El compostelano de 89 años que conduce un Ford A centenario y un flamante Mercedes híbrido: «Me da más problemas encender el moderno que el clásico»

SANTIAGO CIUDAD

Abelardo Martínez acaba de incorporar a su garaje, con dos descapotables que suman casi 200 años, un diésel y eléctrico de 313 caballos
22 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.La pasión del compostelano Abelardo Martínez por los coches está fuera de toda duda. En su garaje atesora dos descapotables de los años 30 del siglo XX: casi 200 años de historia de la automoción, un Ford A Cabriolet que emplea a menudo por Santiago y un impresionante Jaguar cuyo rodar en carretera no deja de elogiar. Hace unas semanas decidió dar el relevo a una berlina Mercedes que se acerca a las dos décadas, y se dirigió al concesionario de la estrella a buscarle sustituto: «Yo tenía la idea de comprar un coche más pequeño, pero vi este y me gustó, un coche de alta gama y con todo el equipamiento». Así que Martínez, de 89 años, decidió dar el salto a la tecnología más moderna de la marca germana, y salió con un Mercedes C 300 DE, un híbrido enchufable de motor diésel que alcanza los 313 caballos de potencia, ocho veces más que los alrededor de 40 con que se conforma el de la marca del óvalo.
Conducir o dejarse llevar
Martínez señala que «hay un abismo de viajar en los coches antiguos al moderno. En el reprise, en la suspensión, en todo. No parecen la misma cosa». Porque los clásicos hay que conducirlos, mientras en el nuevo casi basta con dejarse llevar: «Frena solo, marca todo el entorno y las señales, porque tiene un campo de visión muy amplio con todas las cámaras». Abelardo, camionero durante toda su vida y también propietario de un hotel en la avenida de Lugo, ha dejado paso del doble embrague de Ford y Jaguar a un cambio automático que no sabe lo que es un tirón.

¿Cuál le da más satisfacción al conducir? Y aunque la cara se le ilumina ante el despliegue de colores de las pantallas de su última adquisición, le sale un elogio hacia el rodar del señorial Jaguar: «Es un coche en el que se viaja muy bien. Le puse los cuatro amortiguadores nuevos y va muy bien en la carretera, tiene el motor reconstruido, que lo tuve que traer de Rumanía, las dos bombas de gasolina nuevas ...» Hasta le perdona que en los últimos días esté perezoso para ponerse en marcha: «Pienso que no ceban bien las bombas de la gasolina, voy a mirarlo yo», decía hace unos días. Una puesta a punto casera imposible en el moderno Mercedes, donde una gran tapa oculta todo el motor, a diferencia de la desnudez de los clásicos, que enseñan toda su mecánica sin tapujos simplemente con levantar las tapas laterales.

Martínez todavía se está adaptando a todas las pantallas y comandos del nuevo coche. Cuenta con la ayuda de su nieto, que lo acompañó a recoger el vehículo al concesionario oficial para estar atento a las instrucciones de manejo: «Por ahora me da más problemas encender el coche moderno que los clásicos. El Ford tiene el contacto directo con la llave, las marchas y listo. El Mercedes si no lo sabes manejar no te arranca, es complicado», hasta hacerse con la combinación de pedales, botones y palanca automática del cambio. Pero no es algo que preocupe a Abelardo: «Toda la vida fue así. Día a día vas mejorando y vas poniéndote al tanto, y con las pantallas también: poco a poco vas aprendiendo», dice desde sus 89 años.
Una edad a la que mantiene su ilusión por conducir, por más que en la última renovación del psicotécnico tuviera que sortear alguna dificultad más de las previstas: «Me empezaron a dar vueltas y ya les dije: ‘Le escribo a la Dirección General de Tráfico y que me hagan el examen a ver si estoy o no para renovar el carné’». Porque dice que en millones de kilómetros al volante de camiones y de turismos nunca se ha visto involucrado en un siniestro en el que tuviese culpa, «y tengo todos mis puntos en el carné». Son 67 años desde que se subió a un camión al acabar el servicio militar, poco antes de comprar el primero propio, de segunda mano, con el que transportaba leche condensada de la Nestlé en Pontecesures hasta Cádiz: cuando prácticamente no había en España ni pantallas de televisión; imaginarlas en un coche y en color, era impensable.