Los vecinos de San Roque y de la calle Loureiros han puesto el grito en el cielo porque va a reabrir un pub, y aseguran que en el pasado hubo gritos, jaleos, peleas, barullo y basura por doquier. El Concello afirma que la licencia está en regla y que en su día las mediciones de sonido no detectaron un aumento de los decibelios.
Una locura. La locura es la normativa, claro. En ningún país serio del mundo se permite abrir un local nocturno en una rúa residencial. O están apartados en una esquina de la ciudad —vayan a Xinzo de Limia y vean cómo poco a poco lo están haciendo— o son edificios totalmente aislados. Porque a nadie en su sano juicio le parece normal que en el bajo de su casa se abra un local hasta las tantas de la madrugada, con gente entrando y saliendo y no precisamente en silencio. Igual que hay moratorias para hoteles, se debe trabajar en un plan para desplazar los pubs y similares. Agárrese el toro por los cuernos de una vez y, ya que falta respeto por el sueño de los demás, búsquese una solución que no impida el mal llamado ocio nocturno (algunos dicen ocio de ricos, pero ese ya es otro tema que se aclarará con la crisis que viene). En fin, no se trata de ir contra los dueños del pub que va a reabrir —tendrán sus papeles en regla y sus derechos—, pero es muy fácil de entender la angustia de los vecinos.
Por cierto, el firmante vivió en otra ciudad gallega tres años en un cuarto piso y abajo había un karaoke. A pesar de todas las denuncias, jamás logramos que le impusieran la mínima sanción por estar el personal berreando a todo berrear a las cinco de la mañana: en cuanto se dejaba ver por allí la policía local se hacía abajo el silencio de los cementerios.