Recuerdo del lugar donde atracaba la barca para cruzar el Tambre, en Trazo

cristóbal ramírez

TRAZO

CRISTÓBAL RAMÍREZ

En la ruta se puede observar uno de los mayores castros de la provincia coruñesa

08 may 2021 . Actualizado a las 04:55 h.

Si hay iglesia o cruceiro, hay castro. O al revés: si hay aldea prehistórica, el espacio fue cristianizado. Curioso: resulta necesario especificar que tal cosa arranca de muchos siglos después de la prehistoria, lo cual plantea si los habitantes de, por ejemplo, Trazo, adoraron a dioses paganos.

Porque en Trazo también se cumple eso que parece un axioma, y si en Berreo se levantó su magnífica iglesia con campanario al lado y fue escenario de un acuerdo medieval, ¿dónde está el castro? Pues muy cerca. Así que apárquese el coche y échese de andar por la pista adelante, hacia las casas de Vilasuso -en realidad es una sola aldea con dos nombres, uno para el norte y otro para el sur- y cuando comienza la tierra gírese a la izquierda.

Esa pista -asfaltada, estrecha, sin tráfico y sin virus porque por ahí no pasa nadie- va a ir describiendo una curva y casi al acabarla aparece ante los ojos una abertura en la colina y un sendero. Ahí empieza la aventura, porque no otra cosa es ascender ese gran terraplén. Aventura, por cierto, apta para todos los públicos, porque encima hay la suerte de que árboles, todos los que se quiera, pero tojos y zarzas, cero. Así que a escalar en plan muy doméstico.

Al llegar arriba se ve uno de los mayores castros con que cuenta la provincia de A Coruña. Desde luego, sin excavar -¡llevaría muchos años!-, con sus imponentes murallas que el visitante acaba de subir. No es el primero en hacerlo: se ven restos de una cabaña infanto-juvenil.

Esa pista asfaltada conduce a Breixo, y cruzando la carretera se desciende por otra que lleva a una casa aislada, con muchos años encima, llamada A Barca. El origen del topónimo está claro. Y es que el río Tambre corre ahí mismo, a escasos metros, y se accede a su orilla por senderos casi borrados desde los que se contemplan unos rápidos de la corriente que atraen la vista.

Siguiendo la pista se cruza el río Santa Eufemia metros antes de su desembocadura, con mucha agua a estas alturas, y se asciende por tierra -pista cómoda- para acabar en la aldea de Penela y en la carretera de nuevo. Solo queda completar el círculo.

Y si hay tiempo, desvíese el excursionista a la izquierda, a ver un templo que no impresiona desde cerca. En efecto, la iglesia de Morlán, en la aldea de A Roubada, es un humilde templo rural gallego, uno más, que tiene la suerte de que a mediados del siglo XX se construyó el cementerio -un buen ejemplo de arte rural tradicional, por cierto- algo alejado, a la otra parte del camino de acceso.

Así que al llegar a la iglesia el visitante piensa que ya que está allí hay que hacer una foto y a por la siguiente. Error. Para quedarse impresionado procede hacer algo tan sencillo como dar la vuelta al pequeño edificio.

Y entonces esa sencillez incluso aburrida de la fachada se convierte en asombro en el cabecero. Porque ahí está la parte nada menos que románica, con sus canecillos sosteniendo el alero del tejado. Y atrás de todo, una ventana tapiada con dos figuras. La superior es -aunque la afirmación debemos incluirla en la carpeta de las dudas- San Rafael, con espada y llevando de la mano a un niño. El conjunto, un auténtico tesoro.