La fervenza certifica que el Furelos se niega a bajar calmado a Toques

Cristóbal Ramírez SANTIAGO / LA VOZ

TOQUES

CRISTÓBAL RAMÍREZ

La cascada de As Brañas es impresionante, más en esta época que en verano

15 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El río Furelos está ligado para siempre a la peregrinación a Santiago por el denominado Camino Francés, el más frecuentado y conocido. Pero reducirlo a eso, a un elegante y sólido puente que da acceso a Melide al que presta el nombre y que cada año pisan miles de peregrinos, constituye una enorme injusticia, porque al seguir esa corriente desde su nacimiento cualquiera comprueba que la espectacularidad del paisaje incluso supera a la historia de la que fue testigo durante al menos cinco milenios, desde el período neolítico. Es, también, un recorrido fácil de hacer tanto andando —el curso solo mide algo más de 17 kilómetros— como en bicicleta.

¿Existe un punto exacto donde nace el Furelos? Pues hay dos, curiosamente. Allá en lo alto, en la sierra de O Bocelo tan generosa en arte prehistórico, se juntan el Rego do Porto Salgueiro y el Rego da Pedra, y a partir de ahí la corriente adopta el nuevo nombre. Pero no falta quien dice que el lugar casi mágico se localiza un poco más adelante, exactamente donde se junta con el Rego Salgueira (en femenino).

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Disquisiciones bizantinas a un lado, el arranque debe hacerse ante la iglesia de Santa Mariña, frente a una casa de un azul que no deja indiferente, en Arriba y su agra, que así figura en los mapas. A partir de ahí toca descender por una pista muy ancha —demasiado— y por suerte no asfaltada, sino con zahorra en abundancia. Si se va en bicicleta, con mucho cuidado porque la pendiente impone. Pero antes de esa bajada espectacular no parece mala cosa detenerse puesto que al lado el río salta entre bloques de granito, anunciando lo que viene ahora. Y lo que viene ahora es una fervenza impresionante, más en esta época que en verano, vecina de un gran molino y con paneles explicativos. Es la de As Brañas. A partir de primavera es raro encontrarse solo en un fin de semana, pero los turistas se llegan desde el otro lado, en sentido contrario al que lleva el excursionista.

El río, poco antes de la fervenza
El río, poco antes de la fervenza CRISTÓBAL RAMÍREZ

Y a partir de ahí, viajero y río se ponen de acuerdo en moverse en paralelo, muy cerca el uno del otro aunque a niveles diferentes: el Furelos corre sin pausa, como si le entrara la prisa, allá abajo por el medio de un bosque de sobresaliente y de muy difícil acceso que no se debe acometer nunca solo ni, desde luego, si no se cuenta con calzado de montaña.

Esa es la parte más impactante, sin duda alguna, porque el Furelos se lanza indomable, muy estrecho después del gran salto, apretado contra las laderas de las montañas y abriéndose paso a la brava, que la naturaleza no entiende de delicadezas. Un poco más calmado llega al área recreativa homónima y que, aunque no es gran cosa (unos bancos y mesas, algunos de los cuales necesitan recuperar la horizontalidad), el paraje la dignifican y unos plásticos atrapados en las orillas le restan encanto. Eso sí, los amigos de los bosques autóctonos están de enhorabuena, porque cruzando la corriente y ascendiendo van a encontrarse una sobresaliente carballeira.

Furelos por el medio del bosque
Furelos por el medio del bosque CRISTÓBAL RAMÍREZ

Es San Paio quien le llama la atención al Furelos, y a partir de la iglesia de Paradela, puesta bajo la advocación de ese santo, el Furelos no tiene otro remedio que aceptar la tranquilidad, para de retorcerse y discurre calmado y mucho más silencioso por un valle estrecho que conforma la zona más habitada de Toques.

El río ya por el valle de Toques
El río ya por el valle de Toques CRISTÓBAL RAMÍREZ

La descripción oficial de ese templo, cuyo desvío está señalizado, indica que está construido en piedra revocada y con planta de forma rectangular, con cubierta de teja a dos aguas y pináculos en los extremos. Una puerta adintelada en su parte superior llama la atención en la fachada y una espadaña campanario con dos vanos remata el conjunto. En realidad, el edificio no tiene nada de espectacular, pero incrustado en ese paisaje hasta se gana el notable.