La Conchi, la biblioteca de la Universidade de Santiago que tiene fans en vez de estudiantes

Andrés Vázquez Martínez
Andrés Vázquez SANTIAGO / LA VOZ

VIVIR SANTIAGO

Sandra Alonso

Con la temporada de exámenes vuelven a la biblioteca Concepción Arenal las prisas para conseguir uno de sus codiciados puestos de estudio

21 nov 2022 . Actualizado a las 12:34 h.

Siempre a tope, la Concepción Arenal es la biblioteca por excelencia de la Universidade de Santiago. La colapsan los estudiantes ya a estas alturas, en noviembre, mientras muchas otras están vacías. «Este ano está incluso peor, é moi complicado atopar sitio», comentan en su puerta Andrés Pardo y Marina Rey, alumnos de Ciencias Políticas. La única que le hace sombra es la sala de estudio de la facultad de Dereito, justo enfrente, y que es una revelación reciente después de la reforma que le hicieron hace un par de años.

En la Conchi, como se conoce en los círculos universitarios a este edificio, hay cola a las ocho y media de la mañana, justo cuando abre. Es algo que solo ocurre en el resto de centros de estudio los fines de semana, cuando las plazas totales se recortan y los horarios también. A veces hace demasiada calor, habrá a quien le moleste la fuente que tiene en la tercera planta subterránea, pero la Conchi es actualmente imbatible, tanto que en mayo de este año la USC se planteaba la posibilidad de buscar vías de movilidad para estudiantes entre la facultades del norte y la colapsada Conchi.

A pesar de todos los problemas que se le puedan poner, la Conchi es la Conchi. Ahora la que funciona las veinticuatro horas es la sala de lectura de Dereito, pero antes era ella la que trasnochaba, siendo el centro de la actividad en todo momento. Hace apenas dos años, este mismo periodista era uno de los estudiantes que pasaba allí la madrugada, comenzando mi jornada y la de mis colegas a las once de la noche para terminar poco antes de las seis, tras pasar la tarde en la facultad de Química, de las pocas donde había sitio después de comer. Algunas veces me ha pillado el personal de limpieza para echarme hasta de la última planta abierta, a eso de las siete y media. Yo todavía seguía aprovechando la paz de la noche hasta las ocho de la mañana, ya con la luz del sol durante el segundo cuatrimestre, en la zona de descanso. Para cuando salía por la puerta, directo a la cama, la fila de compañeros que hacían cola para comenzar su día en la biblioteca superaba el café Universal y muchas veces remontaba la rúa dos Feáns, en su vertiente hacia la copistería Calcao o, todavía peor, en dirección a la facultad de Química. Justo igual que ahora, aunque en aquellos años media hora antes.

La Conchi triunfa porque está cerca del Ensanche, porque tiene buenos horarios y porque es cómoda, con su ambiente de estudio acogedor y su luz cálida. En condiciones normales quizás no hay tanta diferencia, pero cuando se fijan los horarios extraordinarios es cuando más se notan sus virtudes de apertura. Ahora que acabé no la echo de menos, pero me lo tengo pasado hasta bien en los descansos, por su zona para hacer trabajos y por los servicios que tiene a su alrededor: desde amplias y completas máquinas expendedoras hasta cafeterías que casi parecen supermercados. Mis amigos opositores, recluidos en las bibliotecas municipales de sus pueblos, tengo claro que pagarían por poder volver.

Precisamente ese es uno de los puntos de fricción en la pelea por las plazas de esta biblioteca. En teoría está asignada al alumnado de Relaciones Laborales, Derecho, Ciencias Políticas y Criminología, pero lo cierto es que se pueden encontrar apuntes de todo tipo en el sótano de la biblioteca, donde están las salas de estudio: desde los de otras titulaciones hasta las de estudios totalmente distintos, como los del bachillerato o los de una oposición. Es por ello que Andrés Pardo, de Políticas, pide encargarse de los primeros «dando prioridade ao alumnado das facultades adscritas» y su compañera Marina Rey de los segundos, «pedindo a tarxeta universitaria de identificación, a TUI, para poder entrar». Argumentan que los estudiantes que no forman parte del sistema universitario podrían sin problema ir a las bibliotecas públicas, como la Anxel Casal o la de la Cidade da Cultura.

Marina Rey y Andrés Pardo, en la puerta de la biblioteca antes de entrar a estudiar.
Marina Rey y Andrés Pardo, en la puerta de la biblioteca antes de entrar a estudiar. Andrés Vázquez

A las puertas de la Concepción Arenal se concentran estudiantes de todas las carreras, aunque la mayoría integrantes de aquellas que tienen las facultades en el campus sur. Unas que bajan desde los centros de enseñanza norteños son Aroa Mosteiro, Alba Nieto y Aldara Novoa, que cursan segundo de Enfermería y a las que encuentro precisamente a punto de entrar a la Conchi. Reconocen acudir a ella por lo que allí se cuece, «porque es la mítica, aquí está todo el mundo». Las notitas llueven entre los puestos de estudio, de estuche a estuche, y en la zona de descanso no es la primera vez que nace el amor. Los cigarros que se fuman fueran, más de los que se debería, y los cafés cercanos, también han sido lugares propicios para verse y para conocerse.

Pero estas chicas no tienen en este, lógicamente, el único motivo por el cual eligen la Concepción Arenal, pues señalan que su propia biblioteca, la de Enfermería, «es horrible, nada acogedora». Llega hasta el punto que, para estudiar algo entre clase y clase cuando están en su propia facultad, cruzan Xoan XXIII y se van a Económicas, «la mejor del campus norte». Posee buena iluminación, mesas cómodas para trabajar con ordenadores y otras más amplias para distribuir los apuntes. Intento destacar la de Xornalismo y Comunicación, barrer para casa, pero rápidamente desarman mi idea.

La clave no es solamente que el grueso de los estudiantes tiene sus centros en el sur, es que viven en el Ensanche. Los precios del alquiler han hecho cara toda la ciudad, así que toda la oferta se cubre empezando por la parte meridional de Compostela. Es por ello que la mayoría de los universitarios señalan la cercanía de la Conchi como su factor diferencial, que les hace colocar en segundo lugar las salas de Dereito. Esas mismas están este año ocupadas por alumnado de Farmacia, que todavía sigue sin acceso a sus propias aulas después de años de espera. Una promoción entera, de hecho, no ha podido pisar casi la facultad que le correspondía. 

No hay truco que valga para coger sitio

«A técnica é a de sempre: chegar e coller para todos». No revela ningún secreto David Freire, estudiante de tercero de Biología que sale de la Conchi para descansar entre tema y tema. Comenta que, al menos el curso pasado, el personal de la biblioteca se aseguraba de que el alumno estuviese «cando menos media hora dentro» para no levantarle en el mismo momento sus bártulos del sitio. Muchos alumnos de Derecho, conocedores de excepción de lo que es sufrir por una silla en la Concepción Arenal, dejan sus apuntes al salir de clase a la una y media para irse rápidamente a comer y comenzar a la vuelta el estudio vespertino. «Está mal facer algo así, pero doutro xeito é imposible e ata as sete e media non volve a baixar a xente», apunta Miguel Sánchez Carpinteiro, estudiante de segundo año en esa facultad.

Uno de los momentos en los que más gente se acumula a las puertas de la Conchi es durante los fines de semana. El horario se recorta, la oferta de plazas también y de ese modo la batalla por una plaza en la biblioteca capital del campus sur se recrudece. Sus casi mil plazas se quedan cortas si el horario se limita hasta las siete y media de la tarde, punto álgido de estudio para muchos. «Na Conchi, cando abría de noite, quen controlaba a biblioteca a falta do persoal da USC eran os gardas de seguridade e non había problema ningún, polo que, por que non se podería alongar o horario do sábado e do domingo contando con esa empresa de seguridade?», se pregunta Mario Pazos, de Porto do Son y estudiante de Derecho, al que acompañan Fernán Roca, lucense también de Derecho, y Juan Horro, vigués de Química. «O problema é sobre todo para a xente que non é de Santiago e non pode irse á súa casa con facilidades, xa non digamos para o estudantado que non é nin galego».

Las mejor colocadas, tras la unánime Conchi, son Dereito y Económicas. La reforma que vivió la sala de lectura de la facultad de las leyes le ayudó a posicionarse, pues en mi época nadie la ubicaría tan arriba. Tras ellas van Biología, la Escuela Técnica Superior de Enxeñaría y quizás Anxel Casal, que ni siquiera pertenece al sistema universitario. En el otro extremo están las facultades del norte y la Zona Vieja. Tan solo Andrés Pardo, estudiante de Políticas, destaca Historia «polo bonita que é» más que por su funcionalidad. Comunicación, Filoloxía Enfermería, la Xeral del Pazo de Fonseca… No figuran entre los primeros puestos. Es simple descubrir por qué: no son cómodas, no están cerca y no tienen los servicios públicos y privados complementarios que tienen las otras. La Conchi, entonces, sale todavía mejor parada. En ella no cruje el suelo ni es demasiado fría. No están clausuradas las cafeterías cercanas, no hay que empaparse de lluvia para comprar siquiera un botellín de agua.