De salvar el Fin de Año en los ochenta tañendo él mismo la Berenguela a dotar de calefacción los colegios de Compostela: la increíble historia de Santiago Mayo

VIVIR SANTIAGO

Santiago Mayo Ferreiro, paseando por la Alameda en el 2009.
Santiago Mayo Ferreiro, paseando por la Alameda en el 2009. ÁLVARO BALLESTEROS

Un ciudadano de excepción, concejal en aquella época, subió toda la torre do Reloxo a medio cenar para que el año 1987 llegase a la ciudad

31 dic 2022 . Actualizado a las 10:36 h.

Noche del 31 de diciembre de, probablemente, 1986. Los compostelanos se comerían por primera vez las uvas del cambio de año al son de la Berenguela, con la fiesta posterior a lo largo y ancho de la plaza da Quintana. Todo en orden, hasta que alguien se da cuenta de que el reloj de la torre no funciona. En ese momento, dos hombres, el campanero y el concejal que había ideado la celebración, escalan las tripas de la Catedral para arreglar el mecanismo, con tan poco éxito que terminan dando las campanadas «ellos mismos, a mano».

En la plaza se monta el jolgorio merecido y, de esa manera, se da comienzo en Compostela al año siguiente, que aunque accidentado, terminó llegando. Los héroes descienden la torre, «vivos y enteros», para entremezclarse y disfrutar con su gente, con sus vecinos. El concejal vuelve al bar de sus suegros, donde cenaba con la familia, aquel donde se servía el legendario Tumba Dios. A partir de ese momento se sucederían las fiestas en la Quintana, hoy y desde hace unos años trasladadas al Obradoiro porque, del éxito que tienen, allí ya no caben.

El concejal, el cabecilla, fue Santiago Mayo Ferreiro, responsable de Cultura y de Educación entre 1986 y 1987, y quien cuenta su historia, a quien pertenecen esos entrecomillados, es su hijo, Santiago Mayo Sobrino. La estirpe más histórica de Santiago le viene por todos lados a Santi, como todos le llaman, pues además de la leyenda de su padre es nieto de Eligio Sobrino, dueño del viejo bar Sobrino, que entre 1955 y 1996 se hizo un hueco en la Zona Vieja compostelana calentando los cuerpos con su combinado Tumba Dios, registrado y exportado con fama a diferentes partes de España precisamente por «tumbar a Dios» cuando hasta este lo probaba, como decían los universitarios del momento.

Santiago Mayo Sobrino, hijo del protagonista y narrador de su historia, en la misma librería que fundaron sus padres.
Santiago Mayo Sobrino, hijo del protagonista y narrador de su historia, en la misma librería que fundaron sus padres. XOAN A. SOLER

«Mi padre no paraba quieto, siempre tenía algo entre manos, y más desde que comenzó a ocupar cargos públicos en los setenta hasta que los dejó a finales de los ochenta. Si había una oportunidad, la aprovechaba, y así pasó con el tema de las campanadas, cuando vio que en Santiago nunca se había hecho nada similar y se lanzó a hacerlo». Santi habla con admiración de su padre (fallecido en el 2016) tras el mostrador de la librería que él mismo fundó, junto a su madre, la mítica Mayso de la rúa Rosalía de Castro. Su nombre une los apellidos de los fundadores, Mayo y Sobrino, dos profesores de EGB que comenzaron vendiendo enciclopedias. 

Lo que más admira Santi de su padre es su capacidad para nunca desanimarse y siempre buscar salidas. «No paraba quieto, proponía y se esforzaba, siempre con sus ideas por delante, que no eran otras que el bienestar de los compostelanos», asegura el heredero de su nombre y de su negocio. Él también tiene pecho para sacar, que para eso su local es pionero, por ejemplo, en la impresión de fotocopias, «que iniciamos allá por los ochenta», en la fabricación de láminas de anatomía en gallego o en la venta de juguetes educativos, datando todo de esa época. 

Hombre de principios

Santi hace hincapié en la personalidad siempre luchadora de su padre. «Cuando estuvieron paradas las obras del colegio de Roxos, porque la constructora que recibió el contrato había quebrado, me acuerdo de acompañarlo en nuestro Seat 600 a sacar fotos de cómo estaba la obra, para luego llevarlas a Madrid para que se dieran cuenta de la gravedad del asunto y lo sacasen por fin adelante. Todo ello apoquinando de su dinero, tanto el revelado como el viaje, solamente por su convicción personal de que ese colegio público solucionaría muchos problemas a los niños y familias de la zona».

Añade, en este sentido, que al ser su padre maestro y conocer de primera mano los problemas que padecía aquella escuela ochentera y posfranquista, «fue él quien dotó de calefacción a la mayoría de los colegios de Santiago y quien desarrolló por primera vez las ayudas a familias para hacerse con material escolar, tan necesarias aún a día de hoy». El propio Santiago Mayo Ferreiro, en una entrevista con La Voz en el 2009, se sorprendía de que siguiesen existiendo ininterrumpidamente desde que su ahínco las sacase adelante.

Otra anécdota que ejemplifica su talante, de nuevo en boca de su hijo: «Cuando Alianza Popular, con quien tuvo ese cargo de en los ochenta, ganó las elecciones, estaban muy de moda las bandas municipales de música y los certámenes que las reunían, que organizaba Farruco, Xosé Luis Bernal. Él estaba vinculado al PSOE, pero mi padre lo llamó para que siguiese llevando el asunto como siempre había sido, a lo que Farruco se negó. No hace mucho coincidí con él en Rianxo y me dijo: “Santi, cuánto me arrepiento de haberle dicho que no a tu padre con el tema de las bandas… Por culpa de los prejuicios”. A mi padre le daba igual que fuese el PSOE o el PP, él lo que quería era remar por Santiago».