Noventa años y escritor, la intensa vida del vecino más especial de Nemenzo, en Santiago
SANTIAGO CIUDAD
Benjamín Otero recibió a su llegada de Brasil la sorpresa de que su familia editó sus memorias y sus vecinos le organizaron su presentación
22 jul 2024 . Actualizado a las 15:49 h.Cuando recién llegado de Brasil Benjamín Otero Ferro, vecino de Nemenzo de 90 años, recibió varias invitaciones simultáneas de su gente para tomar un café ni se imaginó lo que se le venía encima, ya que nada más traspasar el umbral de una imprenta se encontró con el libro titulado Barnabé. O pequeno e sufrido emigrante. Se quedó atónito, ya que esta publicación corresponde a las vivencias de buena parte de su vida.
Los armadanzas de semejante sorpresa son sus vecinos y familiares, que tomaron sus escritos y los publicaron sin decirle ni pío. Lo hicieron para homenajearlo y también para que historias como la de su vida no caigan en el olvido porque está llena de lecciones, de espíritu aventurero, trabajador y emprendedor, pero sobre todo constata la importancia del cuidado de la mente a partir de la lectura, ya que, explica, además de mantenerte ágil y despierto, te da conocimientos para un buen autocuidado. Superada la sorpresa, Benjamín Otero se siente agradecido por el gesto, pero como no tenía ni idea de la que le estaban tramando lamenta que el libro no incluya la que para él sería la parte más importante: la historia de amor y décadas de convivencia con su mujer, Lourdes Roma, de origen italiano. Ella, a la que conoció en Brasil siendo viuda con tres hijos, que al instante hizo suyos, falleció repentinamente hace veinte años, casi a la par del momento en el que terminan las memorias recién publicadas de Benjamín, 1995, y que esta tarde se presentan en el centro social de Nemenzo. Su obra autobiográfica la escribió en Santos, la ciudad brasileña en la que vive, aunque suele viajar a Galicia. «Vin 34 veces», calcula con absoluta nitidez, la misma con la que recita textos suyos y recuerda como sus primeros pinitos con las palabras los dio inventándose una rocambolesca historia en la que lo secuestraban de niño, acababa encariñándose con sus captores y volvía a inventar la historia de su desaparición para que su segunda familia no tuviese ningún problema. Un día le apeteció narrar su propia vida y no paró, porque, en realidad, sus vivencias son más intensas que muchas ficciones. Emigró a los 17 años a Brasil, país en el que trabajó como cristalero, panadero y en una gasolinera. También estudió cuatro años en un seminario, su época intelectualmente más fructífera, «porque como non tes nada máis que facer, non hai preocupacións nin tes que traballar, un día no seminario vale por tres». Esa misma filosofía la mantiene hoy, ya que al dejar de trabajar, algo que hizo hace bien poco, puede concentrarse en lo que más le gusta, cultivar su curiosidad especialmente con la lectura. «Estiven cinco anos sen durmir na casa porque traballaba no forno dunha panadería», relata sin olvidar su paso por otros trabajos en los que «entraba antes das oito da mañá e saía despois das nove da noite». Benjamín narra su infancia con todo detalle y entre sus anécdotas destaca cuando, terminada la Segunda Guerra Mundial, hubo toque masivo de campanas y él lo hizo con tanta intensidad que la campana menor de Nemenzo no aguantó sus embates. «Cando a tocaba, soaba ‘din', pero despois de arranxala xa era ‘don'», recuerda con pícara sonrisa. Su viaje en barco cargado de anécdotas y cómo hablar gallego le ayudó a integrarse en Brasil tienen espacio en sus memorias escritas y de viva voz. «Temos sorte de poder ler a historia dun dos nosos veciños, un dos millóns de galegos emigrados na diáspora do noso pobo. É unha historia chea de realidade, un documento que axuda a construír a grande crónica da emigración», destaca el vecindario de Nemenzo implicado en esta aventura que financia la familia de Barnabé, que ha editado 200 ejemplares, a la venta en la Libraría Couceiro.