Noriega y Núñez Feijoo «camiñando xuntos» por Santiago

xosé manuel cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

TEO

02 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Núñez Feijoo y Noriega se vieron ya sus archiconocidas caras. Aunque en los primeros días no se han prodigado en las miradas de frente, como testifican los fotógrafos, sus retinas han terminado fijas una en la otra para discutir las cosas de Raxoi. Esas cosas que hace poco reposaban sobre la mesa del presidente, con palmadas de ánimo a un Agustín Hernández ahogado por las encuestas, y que hoy descansan (no sea en paz) en las carpetas que Feijoo pensaba entornarle a Martiño Noriega.

Reinó la gestualidad en los albores del mandato municipal. De los gestos se ha pasado a las palabras. Y de las palabras habrá de pasarse a la acción. No es la acción pugilística que está pensando más de uno, sino la institucional en el que Concello y Xunta deben ser uña y carne, y no uña que se mete en la carne. Santiago está más allá de la gestualidad y de las refriegas políticas.

Y así lo entendieron perfectamente en la reunión oficial del martes los dos mandatarios, que colgaron sus recelos y altisonancias en la percha de acceso al despacho de Feijoo y explanaron su franqueza sobre el tapete. Decidieron «camiñar xuntos», que suena a canción del verano y no debería ser estacional. Pero la lucidez del mandatario gallego se desplegó cuando colocó institucionalmente en el pedestal al jerarca compostelano: «Para min é un honor poder estar co alcalde da capital de Galicia».

Con estas encomiables palabras, si no hay ases en la manga que las recalifiquen, debería difuminarse el vislumbre de una doble vía de las dos administraciones. Feijoo voló a la altura de un presidente de Galicia en vez de rasear el juego por la bajura rabanera, que sería lo más fácil.

Avance

Los aires de guerra que precedieron las vísperas quedaron aparcados para otra ocasión de desterrar el hacha lenguaraz, que seguramente la habrá, pero la reunión del martes ha permitido calibrar la medida de la institucionalidad que quiere la urbe capitalina. Ha sido un encuentro en el que se sucedieron los reproches y desahogos mientras se iba desenrollando el ovillo de la franqueza con las caras de Noriega y Feijoo a solo medio metro de distancia. Y al final las carpetas entornadas acabaron abiertas sobre la mesa. En esa cita quedó acreditado que ya no hará falta intercambiar la documentación por el torno. 

Y quedó claro que tensar la cuerda no le aprovecha a nadie. Algo sabe de eso el presidente Feijoo, a quien no le resultó nada productivo mantener el clima bélico con Abel Caballero. En todo caso, y aunque una entrevista formal de los mandatarios gallego y compostelano puede ofrecer más enjundia, ha supuesto un avance en la implicación de la Xunta en materias como la capitalidad y el Consorcio, amén de otros proyectos clave para el municipio. Si Santiago es Galicia en tamaño bonsai, es preciso regarla institucionalmente y de ahí la importancia del «camiñar xuntos» acordado en la reunión de San Caetano. Tanto Feijoo como Noriega tienen su aquel y lo han demostrado en las fechas previas a ese encuentro, pero están aprendiendo a guardar los aqueles particulares en bien de la ciudad.

El aquel de Martiño Noriega le ha llevado a cometer tonterías de principiante que no ha terminado de cambiar el chip de Teo por el de Santiago, como dejar institucionalmente huérfano el sillón de la ciudad en las medallas Castelao y Galicia. En el seno de la propia Compostela Vella, en donde se ve plausible su ausencia de la ofrenda, hay voces que reprochan al alcalde el haber hecho mutis por el foro en los otros actos. Y, desde luego, buena parte de la ciudad. Eso es, más que actitud ideológica, acné político. Es autodinamitarse de la forma más cominera.

La ofrenda ya es otro cantar. (¿De gesta?) Puede vestirse como religión o tradición y eso garantiza una división de opiniones. «El sentir de la ofrenda se ha de entender en clave religiosa», le dijo Julián Barrio a este cronista (5-1-2014). El programa de Compostela Aberta es ahí meridiano, fue el más votado y la postura del propio arzobispo ha sido de respeto a la decisión del alcalde, pese a la cólera de quienes no le comprendieron, seguramente mayor que la cólera de Dios.

lúa do vilar