es variado: desde su importante nivel de precipitaciones hasta las escasas zonas llanas que tiene y que son las óptimas si se quiere emplear uno de estos artilugios, por no hablar de las pegas que le ponían los usuarios, personalizados en Mario Vidal.

Para solventar todos estos problemas y más, la industria fabricante ya se ha puesto manos a la obra hace tiempo, no pensando solamente en Santiago, claro está, aunque también. Lo condensa a las mil maravillas Juan Seoane, responsable de la tienda Weco Mobility, en el Ensanche: «A nova aposta das marcas que venden patinetes está indo cara a modelos que lle veñen ben a Compostela, pois o tema do firme irregular veríase minimizado grazas ás rodas de máis diámetro, con mellor suspensión e de cámara pneumática máis ancha que están a presentar ultimamente as fábricas».

En la tienda que regenta se venden todo tipo de VMP y lo hacen desde la experiencia que les da el haber explorado diferentes mercados europeos. Justo eso le hace reconocer a Seoane que Santiago quizás no sea la ciudad ideal, en principio, «pero as vendas estanse a reactivar con forza nesta primavera, coa chegada do bo tempo», lo que les hace esperar una buena temporada por delante. Sobre el perfil del cliente, Seoane afirma que cada vez es más variado, «aínda que recentemente estase a ter máis interese por parte da franxa de idade entre os 35 e os 55 anos», demostrando que este tipo de movilidad no es solamente para jóvenes tan jóvenes y que está al alcance de cualquiera que busque una solución para el transporte diario y urbano.