Leigh Brenan: «Turistas y peregrinos respetarán más Santiago si ven que sus vecinos y estudiantes lo respetan»

Juan María Capeáns Garrido
juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Xoán A. Soler

La norteamericana, que comparte sus experiencias sobre Compostela y el Camino en varios pódcast, regresa a su país tras tres años viviendo en el casco histórico

18 sep 2024 . Actualizado a las 09:52 h.

El Camino cambió su vida, la ciudad de Santiago la acogió «con su encanto» y ella se siente obligada a devolver ese regalo alertando de algunos problemas que ha detectado y que cree necesario trasladar «antes de que sea tarde». Leigh Brenan, de Seattle, oyó hablar por primera vez de la Ruta Jacobea en la película The Way (2010). Circunstancias familiares la llevaron a ponerse las botas entre lágrimas en el 2019, y en una etapa rodeada de naturaleza encontró «la felicidad». De vuelta a casa, durante la pandemia, se refugió en videoconferencias con personas de todo el mundo para hablar sobre las peregrinaciones, y en el 2021 reunió fuerzas para mudarse a la ciudad que le había dado tanto.

Leigh, monitora de yoga, lleva tres años viviendo en el casco histórico y también por motivos familiares volverá a Estados Unidos esta semana, sin vuelo de regreso ni casa pero con la intención de retornar y continuar alimentando sus pódcast sobre el Camino, que se han hecho muy populares entre personas de todo el mundo —angloparlantes— que peregrinaron o que quieren peregrinar por primera vez.

 «Volveré seguro, pero ya no viviré en la zona vieja, me iré un poco más lejos», dice sin perder la sonrisa. De todo lo que hay detrás de esta frase habló anoche en una mesa redonda en el Aires Nunes, presentada por el hostelero Xavier Freire y junto al presidente de la asociación vecinal Fonseca, Roberto Almuiña. Porque la norteamericana llegó a una ciudad lastrada todavía por el coronavirus, pero ha visto una creciente masificación en las calles que le dejan algunas dudas.

Le sorprende la gran presión pública que se está ejerciendo sobre los peregrinos y los turistas por comportamientos callejeros cuestionables, cuando al margen de algún acto incívico evidente no cree que hagan nada que no vean a hacer a los locales: «Ellos respetarán más si ven a vecinos, hosteleros y estudiantes respetar su propia ciudad». Es el llamado «efecto de la ventana rota»: la dejadez llama al descuido, y este al desorden, cuando no a la criminalidad.

Cuanto más se enamoraba de Santiago, «una ciudad medieval», más le sorprendía que la gente utilizase los callejones para mear; o que en su propio apartamento en la Rúa do Vilar con ventanas hacia A Raíña, en un tercer piso, no consiga oír su propia televisión.

«De domingo a miércoles, gritos; y de jueves a sábado es como un concierto, todos los días». Cree que una mayor presencia policial aplacaría esta situación sin necesidad de multar, y probaría a declarar las principales calles como «zona silenciosa». De otra forma, la conflictividad seguirá aumentando, «porque el peregrinaje y el turismo no van a ceder». De momento.