Una vuelta en el C6, el bus para la gente con mucho tiempo libre que recorre Santiago desde el polígono de Costa Vella hasta Sar

Andrés Vázquez Martínez
Andrés Vázquez SANTIAGO

VIVIR SANTIAGO

Una unidad del C6 en pleno atasco por el asfaltado de Basquiños de la pasada semana
Una unidad del C6 en pleno atasco por el asfaltado de Basquiños de la pasada semana Sandra Alonso

Con trayectos de una hora, montarse en él es como hacer un retrato sociológico de la ciudad, pues vertebra y une las zonas más dispares de Compostela

11 mar 2023 . Actualizado a las 20:55 h.

Muchos de los autobuses del sistema de urbanos de Santiago eligen la misma manera de vertebrar la ciudad. Normalmente llegan desde el Hórreo, Montero Ríos o la Senra hasta la plaza de Galicia para luego encaminarse a través de Virxe da Cerca, rumbo a San Roque y San Caetano. Compostela es una pendiente que cae hacia el suroeste desde el norte, por lo que la mayoría de sus líneas de autobús replican este esquema.

Hay otros autocares que van más allá de la espina dorsal compostelana en lo que al tráfico rodado se refiere, aunque también pasen por ella. Además de los que llevan una P delante de su número, vinculados cada uno de ellos a una parroquia, Santiago goza en su plan de buses urbanos de las líneas C, esos grandes circulares que unen la almendra más próxima al centro con los barrios, desde Sar al polígono de Costa Vella. 

El C6 es justo el bus que cubre esos dos destinos. Traquetea, como muchos de sus hermanos, cuando el chófer no acelera, que entonces el impulso lo mantiene firme. Quien conduce ya tiene los botes interiorizados, pues hasta salta en su asiento con soltura, algo que no le hará mucha gracia a su espalda ni el día de mañana ni ya el de hoy. Las almohadillas de su asiento están completamente desgastadas, de modo que va casi sobre el metal que le sirve como única pata a esta silla. 

En el interior del habitáculo no va demasiada gente, al menos comparando con las líneas clásicas, y mucha de ella ya se ha bajado del vehículo cuando este deja la zona de Fontiñas, tras superar San Caetano y la Avenida de Lugo. Es en ese barrio, en la rúa de Londres, donde se bajan dos abuelos con dos nietas que se habían subido en Virxe da Cerca. Ellos conversaban animadamente en la parte delantera, tras el conductor, mientras ellas, con su uniforme del colegio, hacían de la fila trasera de asientos su patio de juegos. 

Se ven individuos de todo tipo en el C6. La media de edad es bastante elevada y muchas de estas personas se suben con carritos, directas hacia las grandes superficies del polígono de Costa Vella para hacer la compra «a un precio máis económico que nos supermercados». Algo similar les ocurre a otras personas que se suben ya en la periferia más verde de Santiago, pues no disponen de establecimientos cercanos en los que llenar sus cestos.

El autobús C6 en plena ruta, detenido en Virxe da Cerca.
El autobús C6 en plena ruta, detenido en Virxe da Cerca. XOAN A. SOLER

Este es un problema con el que también se topan cada vez más los santiagueses que viven, por ejemplo, en la Zona Vieja, donde tan solo hay un súper, evidenciando la constante turistificación de la misma que se viene viviendo desde hace años, si no ha existido desde la fundación de la ciudad. Lo que está claro es que los pocos vecinos que quedan en la Compostela de piedra quizás prefieran subirse al bus e ir al polígono que desplazarse al Ensanche, puestos a moverse, para hacer la compra semanal.

Ya en Costa Vella, tras bajarse los carritos, empiezan a subir algunos trabajadores. Acaba de terminar su turno y regresan a casa en autobús, que el polígono es un hormiguero de coches y no conviene saturarlo más o quedarse embotellado en él. Algunos de ellos tendrán que tragarse un tour turístico para llegar a su parada, pues el C6 recorre la mitad de Santiago, o más, al llevarle una hora darle una vuelta completa a su círculo. Las frecuencias son muy escasas, pues tan solo hay un autocar en circulación, tanto en esta línea como en su gemela, la C5.

Para hacer un buen uso de estos dos buses es conveniente conocérselos al dedillo. Hacen una ruta muy similar, pero son dos ejemplares distintos y sus horarios no se pueden ver a la vez al consultar uno solo de ellos, lógicamente. Se llevan unos 45 minutos de diferencia entre uno y otro y ambos tardan una hora en volver a esa parada, de modo que, como se pierda no se llegue a tiempo a su paso por la marquesina, habrá que esperar una hora para poder montarse en él.

Si bien algunos trabajadores usan al C5 y al C6 para bajar del polígono, podrían ser muchos más los que lo hicieran y se olvidasen de sus vehículos propios, ahorrando ellos y el medio ambiente. Por un lado, su grueso se ve forzado a subir de modo particular por la mañana al comenzar su jornada antes de que los buses inicien su ronda. Precisamente por entrar antes de las siete, cinco minutos antes de que el C6 salga de su parada de referencia en el propio polígono, han de subir en coche y luego bajar a Santiago de vuelta en él.

Por otro lado, se está minimizando la posibilidad de enlazar esta pareja de «ces» con otros autocares, urbanos o interurbanos, pues depender de la fiabilidad horaria de dos líneas para empalmar una en otra puede suponer perder el segundo de los buses y hacer una que valga por dos. En todo caso, muchos obreros se ven obligados a sacar su coche por un lapso de quince minutos o media hora que les tarda en llegar el autobús.

El C5, gemelo del C6, cargando gente en la plaza de Galicia.
El C5, gemelo del C6, cargando gente en la plaza de Galicia. PACO RODRÍGUEZ

De hecho, no muchos clientes de los establecimientos del polígono emplean el transporte público para subir a él, más allá de esas personas mayores y sus carritos. Les resulta mucho más cómodo fundirse en el tráfico con su automóvil particular y encontrar aparcamiento que moverse al son de un bus que tarda una hora en volver a la parada. En este sentido, dentro de este perfil, puede verse algún adolescente, o grupo de ellos, que se montan al C6 para comer, merendar o cenar en alguno de los restaurantes de comida rápida que tienen sede en Costa Vella.

Para ellos se trata también de un problema de precios, pues la ciudad no les ofrece más que opciones caras en comparación con el coste al que queda una de estas hamburguesas tras introducir el cupón de descuento correspondiente, que las empresas regalan a través de sus aplicaciones del móvil. Santiago se encarece y expulsa a ciertos compostelanos, de todas las edades y características, unidos por su poder adquisitivo.

La vuelta desde Costa Vella se hace igual que la ida, atravesando verdes campos por carreteras secundarias, como la rúa da Mira. Nada más que al encontrase un coche de frente el chófer tiene sacar sus dotes de conducción y demostrar por qué lo han contratado. Del mismo modo, aunque no haya tráfico, las empinadas cuestas que a veces tiene que encarar el mamotreto urbano de doce toneladas son de agárrate, y más cuando se hacen bajando y con el piso mojado por la lluvia. Muchos de los autobuses van viejos y, por muy pasada que esté la ITV, los esfuerzos se les hacen duros.

Como pueden, cumplen. El amarillo C6 vuelve de pronto a Fontiñas, para encaminarse pegadito al Multiusos hacia el barrio de Sar. Allí toma el camino del Restollal y comienza de nuevo a girar, previo paso por la estación intermodal, rumbo al Hórreo y a la plaza de Galicia. Un grupo de chavales, a la altura de Área Central, le preguntaron al conductor si este bus llevaba al centro y, al decirles este que sí, pero tras pasar por infinidad de paradas, se volvieron al banco de la marquesina a esperar por el directo.