Excursión a Ferrol pasando por Val do Dubra o A Silva

cristóbal ramírez

VAL DO DUBRA

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Para la aventura, lo mejor es acercarse a uno de esos lugares que poca gente conoce en la comarca compostelana

11 feb 2023 . Actualizado a las 05:05 h.

A veces hay que salir a descubrir sitios, a la buena de Dios. Y en ocasiones se vuelve a casa sin mucho que contar y en otras se regresa con un auténtico descubrimiento de los secretos que encierra Galicia. Así que, a la aventura, la recomendación es llegarse a uno de esos lugares que poca gente conoce en la comarca compostelana: Ferrol. Y para ir hasta ahí lo mejor es dirigirse a Val do Dubra, dejarlo atrás y en el cruce pertinente girar a la derecha rumbo a A Silvia, no a Santa Comba.

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Porque no, este Ferrol no es la ciudad del golfo Ártabro, la archiconocida, el actual punto de partida de la enorme mayoría de quienes recorren el Camino Inglés. Ferrol es una aldea que se localiza fuera de los límites de la comarca compostelana —entendiendo por ello una zona muy amplia— ya que administrativamente está en el límite del ayuntamiento de Carballo, allá donde este se encuentra con el de Tordoia.

CRISTÓBAL RAMÍREZ

El desvío final, por pista, es muy corto y desemboca en el único elemento digno de destacar: el pequeño templo puesto bajo la advocación de San Pedro, de una sola nave, rectangular, con una imagen en una hornacina de su sencilla fachada y una campana. Un detalle humano: sus alrededores se ven muy limpios, porque el vecino de la casa de al lado, la número 101, se afana en ello. Todo un ejemplo.

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Pero son muchos kilómetros solo para hacerse una foto, inmortalizar con el móvil un buen ejemplar de hórreo en la parte de atrás de la localidad y divagar sobre el origen del topónimo, porque San Ferreol aquí no aparece por ningún lado ni hay minas de hierro (ferro) a la vista, que son las dos teorías más extendidas para explicar la procedencia del nombre. Tampoco el entorno va a asombrar, puesto que los muy verdes prados son casi islas entre grandes masas de eucalipto, pura repoblación sin gracia ni encanto.

De manera que la vuelta puede hacerse por las pistas que arrancan al otro lado de la aldea —un enjambre pero en el que no hay pérdida— rumbo a A Pontepedra, donde se encuentra la casa do concello de Tordoia. El objetivo inicial es Os Paraños, y en su cruce, donde abre sus puertas un café bar, a la derecha para darse —figuradamente, claro— de bruces con la iglesia de San Cibrán de Viladeabade (también escrito en tres palabras, Vila de Abade), que en su fachada avisa de que es San Cipriano de Villadabad.

Se trata de una obra muy alargada, fachada sobria con alto y doble campanario con unos pináculos que le dan un aspecto incluso raro porque todo parece descompensado en sus dimensiones, una herencia del barroco. En un lateral, restos de lo que parece haber sido la parte inferior de un cruceiro y una rueda de molino. A destacar lo cuidado del entorno inmediato y un cruceiro muy sencillo cuya parte superior empieza a desafiar la ley de la gravedad.

Y, siguiendo, en el cruce a la derecha. Porque si hay iglesia, hay castro no muy lejos. Y ahí está. La visita vale para aprender qué es lo que no procede hacer en un yacimiento arqueológico, hoy convertido su interior en un basurero con cientos de neumáticos de coche. Construcciones no muy antiguas se han levantado llevándose por delante la muralla, de la cual queda un trozo que da idea de lo imponente que debió de ser esta aldea hace dos milenios. No se trata de derribar nada si es que todo es legal —cosa que nadie duda—, sino de limpiar aquello y valorarlo aunque sea poniendo un humilde panel informativo. Por cierto, la entrada se localiza en A Carballeira de Arriba, dando la vuelva al yacimiento y justo antes de los restos de un hórreo que debió de ser magnífico.

(Nota a pie de página: Desde Ordes es preferible ir a A Silva directamente y allí tomar a la izquierda la carretera 402, que bordea el campo de fútbol).